La última dictadura militar interrumpió un gobierno, peronista, luego, torturó y desapareció.
Sí algo sucedió el 24 de marzo de 1976 fue la interrupción y no la ruptura del orden constitucional y de la vigencia de las instituciones democráticas. No se trata de una cuestión semántica. Los hacedores del funesto golpe cívico-militar, pretendieron ello, es decir romper, quebrar y destruir la democracia y sus instituciones. Lo lograron, pero circunstancialmente, por algunos y pocos (como trágicos, lamentables y oprobiosos) años. La política, es decir la sociedad civil, parte incluso que por acción u omisión apoyó a los golpistas, resolvió no recuperar, sino retomar el orden democrático.
Esto jamás fue trabajado ni entendido. Tal vez el miedo, resultara una buena razón para que se ocluyera esta posibilidad. Psicoanalíticamente se sabe que tras un gran golpe, trauma o conmoción, la recuperación de la lucidez no es ni inmediata, ni cabal. Se necesita que transcurra un tiempo, para que tales heridas puedan empezar a ser decodificadas del código en el que fueron anteriormente inscriptas, para no convivir con semejante dolor a flor de piel y próximo al tiempo acaecido.
Además de la cuestión temporal, se precisa de voluntad para ello y esto es una humilde muestra, de que estamos quiénes queremos entender y comprender lo que nos ha sucedido.
Es clave la noción de interrupción del orden democrático. Es cabal la importancia que cobra en un distrito como Corrientes, donde desde tal interrupción, la fuerza política provincial gobernante, el peronismo, jamás recuperó la posibilidad de gobernar la provincia.
Este es el principal daño que se le hiciera y que continua, a todos y cada uno de los habitantes de la provincia, como del país. Nunca se ha tratado de matar a decena de miles, de torturar a otros tantos, por más que merezca esta política criminal, este terrorismo de estado, el mayor de los repudios y el máximo de los reconocimientos a las víctimas y familiares.
Pero precisamente en esta perversidad, en esta malicia real, radica la continuidad de quiénes, a regañadientes, no les queda otra que aceptar, que tolerar la democracia, que decirse y presentarse como tales, pero que la quieren y trabajan para ella, hacerla mínima, confusa, reducida, apocada y sesgada.
Para esta tarea, este grupo de tareas, acude a sus víctimas de siempre, las vuelve a torturar, a vilipendiar, desapareciendo esta vez lo simbólico de qué es lo que se debería homenajear, conmemorar y recordar.
Esto es lo que también se percibe, cabalmente en Corrientes. No existe ningún busto, nombre de calle o de plaza que recuerde al último gobernador de la provincia, depuesto por un gobierno militar, que pretendía romper con la democracia, pero que sólo consiguió interrumpirla.
El gobierno de Julio Romero, como el de todos los interrumpidos en el marzo trágico del ´76, debió se continuado, al recuperarse la democracia, o en su defecto al recuperarse la cabal ideal de que nos ha sucedido con el golpe militar.
Precisamente para nublarnos la memoria, para no dejarnos razonar con claridad, nos vienen y nos siguen confundiendo, por intermedio del juego con los elementos más sensibles y dolorosos.
No son pocos, los que habiendo estado en la posición militarista y antidemocrática, se ríen a sus anchas, de que el 24 de marzo se haya transformado en la conmemoración al crimen cometido, injusto, doloroso y execrable, ante las miles de víctimas. Los elevan en una condición de héroes, usando para ello a sus familiares y permitiendo el lucro y el negocio, por parte de una camarilla política, que servido en bandeja, se comen estas conmemoraciones como si fuesen canapés que engordan sus apetitos más instintivos, lascivos que los convierten en acumulación de bienes, mediante esos cargos rapiñados, que los traducen en materialidad.
Para hacernos olvidar de que en marzo del ´76 se interrumpió un gobierno peronista (que debería continuar, al menos habría que plantearlo en alguna instancia jurídica) y que en cierto momento podríamos, una vez recuperados, razonar lógica como democráticamente, no sólo que le niegan un homenaje, un recordatorio, a su gobierno, a su figura, a su nombre, también usaron a su familia para ello.
Uno de sus hijos, fue transformado en monumento, sin mayor razón que la que estamos señalando. Dividir la noción principal de qué generó el golpe de estado y que pretendían sus secuaces. Siguen trabajando en consecuencia y tienen dentro de los que se consideran propios, a los principales victimarios.
El último gobierno, coincidentemente, peronista, que a su vez resultara el último depuesto de facto, fue interrumpido con la noción de que nunca se pudiera retomar, regresar a tal momento o estadio (es la noción más básica de justicia, de reparar el daño, regenerando las situaciones posibles antes que se produzca el daño mismo), vaya sí en Corrientes lo vienen consiguiendo.
No sólo que los pocos lúcidos no reclaman (la famosa teoría de continuidad jurídica del estado debería estar circunscripta en esta línea) lo que interrumpió la interrupción, sino que, los otros, tanto los familiares de las víctimas, como los que hacen negocios a costa de estos, necesitan hacernos creer que el golpe fue para matar a unos miles y para deponer poco más que a un tirano que se mereciera tal destino y que por ello, es tributado con el ninguneo y la indiferencia de su obra, de su gesta y por sobre, de lo que represento para miles de correntinos que lo votaron para que los gobernara, por 48 meses, de los que no llego a completar ni terminar, y que es la única criminalidad, imprescriptible, que el estado aún no ha reparado, devolverle a la ciudadanía lo que alguna vez eligió por los votos y se lo sacaron por las armas, tortura y desaparición posterior o criminis causae (para tapar el delito primigenio de acabar con la democracia y que jamás reclamemos su continuidad).
Peronismo auténtico.
Aun no hay comentarios, sé el primero en escribir uno!