6 de noviembre de 2017

De los lugares de confort o de los reductos de inanición de la humanidad.

“Cuando la ignorancia, el exceso de trabajo y los bajos salarios se combinan, no sólo el trabajador se encuentra en una condición miserable sino que las mismas clases superiores son ofendidas” (Owen, Robert). El autor bien podría ser considerado una suerte de referente de la influyente Dra. Elisa Carrió de Cambiemos dado que propugnaba la vía reformista para generar un nuevo mundo moral que abrazara una humanidad que superara la “lucha de clases” y sus interdicciones. Tal como otro socialista, el vasco Tomás Meabe, fundador de las juventudes del socialismo español, conocedor de nuestro América y autor de la célebre definición: «quisiera escribir con amor y la pluma se me torna látigo», se interpusieron a las tensiones que generaron entonces ( Meabe por ejemplo tuvo que “romper” con su familia originaria, por sus pensamientos) y brindaron al conjunto de la humanidad la posibilidad de un salto cualitativo, demostrando que lo más noble como glorioso para la estirpe humana es precisamente abandonar las zonas de “confort” de supuestas certezas, que no llevan más a que la condición anodina como apocada de la experiencia humana que se marchita de tal forma, en la ruindad de su costumbre y de sus lugares supuestamente más cómodos como confortables.

La idea o propuesta de política pública de “reformismo permanente” conlleva este desafío de envestir a la expresión político-partidaria que la abrace de un barniz revolucionario que propone a la ciudadanía toda, a la que representa, un giro copernicano en cuanto a que por lo general siempre es la sociedad la que demanda a sus políticos y no viceversa.

El gobierno nacional ha desandado uno de tantas otros conceptos, como el de la meritocracia, que en verdad, lo tradujo en la práctica en una suerte de “ceo-cracia” o gobierno de empresarios, generando, desde esta posición la sensación de ser un gobierno, sin o con muy poco sensibilidad social, cuando no, anti pobres, facilitando el viejo apotegma, de sus opositores (peronismo) de que son los únicos que cuidan, velan o tutelan los derechos de los menos favorecidos.

Desde la academia o del mundo secular maridado con aquellos, de las editoriales, se pretende explicar el fenómeno Pro, Cambiemos o Macri, desde esta parcialidad suscripta, a la que agregan, con exultante emoción que los que administran el gobierno han logrado seducir, encantar o enamorar a las clases medias o las bajas que se sienten, se pretenden o se anhelan tales.

Valioso primer paso que podría circunscribirse en la máxima política de JFK de “No piensen en lo que Norteamérica puede hacer por ustedes, sino por lo que ustedes pueden hacer por Norteamérica”.  La segunda instancia o paso, lejos de consolidar este primero o de sumar, resta y bastante. Creer, desde algún sitio mediático o marketinero que con esto es suficiente, o que las clases más desposeídas, decantaran ante la buena nueva, brindando un apoyo continuo e irrestricto sería suicida.

No podríamos desestimar tal acto abandónico de la vida, sí es que la pulsión de Tánatos no fuese tan fuerte, en política, como en la vida misma, la intensidad hace jugar sus frugalidades. Todos aquellos, sobre todo en provincias que dicen estar pintadas de amarillo, o de abrazar los cambios y la idea de reformismos permanentes, deberían agendarse como prioridad, el instalar ante sus respectivas ciudadanía que trabajarán en pos de un concepto que los traslade que los sitúe en un margen en donde desde la capacidad, el prestigio y valores ciudadanos se edifiquen redefiniciones de lo político, que reconstruyan, democráticamente la relación, el vínculo, primigenio y que les da sentido del representante con el representado.

Por esto mismo y su finalidad ulterior mentada, que es imprescindible que los lugares que puedan ocupar los hombres vinculados al poder, sea como ministros, secretarios, y demás cargos jerárquicos en el estado, obedezcan a una razón que pueda ser justificada desde una lógica ciudadana, nutrida de elementos democráticos de avanzada, y no por el contrario, contaminada de las viejas prerrogativas,  de esa política que desde el gobierno central se prometió y se acciona cambiar, que premian, estimulan y otorgan espacios y cucardas a los lazarillos, lisonjeros y aduladores del poder de turno que al otorgar esta dádiva gozosa, en vez de hacerle un favor (como tal vez lo piensen y lo crean) al poderoso que los ha situado en tal lugar, les está socavando su piso en donde sostienen tanto su legalidad como su legitimidad representativa. Para alguien que por razones familiares, amistosas o emocionales, quiera bien a  un hombre de poder, lo mejor que puede hacer, es recomendarle que se nutra, que se nuclee, que se rodee, por los que en base a la capacidad y conocimiento le puedan aportar lo mejor de cada uno de ellos para el desafío de un gobierno para todos.

 


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