21 de enero de 2018

La foto debajo de la lluvia.-

Conceptualmente se trata de una práctica demagógica. Esto no significa que quién la emprenda o caiga en ella, tenga, necesariamente, malas intenciones para con la ciudadanía a quién gobierna. Posiblemente tenga que ver, con la responsabilidad de haber caído en otra práctica funesta, la del nepotismo u amiguismo, de haber plagado de funcionarios o asesores, sin aporte crítico y desde otra perspectiva, que no sea la apofántica de siempre confirmar o ratificar lo intuido por el líder en cuestión. De esta manera, este mismo, cae en una suerte de escalón, o peldaño, que lo pone más cerca de las deidades que de lo humano, de allí que crea que sea positivo que se lo vea recorriendo barrios o zonas anegadas para estar junto al vecino, cómo si esto operase como una suerte de talismán o de efecto placebo, que desperdigado en las redes sociales, posiblemente mitigue cierta sensación de ansiedad, pero que jamás ira al fondo de la cuestión. Peor aún, como el viejo adagio, sí este mecanismo es utilizado regularmente, el remedio será peor que la enfermedad. Se creerá, tal como por ejemplo operan las drogas sociales y las narcóticas, que por un consumo que oblitere la mala espina del momento, y por más que no se resuelva nada, la sensación de que no ocurrió algo de magnitud que no pueda contrarrestar una foto bien semblanteada, bajo la lluvia, con los pies en el barro y con gente pobre o carenciada en derredor, generará un mal uso, una mala costumbre, la repetición de tal engaño que terminará constituyéndose en el habito adictivo.

Así lo testimonian, de hecho y como ejemplos contundentes, que no se trata de un mal en el que solo caigan frentes, partidos o políticos de un determinado color, facción o sector. De hecho, los ahora opositores que alguna vez fueron oficialismo, se pelean por subir a las redes y los medios que controlan, las fotos en donde se los ve a ellos mismos, en días de lluvia, mojados, con o sin pilotos, caminando o en camionetas ploteadas con sus nombres, siempre asistiendo a gente pobre, sufriendo la ineficacia de un estado que los tiene solo para eso, para la foto o para las elecciones.

Está bien, que los partidarios de estos ex, banquen la ridícula disputa, que se llenen de expresiones como para narrar lo inenarrable. Que fulano o mengano, agarraba mejor la criatura, que no ponían cara de asco al llenarse de mocos o de piojos, que salían más temprano, a oscuras o permanecían más tiempo, en los barrios, con la gente, haciendo lo que tenían que hacer o el menos acompañando, humanamente.

Se los entiende a estos, como a los actuales, que se trencen en esta discusión sin sentido. Cobraron y cobran bien, sólo para esto mismo, para adornar a sus jefes, para sostenerlos en la ilusión de que la estancia en el poder los hace seres semi-divinos, sempiternamente.

Pero claro, estamos nosotros, que por más que seamos considerados escorias, para los lugartenientes, a quiénes, insistimos, entendemos hasta afectuosamente, solo dejamos testimonio para que, la dosis de humanidad que el poder les hace perder, cada segundo a quienes gobiernan, no se evapore totalmente o con gran facilidad.

Los actuales gobernantes, como los futuros, deben saber, probablemente lo sepan, pero no tengan demasiados que los respalden en este entendimiento, que además del ejercito de hombres y mujeres que les festejan las fotos en la lluvia, para dar esa competencia sin sentido con los anteriores, el efecto placebo, es peligrosamente narcotizante.

Esta práctica demagógica, debe empezar a perder buena prensa, debe ser seriamente cuestionada, para que más temprano que tarde se la abandone definitivamente.

De lo contrario como lo dijimos seguiremos atacando los síntomas, sin ir a las causas, cambiando fotos y vestimentas y temiendo, como en tiempos inmemoriales, a la lluvia, al temporal o a una inclemencia que desnude la falta de razón y de inteligencia, persignándonos a un tótem, llamando a un chamán o hasta realizando conjuros o sacrificios oscuros.

Un gobernante no puede sacarse una foto en un día de lluvia, porque esa foto, a esa hora, en ese lugar, significa que no estuvo en tantas otros lugares (incluso en tantos otros barrios en similares características) que lo precisaban con mayor necesidad que en tal pose para la foto, que luego, será diseminada por el ejército de seguidores, que para mal de males, en vez de contribuir con esa diseminación, la socava de sentido, pues, se concluye, que tal visita debajo de la lluvia, fue tan solo para eso, para ese práctica, para esa guerra con los otros, que terminaron perdiendo elecciones, haciendo precisamente lo mismo, estando debajo de la lluvia en barrios carenciados.

Un gobernante debe saber lo que la gente necesita, no lo que pueda querer circunstancialmente. Sí un gobernante no tiene en claro esto, entonces andará a tientas y a locas, preguntando a todos los que pueda en todos los lugares posibles (cayendo en la trampa encima que esto es imposible) sí quiere cambiarse de barrio, sí quiere cambiar de casa, sí quiere cambiar de trabajo, sí quiere cambiar de esposa o sí quiere cambiar de ciudad.

Lo más probable es que quiera cambiar de político. De hecho la Ciudad de Corrientes, nunca reeligió a ningún intendente. Los cambia, entre tantas razones, porque hacen, con estilos distintos, lo mismo. El caso de las fotos en los días de lluvia es contundente.

Probablemente no cambie cuando alguno haga algo distinto. Y sí de ejemplos hablamos, para los amigos que están peleados con las palabras, o lo que es aún más inentendible, que se las agarran con los alquimistas que las usamos, daremos el último y más fehaciente.

El último gran actor político, actual senador provincial, debió de atravesar innumerables tormentas, tragedias y demás estragos a lo largo de tantos años en la cima del poder.

La foto que hacía circular era la suya, junto a algún ministro nacional, o varios de ellos, en el helicóptero provincial, sobrevolando las zonas de desastre.

Ninguna imagen era más necesaria que esa, ningún acto demagógico podría haberle dado tanto capital político, como se lo daban estas instantáneas, que lo mostraban como lo tienen que mostrar a un gobernante, en el ejercicio más puro y efectivo del poder (el que impacta en los planos, real, imaginario y simbólico)

El hombre debe andar, en sus merecidas vacaciones, y pese a haber dejado a muchos de los que lo acompañaron como ministros, y funcionarios en provincia y municipios, estos funcionaban en “modo Ricardo”.

El chip cambió y los equipos o se adaptan a las nuevas formas, o las formas deben incorporar otros equipos o de otra integración. No habrá foto que resuelva esta aporía, esta encrucijada, es la decisión que deberán tomar los actuales gobernantes, de lo contrario, más temprano que tarde serán cambiados, indubitablemente, arrastrados por una lluvia, un chaparrón o un temporal.

 


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