16 de noviembre de 2017

Militantes del oficialismo o de la oficialidad.

El partido del poder argentino, que enfrenta la paradoja de cómo reconvertirse sin estar en él, conmemorará el día de la lealtad en virtud de la gesta, parcial, pero gesta al fin, con tintes épicos (por ende trágicos) del regreso del líder tras casi dos décadas de prohibiciones. En contraposición o en verdad, complementariedad, la otra expresión política (alter ego de la primera), se apoderó de la militancia democrática. En base a su último líder moderno, conmemoran su triunfo electoral, el día de la asunción, las palabras esgrimidas como todo lo otro que prefieren (preferimos) olvidar, consustanciado con el fenómeno pura y eminentemente democrático. Unos militan la lealtad al poder, los otros la lealtad al sistema.

Los primeros se concentran más en el contenido, los otros en el continente. Se alternan en la administración del poder, tanto aquellos  poderes que nos hacen creer que elegimos como los que no (judicial). Dado que no alcanza para todos, lo que sí debería alcanzar (es lo que sostiene que somos todos iguales ante la ley, por más que no lo seamos) se crean estas ópticas distintas, enfoques y perspectivas que hacen que uno sean oficialistas en algunos momentos para que otros se complementen como opositores. En verdad todos, los que vivimos por fuera de los márgenes de la pobreza, nosotros que ponemos estas letras, usted que las lee, somos en cierta manera oficialistas (estemos o no de acuerdo con nuestra oficialidad) del fenómeno que nos tiene como humanos, apostrofados en que un gran porcentaje de otros, apenan tengan para vivir o para comer.

Así como históricamente tenemos la posibilidad de leer acerca de tantas culturas que han hecho uso del llamado sistema de esclavitud o que mediante escribas pagos, se esmeraron en justificar que algunos seres humanos tienen más derechos y prerrogativas que otros, nosotros, desde nuestra actualidad o contemporaneidad, hemos rebatido estas posiciones, creyéndonos estar situados en un atalaya en donde podemos otear, sojuzgando, al resto de nuestra propia humanidad en experiencias anteriores.

Bajo otra de nuestras grandes argucias, la del progreso, confundimos acumulación con progreso, experiencia con sabiduría y zonas de confort con vida intensa o con vida misma.

No somos mejores que los que han estado antes, ni tampoco tendríamos que haberlo sido o trabajar para que los próximos lo sean. Somos este colectivo humano, que en este aquí y ahora no tolera aceptar, asimilar, y comprender que para que algunos vivamos más allá de la pobreza (independientemente incluso que la mayoría apenas subsistamos y a pocos otros les sobre demasiado tantas veces) no pocos deben ser pobres, condenados a este oprobio, segregados en su condición, erradicados en su semántica de pobreza, de esclavitud o de términos que nos hagan reparar que para transitar en esta vida, otros tantos, la transitan o mejor dicho, la padecen, miserablemente.

Militantes del oficialismo somos todos, o los que no lo son (los pobres) pretenden serlo. Las variantes o diferencias de oficialismos, sí del poder o de la institucionalidad, enropados en tal o cual partido, apenas sí son detalles menores, para hombres y mujeres con posibilidades más amplias que las de subsistir. Pero tampoco de tal envergadura, o de tal profundidad, para encargarse de que el oficialismo alcance para todos. Lamentablemente casi todos piensan que todos los oficialismos necesitan de sus oposiciones, en este caso, de que existamos los que comemos, y que para ello deben seguir existiendo quiénes no lo hagan.

Mientras sigamos pensando y por sobre todo, sintiendo así, todo será parcial, reducido, segmentado, una humanidad apocada.

El pasar de la militancia por la lealtad, por la democracia o por la oficialidad (es decir por la unión de las dos primeras) a una militancia por la humanidad (que todos comamos) debería ser el desafío que alguna vez nos aglutine. La mayoría está en otra cosa, tal vez esté bien que así sea, quién sabe, tal vez el pobre se haya deshumanizado tanto en su pobreza que esté generando una nueva especie que contempla esta circunstancia atroz, como algo que signifique algo que sólo puedan comprender en su pobreza atroz, tal como nosotros al no hacer nada o muy poco ante esto, hemos desarrollado esta posibilidad de seguir siendo humanos a medias. 


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