30 de octubre de 2017

Sin pobreza cero, lo único que tendremos en cero, será la democracia.

“Aquellos que piensan que habrá democracia en este país, pueden pensarlo en otro mundo” (Isaías Afeworki, gobernante de Eritrea.) Tan lejos estamos del señalado país Africano, como la distancia que puede existir en regocijarnos por una democracia que sólo nos viene garantizando el ser partícipes de elecciones, en donde el sistema político (cada vez más encapsulado) nos obliga a optar cada dos años. Las intenciones, de un Presidente fortalecido, tras una elección, acompañado de la oposición democrática, es un indicio que deberemos construir entre todos, para llevarlo al estadio o plano del sendero, del camino y que no quede tan solo en la intención como tantas veces.

Sí al sistema político no lo oxigenamos mediante la participación expresa, y no sólo acotada en los ámbitos electorales, mediante la participación ciudadana se continuaran vivenciando las diferentes turbulencias en los llamados procesos democráticos, que cada vez para más, no son tales, o son apenas democracias formales, apocadas, inciertas, abrevadas, apostrofadas como procesos pos democráticos que van perdiendo sus características que tal vez nunca tuvieron, como mayor participación, decisión o intervención en el poder por parte de los representados. La democracia estancada, aquerenciada, estaqueada en el postureo de lo electoral, de la jornada de votación, deviene en una suerte de Bonapartismo o Cesarismo, remozado, en un autoritarismo plebiscitario al que en todos los casos, a nivel general, deberíamos contribuir para modificarlo.

 

 

Es decir, sí no reaccionamos ante esto, o sólo lo hacemos, votando para que desde Estrasburgo se brinde un premio Sájarov, a uno o un grupo de mártires que han decido hacer de esta causa, un apostolado, estamos demostrando que Isaías, en verdad tiene razón, con el agravante de que su país, es en realidad casi todos los países donde los habitantes de los mismos creemos estar viviendo bajo el yugo de lo democrático.

 

El dictador africano citado, es brutal en su certeza y afirmación, sí no hacemos algo para modificar la realidad de la misma, lo único que nos diferenciará es que nosotros desde nuestras aldeas supuestamente democráticas, sólo tenemos de tal, la suposición, la idea o la expectativa de esa democracia en promesa eterna.

No podemos quedarnos en la semántica de un gran acuerdo nacional, de un pacto por o la épica tan anunciada y deseada de la pobreza cero. Menos, que lo táctico, es decir sí mediante el pleno empleo o la industrialización in extremis lo alcanzaremos, tenemos que dar el gran paso que expresamos como título, la cuestión es conceptual o no es.

No será posible hablar de democracia o en términos democráticos con tan elevados índices de pobreza  y marginalidad. Esto sólo lo conseguiremos con la participación ciudadana sin que este acotada a los ámbitos eleccionarios que cada vez eligen menos.

 

 

Nadie pretende que desde el ámbito de lo teórico se gobierne per se la cosa pública. Tal principio “Platónico” (aquel del gobierno ideal de los más sabios) en verdad fue una respuesta a la muerte de Sócrates (obligado a beber cicuta por propiciar, tal vez, la primera revolución de la mente, como caracteriza Robert Palmer a los textos filosóficos disruptivos) quedando como herencia maldita, para el círculo intelectual, que en verdad, desde hace un tiempo a esta parte, protege, cuida y preserva intereses facciosos y sectoriales, en donde la principal víctima, es sin duda la episteme como el logos ( Es interesante, la reacción generada a partir del ensayo de Cansino “La muerte de la ciencia política” para dar un ejemplo de esto mismo).

De acuerdo  a lo que señala, Henry Mora Jiménez, de la Universidad Nacional de Costa Rica; “El teorema de Arrow, establece que cuando se tienen tres o más alternativas para que un cierto número de personas voten por ellas (o establezcan un orden de prioridad entre ellas), no es posible diseñar un sistema de votación (o un procedimiento de elección) que permita generalizar las preferencias de los individuos hacia una preferencia social de toda la comunidad de manera tal, que al mismo tiempo se cumplan ciertos criterios razonables de racionalidad y valores democráticos”. Son cinco los aspectos que se deben cumplir o al menos no violar, para encontrarse dentro, de la caracterización de lo democrático, a nosotros, nos alcanzará, solamente con transcribir el primero: “Principio de no-dictadura: No existen individuos que determinen la ordenación de las preferencias sociales con independencia de las preferencias del resto. Nadie puede imponer la decisión social. Todos cuentan por igual (un ciudadano = un voto)”.

Alecciona Mora Jiménez, “El resultado del Teorema de Arrow concluye que no existe ninguna regla de agregación de preferencias que tenga tales propiedades normativas deseables, a no ser que las preferencias sean el fiel reflejo de las de algún individuo, denominado dictador”.

A nadie se le puede escapar, al menos los que habitamos por estas tierras latinoamericanas en donde en nombre de la democracia, gobiernos populistas o conservadores, de derechas o izquierdas, administran la cosa pública, sin resultados concretos en relación a disminuir la pobreza (un cuarto de población como mínimo o piso en cada país como promedio).

En términos puros, o duros “La democracia sería un procedimiento de amenazas y negociación, que implicaría que las expectativas se ajusten o acondicionen a las de los otros individuos. Las personas tienen que negociar, intercambiar, regatear y alcanzas consensos, bajo la amenaza del exterminio mutuo” (Henry Mora Jiménez).

Claro que esto finalmente no ocurre, por una cuestión matemática, básicamente. La principal variable que mantiene el statu quo (insistimos que lo forman tanto los que dicen no formar parte del mismo o lo critican, como los que reconocen ser sus principales defensores), de estas simulaciones democráticas, es la pobreza y la marginalidad. Mientras se tengan índices altos, aquellos que escapan de tal reducto, más chances tendrán de seguir sometiéndolos, a sus decisiones, por un mendrugo o una dádiva (básicamente en tiempos o procesos electorales) a todo un universo de individuos al que de lo contrario, los tendrían que integrar en el cabal sentido del término. En la pirámide de los decisores, están no sólo los que gobiernan o manejan la cosa pública (más familiares, amigos y socios) sino también quiénes desean estar en tal lugar (opositores) y por lógica, deben aceptar las reglas de juego para participar. Estos, en su mayoría en verdad, son meros asociados, que se reparten cuotas o cotos de caza (ciudades o municipios, o bancas legislativas, o cargos en la justicia) para sostener la legitimidad y la legalidad, en el peor de los casos, están los incautos, que creen que podrán cambiar algo, sin cambiar antes las reglas de juego, estos son los idiotas útiles, los que les salen gratis al poder y los más furibundos y acérrimos defensores de un sistema que los tuvo, los tiene y los tendrá, como esclavos, o cancerberos de los opresores a quiénes dicen combatir.

Finaliza Mora Jiménez: “La igualdad contractual se transforma ella misma en relación de dominación, y lo hace por su lógica interna, que es una lógica de compra-venta (en general, de intercambio entre valores equivalentes). Por medio de la compra-venta se transmiten poderes, y estos poderes establecen una relación de dominación que en ningún momento viola la igualdad contractual”.

La violencia sexual produce por lo general strepitus fori, básicamente dado que el accionar de índole privada (o reservada) como la práctica sexual, es socializada, a efectos de que alguien resultó víctima padeciendo como abuso de la genitalidad de otro, o siendo menoscabado/a en su propia genitalidad, perforando la cuestión orgánica, y siendo afectado/a en su dimensión moral, psicológica y humana. Esta aberración, demuestra hasta qué punto los seres humanos, podemos prescindir de nuestra humanidad, despertando la curiosidad, de los congéneres, como para exorcizar la posibilidad de que eso mismo vuelva a ocurrir.

En términos políticos, ocurre algo muy parecido. Descontando a los pobres y marginales, a los que están en el negocio, como oficialista u opositores, a los románticos o incautos que les hacen el juego, el resto observamos impávidos, como violan una y otra vez, a nuestra democracia sometida a los peores vejámenes desde hace tiempo, es tan cruenta y atroz esta situación que no haremos nada para que cambie o se modifique, solo esperamos que no nos ocurra a nosotros lo mismo, al punto de ofrecernos a besar el falo del violador para creer que de tal modo, no seremos violados, sí es que nos entregamos antes.

En estas tierras de realismo mágico, no precisamos ni nobeles, ni reconocimientos académicos, ni subversiones del orden establecido, nos alcanza con el falo del violador, que en nombre de nuestra identidad, y por habernos sacado de los dominios de la corona (y que evitaron hacer la propia, como proponían Manuel Belgrano y José de San Martín, con el proyecto de “Monarquía Temperada”) nos someten a la peor de las pesadillas de ser pobres o evitar serlo, con la condición de no hacer nada por aquellos que deshumanizados en nombre de nuestro progresistas bienestar.

“Por lo mismo que ninguna forma de gobierno es tan débil como la democracia, su estructura debe ser de la mayor solidez; y sus instituciones consultarse para la estabilidad. Si no es así, contemos con que se establece un ensayo de gobierno, y no un sistema permanente; contemos con una sociedad díscola, tumultuaria y anárquica y no con un establecimiento social donde tengan su imperio la felicidad, la paz y la justicia…La libertad indefinida, la democracia absoluta, son los escollos adonde han ido a estrellarse todas las esperanzas republicanas” (Simón Bolívar. Discurso de Angostura. 1819)

 

Por Francisco Tomás González Cabañas

 


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