17 de noviembre de 2017

La depresión en tiempos de consumo.

Podemos decir casi sin temor a equivocarnos que la depresión es el malestar de la época en que vivimos. En la actualidad se observa en los padecimientos de los que sufren tristeza y desconsuelo.
Vivimos en un mundo altamente conflictivo donde todos tenemos prisa por llegar, no se sabe bien a dónde, pero sí de la forma más rápida posible.
La competencia es atroz, el núcleo familiar está en crisis y el lazo social se ve atravesado por medios tecnológicos donde prima el aquí y ahora.
Si en el siglo XX, el padre con su reinado simbólico producía una suerte de ordenamiento con relación al goce, hoy estamos en presencia de lo que se podría llamar la declinación del Nombre del Padre, que nos pone sobre la pista de un nuevo reinado del goce, el cual toma diversas formas en consonancia con la subjetividad de la época.
La depresión en tanto fenómeno se ha expandido tanto como las ofertas farmacológicas del capitalismo que nos engloba. Más allá del hecho de que la psiquiatría da prioridad a los trastornos del humor, parece existir un nexo particular entre la época en que vivimos capitalista y neoliberal, y la llamada depresión. Se nos vende la ilusión de que los objetos del mercado de consumo van a completar lo que nos falta, esta falta es estructural, es decir que es imposible de colmar, en esta misma lógica se ubica la oferta de los antidepresivos. Un ejemplo de esto es la incidencia de la Fluoxetina (conocida como Prozac) hacia fines de los 80, que se la vendía como “el fármaco que prometía la felicidad”.
Planteo esta coyuntura: La enfermedad precede a la aparición del psicofármaco o el psicofármaco crea la necesidad de la enfermedad.
Para el psicoanálisis en cambio se trata de “escuchar al sujeto de la palabra”. El sujeto susurra la falta que lo constituye con diferentes tonalidades y el síntoma se aviene como correlato singular que le posibilita modificar la relación con eso que lo hace sufrir.
En 1915 Freud presenta en su texto “Duelo y melancolía” un largo recorrido para esclarecer la esencia de la melancolía, comparándola con el duelo normal. Intenta poner el acento en la pérdida y en los modos de elaboración de la misma, en el duelo dirá que se trata de un proceso normal y en la melancolía que se corresponde con un proceso patológico.
No obstante, es necesario diferenciar la melancolía como entidad clínica de la depresión como estado.
Por otra parte, la tristeza en su condición de afecto se presenta tanto en el duelo y en la melancolía como en el trastorno del estado de ánimo descripto por la psiquiatría clásica.
Lacan formula al respecto que en el estatuto ético de la depresión se produce la claudicación del sujeto en relación a su deseo, en este punto es donde irrumpe la tristeza como una versión de goce que denuncia el dolor psíquico.
Mediante el trabajo de análisis se busca encausar el goce mortífero singular, propuesta que se relanza cada vez con cada paciente, a diferencia de lo que plantea la psicofarmacología que universaliza el tratamiento.
Para finalizar cito a Eric Laurent, quien señala “el psicoanálisis nos permite poder vivir con la experiencia de la pérdida y darnos cuenta de que hay otro modo de goce que la tristeza”.
Zulma Verón
Lic. en Psicología, Psicoanalista. Docente y Supervisora de la Institución Fernando Ulloa. Miembro de la Escuela Freudiana de Buenos Aires.

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