¿El único lugar para los peronistas es la Cárcel?
Ser un reflejo fehaciente de una expresión de la Argentina, que repele al peronismo, por una cuestión de piel, como lo hicieron en otras épocas con los cristianos, con los judíos y nos lo hacen camuflados en el extremismo islámico a los occidentales, es como menos xenófobo, discriminador y preocupante.
Se le puede perdonar, se le perdona, el comentario que atrasa, a la madre del nene en el colegio privado, otrora reina de la comparsa más prestigiosa, casada con el eximio profesional, también porque no a la abogada cultora de la meritocracia, de padres que apoyaron todos y cada uno de los golpes de estado. También se le puede perdonar, el mismo tino y tono de comentarios al estilo “porque estos peronchos choriplaneros no van a trabajar” a la doméstica que ganaría más realizando un oral en la oficina, pero que sostiene su dignidad(que palabra más funesta) y por sobre todo el plano de su realidad imaginaria, como si fuesen el calco de las empleadas de Jean Genet, (viven probándose los trajes y la vida de sus patronas, esas vidas y trajes que nunca tendrán, pero que las obliga a adoptar sus pensamientos y sensaciones). Pedimos perdón esto lo que acaba de leer es la vieja política, las viejas nociones y articulaciones, pero lamentablemente, ni el gobierno nacional, ni el provincial ni el municipal capitalino, hicieron algo hasta ahora, para leer la política desde otro lugar que no sea esta grieta pendenciera que se iniciara hace más de medio siglo atrás.
Ocurre, sucede, acontece, que sí bien es innegable que el peronismo como definición política y como sentimiento, tiene un inocultable problema con confundir lo público con lo privado, sobre todo cuando ejerce poder, no por ello, y sobre todo si no se es peronista, algo se debe hacer para cambiar precisamente y cambiar, para bien, porque no, a algunos peronistas.
Es decir, si se dejan las cosas como supuestamente estarían, los peronchos ladrones, rateros, negros tumberos, afuera del poder bajo el slogan que nunca volverán, repetiríamos lo que sucedió con Perón y con Menem. Es decir de estos dos, se decía lo mismo (gobiernos colosalmente corruptos y corruptores) y por sobre todo que nunca regresaría una expresión semejante. Doce años de Kirchnerismo nos deberían hacer pensar que, obviamente, el peronismo regresara al poder no porque sea expresión de deseo de un grupo, sino porque representa un modo de vivir de un alto porcentaje de la población argentina.
El 30% de pobres que administran peronistas o antiperonistas, se diferencian en su administración, en que básicamente con el peronismo, tienen el pancho, la falopa y el plan y con los otros la reducción a la servidumbre para generarle más ganancias a los que más tienen. A ninguna de las dos expresiones de poder, les interesa, o pueden, hacer algo para que la pobreza deje de ser tal. Los pobres cada tanto se cansan de tanta adicción (casi como mecanismo de defensa) les da culpa (producto de la religiosidad de nuestro pueblo) y se pone bajo la égida de quienes le prometen sangre, sudor y lágrimas para concentrar la ganancia que antes se la llevaban en nombre del peronismo y que ahora las giran a paraísos fiscales.
No es un discurso decadentista, es la realidad. Sí algo podría haber hecho alguien, son precisamente los recientemente electos, gobernador e intendente capitalino, no peronistas, para muchos con la tentación de verlos gorilas y antiperonistas. Todo podría haber resultado tolerable, aceptable para el poder, sin embargo, después de la aprobación de las leyes de reforma previsional y tributaria, las cacerolas empezaron a sonar, las piedras eran una obviedad que chocarían con los escudos policiales. Parte de ese electorado, que se dice gorilón, que le hace bullyn al choriplanero, sin embargo, es el que en el cuarto oscuro, en el 2019, podría emitir un voto vergonzante que unja a un peronista, nuevamente al poder central y sí no es en tal oportunidad lo será en años más.
Esto que antes de las cacerolas, parecía impensado, es decir que el presidente no Peronista viera amenazada parte de su base electoral podría afectar seriamente sobre todo a Corrientes.
En una hipótesis, ahora con margen (por más que sea escaso, pero margen al fin que antes no existía) de que el peronismo, recobre el poder en 2019, tanto el gobernador como los intendentes no peronistas, tendrán que congeniar a mitad de mandato con hombres y mujeres pertenecientes a la simbología y sentimiento de Evita y el General.
Sí llegara tal momento, se arrepentirían tanto de no haber dado un guiño, de mayor amplitud, de no tanta arrogancia, ni empacho de poder, de atestar de no peronistas todos los lugares del manejo de la cosa pública, de dar a entender con tal borrachera politiqueril (de hasta agarrar la guía telefónica para designar funcionarios que apenas tuvieran domicilio en Corrientes, antes que designar un peronista) que el peronista tiene “sarpullido inglés” (de lejos parece sarna, de lejos es) que el peronista es lo que piensa, siente y cree la señora de buen vestir que con un dejo de inhumanidad cree que el peronismo es una enfermedad como la rabia que debe ser exterminada a razón de exterminar a quién la porte.
No se trata de enconchabar un par de peronistas para edulcorar gestiones, para hacer gacetillas y presentarse más amplios (esto también podría ser un capital político), se trata de algo mucho más grave y preocupante. Que los espacios que sobran en todas las esferas de poder, tras el alineamiento astral de nación-provincia-municipio y que siquiera son ocupados por un ramillete de peronistas que seguramente fueron funcionales electoralmente, habla a las clara de que como sociedad política no hemos avanzado, en el mejor de los casos, retrocedido.
El peronismo es parte de nuestra cultura, la única manera que aprenda a ser oposición y una expresión mejor de sí mismos, es que lo ayuden para tal fin. Sí se está en el poder se puede hacer mucho por esto mismo, que en definitiva redundara en un beneficio para la comunidad toda. Reducir el peronismo (incluso sí hasta así fuera) a una expresión de cabezas, ladrones, sinvergüenzas y portadores de una rara enfermedad, es la fórmula aplicada por los totalitarismos más criminales para hacer el mundo más sanguinario, injusto y sectario, hacer posteos, comentarios, en redes sociales, sea uno un particular, comunicador o lo que fuere, apoyando estas expresiones también. Ni que hablar que teniendo la suma del poder público no tener la grandeza cívica de dar a ciertos peronistas la posibilidad que le demuestren a la sociedad que pueden ser otra cosa además de ladrones.
Por Peroncho
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