6 de febrero de 2018

Los psicoanalistas: profesionales liberales.

He aquí la declaración que Jacques Alain Miller hiciera en Bogotá, en el seminario que sostuvo en 1998. Los analistas “somos profesionales liberales”. Dejemos la consideración genealógica, que nos lleva a los hombres libres de la Antigüedad, o la distinción medieval del trívium y el cuadrívium. Más bien entremos al sentido de aquel dicho, cuando se separa del “consejero del príncipe”, del experto, del spin doctor.
El discurso del amo contemporáneo –su gestión “biopolicial”- convoca con urgencia lo “psy” para instrumentarlo a título de “salud mental”. Miller advierte -en las Conclusiones de PIPOL V- que el mismo psicoanálisis arriesga ser desvirtuado. Por tanto corresponde a la Escuela ocuparse de “superauditar” las distintas aplicaciones del psicoanálisis a los otros esfuerzos con lo imposible: el educar, el curar, el gobernar.
Pero, asumamos con optimismo o escépticamente el espacio que se abre para el psicoanálisis “aplicado”,  la cuestión central gira en torno a  las condiciones para la práctica del psicoanálisis como tal. Aquí vemos incongruencias en el propio país de los analistas, cuando se trata de postular  críticas al orden social en el que se inscribe su labor. Llueven dardos muy agudos contra la coalición de la ciencia y el mercado, contra las miserias del sujeto en el entramado de la globalización capitalista, se apuesta para que el lacanismo de un soplo resucitador a la izquierda -sin especificar nada que no sea la utopía renovada por Negri, en una vía que saliendo de Spinoza, pasando por Foucault, concluye en Deleuze y Guatari, para soñar en una producción inmaterial que no sería expropiada por ningún amo-. Eso cuando no, en el colmo del desconocimiento, se supone que una nueva luz alumbra desde los populismos latinoamericanos. ¿Se lee bien  lo que estos caudillos  prometen,  en medio de sus ya cumplidos autoritarismos, de su monopolización de toda comunicación, de su acumulación de poder y su ejercicio de ogros filantrópicos? Es la demagogia más rampante la que llena los “significantes vacíos”, que los expertos de la propaganda manejan a su conveniencia.
Los proyectos socialistas del siglo XXI  anhelan eliminar el dinero, acabar con el mercado, convertir a todo el mundo en becario, en funcionario estatal, en beneficiario de un plan que supone hacer corresponder la producción con las necesidades. En esta concepción la presencia del analista es indeseable,  un signo inquietante y desestabilizador del ideal igualitarista.

 

Sin la ciencia no habría psicoanálisis, y tampoco lo habría sin mercado y sin dinero que permita a cada cual elegir en él. Bien dice Fernando Mires: los enemigos de la modernidad –y de ella es parte el psicoanálisis- han sido la restauración católica, el socialismo estaliniano (no hay otro), el nacional-socialismo y el islamismo. A todos ellos les repele el uno-por-uno, ajeno a cualquier fidelidad de masas. 
 
Por Antonio Aguirre Fuentes.
También en: http://estudioslacanianosecuador.blogspot.com.ar

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