4 de marzo de 2018

Es una cuestión cultural no semántica o nominal.

¿Hay algo más divertido que espiar la intimidad del prójimo, sorprender a un ministro o un parlamentario en calzoncillos, averiguar los descarríos sexuales de un juez, comprobar el chapoteo en el lodo de quiénes pasaban por respetables y modélicos?...El funcionario está tan desprestigiado como el político profesional y la opinión pública suele ver en él no una pieza clave de progreso sino una rémora y un parásito del presupuesto…La prensa sensacionalista no corrompe a nadie; nace corrompida por una cultura que, en vez de rechazar las groseras intromisiones en la vida privada de las gentes, las reclama, pues ese pasatiempo, olfatear la mugre ajena, hace más llevadera la jornada del puntual empleado, del aburrido profesional y la cansada ama de casa…Consecuentemente, la popularidad y el éxito se conquistan no tanto por la inteligencia y la probidad como por la demagogia y el talento histriónico, en las democracias modernas es la cultura (o eso que usurpa su nombre) la que corrompe y degrada a la política y los políticos (Vargas Llosa, M. “La civilización del espectáculo”. Alfaguara Ediciones. Buenos Aires. 2014. Pág. 129. )

“Más importante que la riqueza de un país es la formación del ser humano, el intelecto, el conocimiento…Es la honestidad que buscamos en los mejores jóvenes que tiene nuestra provincia. Una juventud firme y decidida en lograr su cometido…La formación, la educación los valores y los principios y el camino a seguir lo marcamos ahora” (Valdés, G. Refacciones en la escuela de policía. 8/9/2011). Así se expresaba el entonces Ministro de seguridad, actual gobernador, a quién le pretenden endilgar el mote de “desarrollista” pese a que se defina como “humanista” (habría que ver, desde la perspectiva de From, E. a qué tipo de humanismo suscribe, dado que existirían los subgéneros budistas, socialistas y hasta un humanismo peronista, podríamos agregar) exteriorizando la importancia de que se trata sola y eminentemente, de una cuestión semántica o nominal. A diferencia del aspecto nodal, estructural o neural, que define como principal problema de las democracias modernas, Varga Llosa en la cita, arriba mencionada, donde el concepto cultural, es distinto a la designación cultural que de hecho, como magistralmente señala el Peruano, aparecen como igualmente confusas o indiscernibles, constituyendo esta no diferencia el principal de los problemas, el nombre, la mención deja de significar algo.

Valdés se dispone, a trabajar sobre un aspecto cultural. Ni Corrientes, por ende tampoco su clase gobernante, supo trabajar política como socialmente, sin que las diferencias internas sean la problemática principal a resolver.

Ni los medios de comunicación, ni la ciudadanía, ni siquiera tal vez, los ministros de Valdés (los que dice que conceptualmente designó, pese a que en su gran mayoría sean supervivientes de capas geológicas del poder establecido e instituido desde la intervención metrista y que en verdad, los hereda y que tiene como mandato sostener) puedan salir airosos, de lo que el propio gobernador, propone, algo que va mucho más allá de que el Invico haga casa de maderas, que se instale una automotriz o que se hagan arreglos en una o tal ruta (estas siempre son las “preocupaciones” travestidas de indagaciones de los doctos del periodismo que desaprovechan las entrevistas con hombres del poder, preguntando todo lo que podría responder un asesor o un secretario).

De esto cela, en el natural sentido, el ex gobernador, el senador a cargo de la institucionalidad, cuando en su programa de radio preferido, expresa que la de “Gustavo es otra etapa, mejor, lo acompaño como legislador para que le vaya mejor que a mí”. Quién se adjudicara la “paz social” y el pago a término de sueldos en la provincia, sabe que sin esto era imposible comenzar algo distinto, pero a su vez, que esto sólo no duraría demasiado tiempo más del que duro.

Esto es lo segundo, la otra etapa, que algunos quieren llamar desarrollismo, otros sindicaran como “gustavismo” o como quieran llamar. Lo único cierto es que no todos estarán a la altura de tal circunstancia, no serán todos, sobre todo los que están acostumbrados al status quo anterior, de siempre, que querrán, que las puertas de la casa de gobierno, como de Corrientes se abran.

Tal vez, y este sea el principal desafío de Valdés, el mejor que nadie, deberá definir cómo y de qué manera, se alista para disponer este segundo paso, para la provincia.

Sobre todo, con quién lo hará (que tipo de actores, de perfiles, los que ingresan, cuando se deba perfilar con prolijidad el acotar el significante extenso del “Corrientes somos todos”) no alcanzará con la cuestión semántica o nominal, con definirse como de eco o de tal o cual partido, habrá que ejercer esa pertenencia a un marco que empezará a demandar otro tipo de exigencias de las que el aparato del poder venía demandando.   

No importará como etiqueten lo que haga, sí es que lo hace el gobernador, mucho menos quiénes serán los que necesaria como naturalmente se queden en el camino y los que incorpore para mejorar la tarea, lo radicalmente importante es que suceda, lo que hasta ahora viene entusiasmando a la gran mayoría, de al menos, la opinión pública.

 


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