21 de noviembre de 2017

Bájate la aplicación “Qué te da la democracia”.

“La democracia descansa efectivamente en la idea de una igualdad ante la ley, pero nunca es tan radical como la igualdad ante la regla. Este sueño de una democracia radical obsesiona a todos los jugadores, y convierte todas las formas de juego en una atracción fantástica en todas las épocas, en particular para las clases medias y populares, como refugio de una exigencia desencantada de democracia social…El juego no nos libera de los condicionamientos (ya que aceptamos el condicionamiento, mucho más riguroso de la regla) nos libera de la libertad. Perdemos la libertad si ya sólo la vivimos como realidad. El milagro del juego es hacérnosla vivir, ya no como realidad, sino como ilusión; ilusión superior, reto aristocrático, a la realidad. Porque la realidad es democrática y la ilusión aristocrática” (Baudrillard, J. “El intercambio imposible”. 1999. Pág. 71).

En verdad todos queremos de nuestra democracia cotidiana que nos brinde algo que a otro no. Sea un beneficio, un turno antes, un conchabo, su continuidad, el que interpela por la igualdad lo hace porque siente que otro tiene más que él, no mirando que tal vez tenga mucho más que otros, que si quiera tengan la posibilidad de reclamar, o de pensar en emitir un reclamo.

En tiempos en donde la valía del ser humano pasa por ver qué tipo de dispositivo móvil puede tener para sí (en donde todos terminamos haciendo lo mismo, comunicando para no comunicar, es decir el vacío del sentido de subir las fotos de vacaciones, en el casamiento, como en la cena, el almuerzo, la merienda, el baño, entrando, saliendo, durmiendo…) la multiplicación de talentos y creativos se dispara para ver que aplicaciones nos permiten sentirnos, supuestamente más felices, porque apretando un botón, otros en nuestra misma situación de entes, les dan un me gusta, sin tal vez saber qué demonios, somos o significamos, hermanándonos en un piélago de sinsentido donde se abreva la máxima de mal de muchos, consuelo de tontos.

Sigue diciendo el autor arriba citado: “El amo ha desaparecido, sólo quedan siervos y el servilismo. ¿Y que es un esclavo sin amo? Es el que ha devorado a su amo y lo ha interiorizado, hasta el punto de convertirse en su propio amo. No lo ha matado para convertirse en amo (eso es revolución) lo ha absorbido sin dejar de ser esclavo, incluso más esclavo que esclavo, más siervo que siervo: siervo de sí mismo. Es la fase definitiva de su servilismo que, de regresión en regresión se remonta hasta el sacrificio” (Ibídem, pág. 62)  

La libertad que antes nos la era imposibilitada por el totalitarismo se redujo a esta expresión de liberación en donde todo es lo mismo y la norma, o la ley, sólo es de cumplimiento efectivo para quiénes algo tienen que ver con ella, en su conformación como ejemplaridad; (políticos y poderosos). La democracia no ha sido la posibilidad de salirnos del totalitarismo, dado que mediante ella, estamos inmersos en la anarquía de que todo podría ser posible, salvo la posibilidad misma de elegir qué es lo mejor para cada uno de los ciudadanos, miembro o parte de determinada comunidad.

Es decir, la política tendría que ser prioritariamente, antes que estas definiciones de oficina, de gobernanza, de gerenciamiento sofisticado o tenue, de reformas de impuestos, de tributos, de distribución de semillas o de preservativos,  de si se hace el puente, la ruta o la escuela o el hospital (todo esto se haría más allá de la política, de lo democrático y de la política, por el mero hecho de la humanidad organizacional que trasciende lo metodológico) la propuesta de qué puede hacer el ciudadano en este estado de cosas, en donde depositar o generar valor, colectivo o grupal, como para disponer de una política en consonancia a prioridades (redefinir las formas y la ética del trabajo, antes que forjarle la vieja antinomia de horas y pagos) de acuerdo a donde trasunten los intereses de cada comunidad en cierto momento dado (tal vez algunas pretendan organizarse bajo sistemas diferentes como se ven en distintos conciertos internacionales).

Jorge Luis Borges en su cuento “La lotería en Babilonia” (qué algunos estudiosos refieren como una crítica a la democracia) en un pasaje, afirmaba;

“El justo anhelo de que todos, pobres y ricos, participasen por igual en la lotería, inspiró una indignada agitación, cuya memoria no han desdibujado los años. Algunos obstinados no comprendieron (o simularon no comprender) que se trataba de un orden nuevo, de una etapa histórica necesaria...”

Tal vez cuando comprendamos que la democracia les permite comer o salir de la indignidad de la pobreza a mayor cantidad de personas que cualquier otro sistema político conocido, podríamos afirmar con razón que es el menos malo o el mejor de las formas que conocemos para organizarnos como seres humanos…Mientras tanto necesitamos de quiénes nos lo digan (personas que trabajen en calidad democrática) o en mecanismos (aplicaciones que nos lo hagan creer) o en su defecto en políticos que nos encanten con sus discursos y convicciones (al parecer en desuso o extinción).

 


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