Vuelve Ricardo.
Nada de lo que suceda en la órbita del poder institucional e “independiente”, podrá no tener vínculo con el otro poder, o parte de él, que lo conforma. El senado provincial, conserva el inmanentismo de la contradicción republicana, en este como en cualquier otra aldea occidental que se precie de democrática. El agregado de color, es que como sucede, por lo general en tierras azotadas, en demasía por el dios sol, los personeros de la institucionalidad democrática, terminan siendo unos pocos hombres de carne y hueso que finalmente ejercen el poder, de manera o despótica, o en el mejor de los casos, discrecional.
Como usted sabrá, se hacen desde series hasta profusas narraciones de nuestros popes y caudillos que en nombre de la santa representación que ejercen, ligan las trompas de Falopio de las mujeres (sin siquiera comunicarles de la realización de los procedimientos en sus cuerpos) de bajos recursos como sucedió en el Perú, o determinan quiénes cobran y quiénes no, en sus respectivas administraciones en donde siquiera existe dinero para inventar que él mismo, podría surgir de otro lugar que no sea del estado.
La política se termina constituyendo en la administración, de recursos, de expectativas, de rechazos y de impedimentos. Nada más y nada menos que esto.
El estilo, la impronta, las maneras, se configuran en las vestimentas que cada gobernante puede llegar a utilizar para presentar sus formas de manejo. La articulación sobre todo de los esquemas de poder, es decir quiénes seguirán perteneciendo, los que ingresarán, como los que saldrán del mismo y no tendrán entrada en un nuevo orden de cosas.
Bien podría decirse que una continuidad con cambio, como las que nos compete en nuestra realidad vernácula, tendría una tranquilidad asegurada y confirmada.
Sin embargo, el recuerdo, del que se ha ido sin marcharse (pues se constituye en senador provincial, un rol clave en el entramado del poder, es decir ni siquiera se fue como diputado nacional, alegando que nunca le gusto tal rol) y que debe regresar, agiganta, precisamente, la diferencia, natural, de las formas y los detalles.
Las sonrisas que a uno le sobra, son las que al otro le faltaban, como las charlas con opositores con los que el otro, públicamente destrataba. En el medio, impertérrito el gabinete. El armado del poder provincial, que parece ser el blasón de la continuidad, la letra en sangre de un pacto que consagraría conmemorativamente el viejo adagio de que “se rompa pero que no se doble”.
Por el momento, vuelve Ricardo, envestido bajo el manto de Senador Provincial, teniendo que resolver sí asume el mando simbólico (el real ya lo tiene, claro está) al figurar o no como autoridad en la cámara que entre tantas cosas, le sugiere al gobernador la conformación, como la remoción de los integrantes del poder judicial.
Este es el verdadero gabinete, del que no se habla en lo público, que esconde el poder real, en donde se podría liberar la batalla entre el ex y el actual.
Los ministros y funcionarios, muchos incluso capas geológicas que llegaron desde la militancia en la franja morada cuando el radicalismo era solo eso, mesas en facultades, y que sobrevivieron el delirium tremen del Arturismo (siendo funcionarios claro está) tienen determinado esto mismo, que pueden hacer todo desde la gestión, más no así desde el poder, no les corresponde, tampoco les interesa, y está muy bien, la maquinaria funciona, a la perfección.
Que el cronograma de pagos sea anunciado por un Ministro o enviado por un tweet, es a las claras las sustanciales que diferencian, desde lo público a uno del otro.
Sin embargo, el retorno, el cese del período estival, de la vacancia de enero, modifica, cambia, un cambio de verdad, el escenario político, algo que incluso excede a ambos protagonistas.
Claro que serán ellos, los grandes protagonistas, de cómo continúe este tramo de la política local, y entre tantas herramientas que poseen, de cómo y quiénes sean los que lean las entrelíneas del poder, y cómo, dónde y porqué las comuniquen.
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