8 de enero de 2018

El futuro del político es el totalitarismo político.

El continente aislado de la praxis política (partidaria) donde las acciones son fundadas desde la fantasía, el método de aislamiento fantasioso tuvo y tiene un resultado final excelente para sus progenitores, las fantasías políticas tienen aceptación popular y se piensan así mismas como realidades tangibles, el discurso fantasioso es creíble y mientras tanto, infecta el resabio de memoria democrática que al hombre en cuanto tal le resta.

Introducción. Primera Parte. 

Para trasformar fantasía en realidad sucede que se precisan de dispositivos sofisticados con cualidades de adivinación y providencia, la fantasía política debe ser providencial, fundadora, divina, iluminada. El continente de lo político se mantiene protegido de cualquier agresión exterior de quebrantamiento con un ejército destinado a cerrar filas y no dejar entrar la verdad o la realidad, es un linaje creado, criado y educado a tal efecto, que en el plano de lo terrenal se hacen llamar militantes, gestados desde una frontera agonal de linajes que mensura el bien del mal en un pase mágico de división extrema de todo aquello que nunca estuvo dividido.

 

Al decir de Virus: imágenes paganas, se desnudarán en sueños, un mundo cerrado y autosuficiente, donde el partido es el pulmotor y la Iglesia del subterfugio, el evangelio de la promesa del por-venir de buenaventura que nunca llega o tal vez no debería asomar jamás, las manos sirven para indicar con los dedos la cruz sagrada o al prosapia a la que se pertenece, la marca de agua de la originalidad berreta y plana. Difunden una mitología de aproximación a la fantasía que siquiera Lewis Carroll se hubiese imaginado, tan perfecta y perversa en la misma escena. 

 

La política tensiona como un peaje pontificio entre el bien y el mal dependiendo de qué lado del puente se encuentre el tercero destinatario final del evangelio, por aquellos mismos que la difunden por función vertical que identifican en ella su espiral genética o de intereses que contagia a los que la reproducen desde la ingenuidad más esperanzadora y justificada.

 

Una imagen pagana, útil y necesaria que encubre una mentira inscrita en el suelo de la conquista electoral, frágil como el territorio donde se funda el sujeto político de trinchera, condenado,  por su razón de ser a sostener en el discurso de mitin ser siempre la primera fundación. Bien lo dice Mircea Eliade: no se trata de la veneración de una piedra o de un árbol por sí mismos. La piedra sagrada, el árbol sagrado no son adorados en cuanto tales; lo son precisamente por el hecho de ser hierofanías, por el hecho de mostrar algo que ya no es ni piedra ni árbol, sino lo sagrado, lo ganz andere.

 

Si en algún momento de la historia la lucha política fue por la libertad y la democracia, hoy se presenta en el terreno de la conquista de la totalidad, el totalitarismo político es dueño de este tiempo. Slavoj Zizek escribe, en la película de los hermanos Wachowski Matrix (1999) lleva esta lógica a su climax: la realidad material que todos experimentamos y vemos es una realidad virtual, generada y coordinada por un ordenador gigante al que todos estamos conectados; cuando el  protagonista despierta a la realidad rea, se encuentra con un paisaje desolado salpicado de ruinas quemadas: los restos de Chicago tras  una guerra global. El líder de la resistencia, Morfeo, le brinda un saludo irónico: Bienvenido al desierto de lo real.

 

La democracia liberal tiende hacia las decisiones racionales dentro de los límites de lo (que es percibido como) posible; para gestos más radicales, las estructuras carismático proto-totalitarias con lógica plebiscitaria, en las que uno elige libremente las soluciones impuestas son más eficaces. La paradoja a asumir es que en la democracia, los individuos tienden a permanecer pegados al nivel de adorar los bienes a menudo sí se necesita un líder para estar en capacidad de hacer lo imposible. El líder auténtico es literalmente el único que me permite efectivamente escogerme a mí mismo la subordinación a él es el mayor acto de libertad, finaliza Zizek.

 

La llanura de lo real, del hoy más acotado posible, solo se sostiene políticamente en la totalidad de la voluntad y la acción, no hay manera de sostener un sistema político fundado en la contracara de la democracia si no es por medio de la acción totalitaria, el aditamento de las instituciones diseñadas para cercenar y no incluir que en su composición se encuentran como operarios a los individuos que conforman el sistema político, una suerte de planeta gravitando en soledad de su pueblo que la viven y participan de ella con total desapego.

El futuro del “político” está  sin dudas en el totalitarismo maquillado en el discurso pagano de la participación ciudadana, de hecho, es la mejor acción política hoy día.

 

Por Carlos A. Coria Garcia.

 

 

 


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