Las paradojas de los ex funcionarios.
Forster podría hablar, como lo habló y habla (hasta el hartazgo) de neomarxismo y de procesos eurocéntricos que siempre fueron de consumo de las élites latinoamericanas que en el nombre de la pobreza de sus compueblanos se permitieron y permiten, hablar de proletarios, cuando en nuestras tierras apenas sí existen sujetos, y una especie de sistema pre-capitalista es tan lejano como la semejanza que otros nos quieren hacer ver o sentir con respecto al feudalismo europeo.
Ocurre, sucede, acontece, que en la borrachera del poder, cuando la gran vara, mágica y poblada unívocamente de lo arbitrario y discrecional, unge a tipos que deben ponerse el traje de defensores de los gobiernos que utilizaran excusa cualquiera para administrar pobreza, uno termina diciendo cualquier cosa y cuenta con una ristra de medios, plataformas, amigos u hologramas que repiten, reproducen y aplauden aquellas barbaridades consagradas en nombre de los excesos en los que transforma el poder a sus víctimas.
Este señor como tantos otros, termina dándose cuenta en lo que lo han transformado, tiempo después, cuando la opresión perversa y diabólica de los aires soberbios del poder, lo arrojan al esperpento del vacío, cuando pletórico del efluvio desechado, acaba, arrumbado, en un basurero a cielo abierto, como un preservativo usado, distribuido gratuitamente en algún rincón del conurbano.
Esta es la libertad y las paradojas de las que nos habla, en términos marxianos o marcianos, para los millones de pobres, a los cuales su gobierno les privo de tantas cosas, pero sobre todo de la posibilidad de ser humanos.
En las logomaquias en las que puede inmiscuirse, siempre con europeos excéntricos de buen paladar cultural, a los que en uso de su función pública les granjeo encuentros, charlas y demás disposiciones del estado por el administrado (en una mínima parte), mientras que a metros de su despacho, la libertad solo podía ser condición de posibilidad, en caso de haber tenido el sujeto la chance de alimentarse y formarse orgánicamente, encuentra este paladín de las primeras y últimas causas, tanto a Zizek como a Baudrillard, seguramente para fagocitarse en el aplauso fácil de los amigos y queridas que le habrán quedado, y que seguramente benefició estando en el poder y que son libres de creer que pronto van a volver.
Sí por el gataflorismo de creer que nada de lo que se hace estará exento de críticas, no podemos dejar de soslayar, que tal como la justicia, se actúa o se dice, tiempo después. Bajo el axioma de no hacer leña del árbol caído, no son pocos que creen que estas exposiciones son válidas cuando los protagonistas están en la cúspide del poder.
No solo que lo hemos hecho y que tal vez, los que así piensan, en aquel entonces no repararon en estas palabras, o no le dieron importancia para no estar cuestionando al poder, sino que lo cuestionable es aquello de que no se puede criticar tiempo después, o no es conveniente hacerlo, cuando en verdad tal vez sea lo mejor, dado que el espacio es distinto y por ende el fenómeno, más no así el poder, pero sí lo que ha generado.
Para pasarlo en limpio, esta desiderata puede leerse, para actuales funcionarios, para ungidos recientes, que enfrascados en otros laberintos que los de nuestro protagonista, tiempo después se puedan preguntar por la libertad, sin reparar que sí no hicieron nada o muy poco, para que estando en el poder, sean menos los pobres o que más tengan la posibilidad de salir de tal condición, caerán en saco roto, rotulados como perversos, sádicos o en su defecto tontos o pavos, que teniendo la posibilidad de algo, y la suerte de haber sido designados, se tropezaron en la feria de vanidades en las que muchas veces se terminan arruinando hombres cultos, leídos, esforzados, sacrificados y preparados al tomar el traje, que siempre es temporario, de funcionarios.
PD: La nota hace referencia a un artículo firmado por Ricardo Forster intitulado “Las paradojas de la libertad”.-
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