Taquicardia Municipal.
“Para ser monarca lo único que se necesita es un hombre que diga sí” (Hegel, G. W. F “Grundlienien der Philosophie des Rechts. Werke in zwanzig Banden, vol 7, p 451). Esto no lo comprende aún el ex jefe comunal, que a bocanada tabáquica, exhala tweets, tratando de discutir el concepto performativo del poder. Así funcionó también en su período y probablemente siga su discurrir, más allá de los hombres y nombres que son designados para hacer de cuenta que administran ese poder, supuestamente en nombre de todos o del interés prioritario de estos (nadie lo podría determinar, como si fuese poco).
Sí de algo sabe el ingeniero es de electricidad. Creyó que el poder, a semejanza de la luz, al conducirse, por ductos poco perceptibles o asequibles, al alcance de la mano, podría ser domado, absolutizado, bajo una ingeniería que, en su diagrama respondiese a dos ejes claros; asfalto por doquier y bicicleta financiera.
Construyó una maquinaria sin sentimientos, sin expresividad, sin corazón, como todas la obras, a imagen y semejanza de su creador. De hecho el lema que selló su suerte, sobre una estampa de un mejorado, hablaba de hechos, traducidos en números, que denostaran la palabra.
El médico del corazón, sintió que tenía una oportunidad. Su intuición, de la que extrañamente, parece querer abjurar, le señaló el camino. Así como el senador provincial y ex gobernador, expresaba que a su otrora rival, al mal procesado (debería existir la mala praxis jurídica) Romero Feris, le hubo de ganar la elección repartiendo camisetas y pelotas de futbol, bien se podría decir que el cardiólogo le ganó al ingeniero, con el corazón y con la lluvia.
Esta fibra muy íntima, la que no toco el actual gobernador Valdés (al que le gano producto de la inercia de las derrotas previas al que llamaron el pichón de picurú) para ganar una elección y por ende le permite desarrollar el actual perfil de estadista moderno que le aplica a sus primeros días de gobierno, requiere de un cuidado y de una atención extrema, que al parecer, el doctor, se fío de tenerla sobrada y profusamente.
Por supuesto que haber ganado seis meses antes de asumir, resultó tan nocivo para el paciente como si este continuase con el hábito de fumar y de llevar una vida sedentaria, pero sin que sonase a excusa, la primera medicación recetada, a todas luces, no generó los efectos esperados.
El doctor, con todo su prestigio a cuestas, con el triunfo épico y el corazón gigante, se rodeó de un grupo de enfermeros y residentes, de los que, más que currículo, en el ámbito de la política o de especialidades que sirvieran a esta, cuentan con el roce social, de jugar en un equipo de cierto deporte, de haber asistido a una fiesta de casamiento o de quince, de haber participado en tal comparsa carnavalera o haberles tocado en suerte formar parte de la parentela de tal o cual.
Buenos muchachos, señoras y señoritas prolijas, tal vez ideales para acompañar el gobierno de un cantón Suizo, pero a los que se les pone la lupa en esta Ciudad enferma, con taquicardia, a la que el propio médico principal se encarga de señalar su gravedad.
Sabrá y será en todo caso un problema del ingeniero, el que seguramente encontrará en la próxima elección la silla que le está faltando o que le están reclamando, que hizo estando en el poder para avalar a la justicia de la que descree (¿planteaba tales dudas en sus comilonas y mateadas con el actual titular del plan Belgrano?) sí realmente se da el tiempo para comprender, que nada objetivo genera ni dispone el poder y que este es, eminentemente una cuestión conceptual, de palabra. Los mismos números de su caja municipal, son los que pueden llevarlo a otra instancia, los mismos números de micrófonos que tenía cuando administraba los recursos, son los que ahora lo ningunean hasta en el twitter.
Pero más importante, es que de este giro que imprime el poder, tome nota el cardiólogo, que tiene en sus manos la salud de la ciudad (El presidente de la Cámara de Diputados, al inaugurar la campaña electoral municipal, había expresado, ante el asombro de propios y extraños que Corrientes estaba enferma y nada mejor que dos médicos para curarla…)
Su equipo de trabajo necesita de mayor fuerza, esta socavado en autoridad, hasta estéticamente es poco valorado por el paciente, que ve en sus funcionarios de camisas celestes o blancas a “chetos” de las cuatro avenidas que jamás pondrán el corazón, en el mejor de los casos, una supuesta pericia universitaria que en los asentamientos no resuelve ni el pan o el mate cocido de la tarde.
El corazón que lo llevó a ganar, al cardiólogo, le está dando señales de un funcionamiento raro, el mismo, que en caso de no ser bien tratado, podrá transformase en una preocupación crónica de la que difícilmente podrá salir si no la trata a tiempo y bien.
Así como la mirada de su profesión, le valió antes que el entendimiento, una lectura confusa, un mal maridaje, al ex intendente, del fenómeno de la política y el poder, lo mismo le podría estar sucediendo, al actual, al doctor.
El poder jamás puede ser comprendido cabalmente, como si fuese un producto observable en un laboratorio científico. Sí de algo está más cerca, el poder, es de ser comprendido, mediante la intuición (el mirar hacia adentro) podría retomar esta senda el cardiólogo, que gano la elección no por saber de corazón, sino por haberlo puesto, independiente de la afección que haya tenido o tenga la ciudad.
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