23 de marzo de 2018
La falta de público en las gradas en las sesiones parlamentarias.
Horas atrás, se produjo una polémica, bizantina, entre la nueva forma que acepta que se escriba la palabra “Cuórum”, la real academia española y el desconocimiento, por parte de algunos acerca de este sustancial cambio o modificación, de sustituir la otrora Q por la C. La falta de número para que los cuerpos institucionales funcionen, son siempre circunstanciales, más allá de que puedan convertirse en una estrategia política, lo cierto es que la presencia suficiente requerida (el cuórum) habilita el inicio, formal de la sesión, concitando la atención de los allí presentes (naturalmente los legisladores y ciertos colaboradores de algunos de estos), que luego son replicadas, mediante dispositivos electrónicos que difunden en plataformas como medios, la actividad parlamentaria. Sin embargo, y sobre todo a cuenta de la restauración que se realizó sobre el edificio histórico, reluce la ausencia, en las imágenes tomadas, los días que fuesen (salvo en la asamblea legislativa de apertura de sesiones ordinarias) no ya del público, la ciudadanía, el pueblo o la gente, que en la borrachera romántica de un idealista de lo democrático, alguien podría desear que estén, abarrotando las gradas, sino del menos los que son parte funcional de tal poder del estado. El orden simbólico debe ser trabajado, de lo contrario, abandonarlo a la anarquía de lo inercial, hará que un día ocurran los hechos sin que nos demos cuenta siquiera del porqué.
La comidilla política por estas horas resultó una sesión en el senado provincial, en donde un senador, dejo de pertenecer a un bloque y a renglón seguido, fue ungido, no por el bloque del que se alejó, sino por el otro, como autoridad de la cámara, lo instituyeron en la vicepresidencia segunda (habría que ver cuantas escuelas o salas sanitarias verán modificadas sus realidades a partir de que esta poltrona sea ocupada por uno u otro, sí en estos términos son las diferencias, el senador en cuestión planteó que su acción se debía a que los intendentes de su partido querían tener dialogo con el gobernador, se ve que este no les responde ni por WhatsApp ni por telegram...) Más allá de todo lo que se pueda inferir, en realidad no se infiere nada, o muy poco, podemos criticar tantas cosas de la metrópoli, pero producto del “strepitus fori” que causo la liberación de Cristóbal, se está investigando el patrimonio de uno de los jueces que firmo el fallo.
A esto apuntamos, a cuidar de lo simbólico de la catedral institucional de uno de los poderes del estado. Así cómo con buen tino e ingentes recursos se tomó la decisión de restaurar el edificio histórico, de darle el color original al recinto, de recuperar los vitraux y sacarle lustre a los mármoles de Carrara, las gradas, al menos la de la primera planta, deben estar completas, cubiertas, no decimos atestadas de gente, pero sí, mullidas para que en las fotos que se toman del hemiciclo, que luego son replicadas por los medios pertenecientes al elenco de la institucionalidad, no se note precisamente lo que la imagen simbólica devuelve, que en una sesión parlamentaria (en verdad en casi todas) no hay nadie que tenga interés en observarlas o vivenciarlas.
Esto, en el orden simbólico es determinante, pero también en el real. Sí se hace un muestreo, o sondeo de opinión, se verá no solo que casi nadie conoce a la mayoría de los legisladores, sino que las nuevas generaciones, ya van camino a excluir el término legislador de sus nociones básicas, de sentido común y por ende de la normalidad en sus vidas, que naturalmente, serán más temprano que tarde quienes conduzcan los poderes del estado.
No se requiere de mucho ingenio, tal vez sí de buenos asesores, o de tenerlos bien pago a los buenos, para que mediante “invitaciones” se hagan presentes en todas y cada una de las sesiones parlamentarias, escolares, religiosos sostenidos por el erario público, clubes deportivos y barriales subvencionados, cuando no los militantes partidarios, que deberían sacarse por esas horas sus camisetas partidarias y calzarse el ambo o el vestido apropiado, para darle color, calor y valor a las gradas parlamentarias y que todas las discusiones que se den allí no parezcan como él toma y daca entre sectores minoritarios, sobre todo ahora que son tiempos, en donde al menos, desde lo discursivo, se pretende, que en Corrientes, seamos todos.
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