¿Cómo se traducirá el “bajar el costo de la política” de Macri en el gabinete de Valdés?
Habitamos, con cierta semejanza tal vez con lo que puede estar sucediendo en otras aldeas occidentales que pretenden disociarse de sus férreos vinculados de estado-nación, tiempos o estadios muy distintos a los que se vivencian en otros distritos tan Argentinos como nuestra pertenencia a tal Argentinidad.
Es decir, en esos panegíricos llamados “medios nacionales” (que para colmo, son replicados y repetidos en los distintos que se distribuyen en nuestra comarca) la discusión, o debate, en torno a lo planteado por el Presidente, gira por claves que nada tienen, ni tendrán que ver, al menos en un futuro próximo, con nuestra realidad parroquial.
Nosotros estamos más cerca, pero no por simpatía ideológica sino por mera subsistencia, a implementar un ingreso básico universal, tal como se discute en Europa (en Suiza se plebiscito la propuesta) para que nuestra población no muera de inanición, por tanto, antes que sea conveniente, sería criminal reducir el estado u opacar su presencia. Pero esta discusión no se puede dar, dado que nuestra clase política, al estar sometida conceptual como tuteladamente por lo que sucede en la metrópoli no puede hablar a las claras y sinceramente con su propio pueblo, antes que ello, deben brindar razones, excusas y quedar bien en Buenos Aires.
Un caso es paradigmático como ejemplar. La oposición Correntina, tal como la nacional, se encuentra en proceso de reconstrucción. Hace unos días, el hermano de una intendente, de un pequeño pueblito, que antes fue incontables veces también jefe comunal, hijo del almacenero y dueño de ese lugar, dejándoles a sus hijos que gobiernan el lugar como herencia, balbuceó en medios de comunicación una idea como agrupar o juntar “equipos técnicos” u hombres para asesorar allí en las comunas donde tal partido se hizo de algunas intendencias. Nada más lejos del horror o de ese peronismo que dicen representar, que otros lugares tomen las mismas referencias y prácticas políticos-absolutistas, de que una familia en nombre del General y de Eva se hagan dueños de un poblado o lo tomen por asalto, en banda familiar o facciosa.
A este tipo de muestras de ruindad humana, vestigios de cultura feudal, como a nivel nacional, el foquismo de la degradación de la corrupción, el Macrismo debe apuntar para ocultar sus trapisondas de gestión (es decir camuflar el ajuste o achicar el estado).
En provincias como la nuestra, bajar el costo de la política, no tendría que ser (tampoco sería posible) echar personas a las calles (por más que sean ñoquis, lo expresamos la política debe empezar a discutir el concepto de que es el trabajo, en Europa se está dando está discusión de allí las propuestas de un ingreso básico universal) sino básicamente poner a los mejores, a los más prestigiosos, incluso a los que detenten una menor vinculación con la política práctica.
De esto estará tomando nota Valdés para conformar su gabinete. Habrá que ver sí lo implementa, de lo que es seguro, es que nada será menos Macrista que otorgue ministerios y lugares de jerarquía a los dueños de esos sellos vacíos de contenido como de prácticas democráticas (por más que formen parte de las reglas de juego, que pronto se cambiarán de acuerdo a lo planteado por el Presidente) por obra y gracia de que hayan repartido alpargatas, vales, esperanzas o expectativas para que el electo se siente donde se sentará. El gobernador próximo a asumir tiene por delante un desafío de implementación, o para ponerlo en términos claros, efectivo y práctico. Tiene que llevar a adelante el manual de operaciones moderno y amarillo, ese al que el gobernador que se va, le dijo que le prestara atención y siguiera en caso de duda o vacilación. Quiénes lo acompañen en sus funciones tendrán como obligación el resto, es decir el trabajo arduo y concienzudo, sí es que designa a preparados y notables, de lo contrario todo tendrá que hacerlo él, dado que sino implementa el código Macrista es porque habrá usado el viejo manual de la política anquilosada (ese usado también por el Menemismo como Kirchnerismo) de poner como hombres de estado a junta-votos profesionalizados en que la política sea un gastadero de dinero infernal que antes que resolver problemas, los genera o los agrava.
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