Más que el liberalismo moderno, Eli es la expresión de la política moderna.
Eli, dentro del selecto grupo de partidos que no pueden ser catalogados como meros y hueros sellos de goma, o pymes electorales como se las define desde lo más granado del poder a las expresiones políticas que sólo son aventuras mercantileras de avivados de turno, se adueñó a fuerza de actos, sustanciados en principios políticos, del concepto de modernidad, logrando traspasar la frontera liberal que se impuso desde su irrupción o nacimiento.
Eli expresa la concepción moderna del liberalismo, porque se define, hasta en sus manifestaciones más cotidianas, como garante de la institucionalidad democrática, algo que como expresamos no siempre se soslayó por parte de quiénes se declaraban liberales pero para ello apoyaban o formaban parte de expresiones totalitarias en los oscuros pasillos de lo más olvidable de nuestra historia.
Eli expresa la modernidad de la política en general, no sólo por la composición escenográfica y teatral de sus puestas en escena públicas, sino más que nada, porque sí bien para su existencia hubo de ser condición necesaria el aplomo y el criterio político del líder que tiene, tampoco es condición suficiente o excluyente.
Eli es más que su gestor, que su coordinador, que su alma mater. De no haber sido por él, ni hubiese existido, como tampoco está conformando el espacio político para que se extinga ante la suerte personal que corra uno o unos cuantos de sus fundadores o insignes.
Eli es una de las pocas expresiones políticas que respeta el emplazamiento constitucional de que los partidos son instituciones fundamentales del sistema democrático, manteniendo de sus fuentes liberales, una de las metodologías más prácticas, efectivas como democráticas para el cumplimiento de la indispensable democracia interna: la elección de sus candidatos mediante convención partidaria.
A contrario sensu de lo que podría creerse, irreflexivamente, la disposición de elegir candidatos internos mediante voto directo de afiliados e independientes, en latifundios en donde la dádiva, la prebenda y el clientelismo son moneda corriente, en vez de consolidar la democracia, la socava. Ni que decir, sí los partidos políticos tienen en sus cartas orgánicas esta disposición o incluso están impelidos por ley (como las PASO) para realizarlas y siempre encuentran un recoveco legal o pragmático para que lo de la democracia interna de los partidos sólo quede como definición semántica o mera expresión de deseo.
Eli sigue en la construcción de un hormiguero de proporciones que sólo las hormigas que las construyen las pueden llegar a dimensionar.
Eli no asienta sus prácticas políticas ni en cataratas de gacetillas de prensa, ni en operadores u operaciones mediáticas, sin que esto no signifique que haga un uso, serio, responsable y moderno de la lógica de comunicar y de la importancia de los medios.
Eli tendrá como desafío inmediato el desenvolverse en el escenario político correntino, que cada vez lo tiene más en su centralidad, en la columna vertebral de la política que trasunta tanto las definiciones del poder que muchas veces se desconocen o se conocen más tarde, como las de las acciones públicas que tienen traducciones más inmediatas o visibilidades más extensas y amplias.
Eli no negocia políticamente con el bolso en la puerta, para estar presto al portazo en caso de no cerrar convenientemente la continuidad de una sociedad política o alianza, dado que Eli tiene las llaves de la propiedad en común, dado que Eli se fue ganando la libertad política de poder constituirse en un actor central de la política correntina, al que deberán respetar como tal (y como casi ninguna otra expresión en el concierto actual) dado que por lo bajo de las tierras seguras en donde podrían estar pisando hombres de poder que no perciban esto, caerán en cuenta más temprano que tarde, de lo profuso, extenso y horizontal de un hormiguero que ya modernizo el liberalismo y avanza para modernizar la política y todo lugar donde ella lo lleve.
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