La lectura es el principal combustible de la maquinaria democrática.
“No cabe sino concluir que una serie de valores democráticos, que dábamos por descontados, se están tambaleando. Valores fundamentales para la convivencia, para el respeto a las minorías y a los disidentes, para que la unanimidad no aplaste a nadie. Algo lleva demasiado tiempo fallando en la educación, y las conquistas y avances en el terreno del pensamiento, de la igualdad social, de las libertades y derechos, de la justicia, nunca están asegurados”. (“Demasiados Cerebros de Gallinas” Javier Marías). Esto lo expresa el célebre pensador Español en una columna dominical, haciendo eje en la cuestión catalana. Marías se recuesta en estadísticas norteamericanas que hablan del poco valor que las nuevas generaciones le den tanto a la libertad de expresión, como a la democracia. De estas mismas estadísticas se vienen pronunciando catedráticos tanto de Harvard como de Yale. El concebir al otro, como sujeto a respetar, se encuentra consagrado en diferentes manifiestos normativos (llámese declaraciones históricas, tratados internacionales, preceptos constitucionales o leyes) sin embargo, la perpetuación de una clase política (en las diferentes aldeas occidentales) que alienta, promueve y avala, la consecución de una orgía consumista como principal prioridad del hombre moderno, viene logrando, este resultado, del que recién ahora se empieza a mostrar preocupación.
No nos interesa nada más que nuestro goce (ni siquiera placer, que evalúa la consecución de tal instancia de felicidad, mientras que el goce no, es decir es el principio por el que actúa un adicto a sustancias nocivas para su salud en el corto y mediano plazo) la dimensión del otro, se reduce a la dimensión temporal que nos agobia, es decir el ahora. No nos damos el tiempo, de ver, ni de escuchar al otro, por ende no está en nuestra consideración.
La lectura, es decir la interacción entre pensamiento, expresión y comunicación, como manifestación del logos, alumbró como posibilidad entre posibilidades. Pueden existir tantas lecturas como sujetos. Este es nuestro desafío, tantos mundos que quepan en uno solo. El bastardear la lectura, el reducirla a un programa educativo, el que sea menospreciada por la clase política que se regodea en exaltar referencias en el tener y no en el interpretar, minan, progresiva como arteramente, lo democrático como sistema.
El tener políticos que crean e incluso manifiesten que opinar, pensar, expresar, es una suerte de divertimento menor, dado que a su, nefasto como totalitario criterio, debemos avanzar hacia una Ítaca, en donde sólo se haga y se obedezcan, caprichos ineluctables de quienes no piensan, se constituye antes que en una criminalidad, en lo habitual y usual. Esta zona de confort de la sociedad que se tolera a sí misma sin interpelarse, sus aspectos más básicos. Por ejemplo que alguien interprete que el color del atardecer es más anaranjado que violáceo.
No han sido pocos los que reaccionaron ante la imposición, saludable de la posverdad. Como si quisiesen que existiera una sola, impuesta, por supuesto, a los palazos, a los mandatos verticales por parte de otarios que manifiesten sus caprichos mediante el imponer de un poder, que les sostiene, producto del silencio de los que nada dicen ante esta criminalidad.
Es decir se ha reaccionado ante esto, pero no se reacciona ante la gacetilla de prensa. No debe existir algo tan contumaz y poco democrático como una gacetilla de prensa, sin embargo la mayoría de quiénes se dan en llamar “medios de comunicación” a lo sumo son, acopiadores seriales de este género literario tan sobredimensionado como aburrido, falaz y redundante.
Al parecer algunos en la libertad de creer lo que fuere, consideran que al ser humano le va bien con la consecución u obtención de certezas. La única que tenemos es que nos vamos a morir. Es totalmente aceptable que a muchos les guste la idea de la muerte, pero se debería respetar que a otros no. Imposible sí es que a alguien le agrade la vida, pueda pretender certezas. Nada que ha sido tan determinante, es bueno, es decir, eso mismo nos anuncia que se termina, que se acaba, que concluye, que muere.
La certeza es la muerte de la posibilidad. Cuando uno elige algo, se está perdiendo de tener todo lo que evita al elegir ese algo. Lo cierto es terrible en su dimensión concreta, en su totalitarismo absoluto del sanseacabó del punto final.
La mayoría de los filósofos concluye, hasta los que elaboraron grandes sistemas que encierran el espíritu humano en tratados, que el ser humano es poesía, canto, dado que bajo estos sones se evade la posibilidad de concluir, de terminar, de acabar, de morir.
La política, debe ser más humana, los políticos que la integran, deben volver a las fuentes de las que tan lejos estamos. Sí uno estudia, analiza, en Argentina, sus diferentes provincias, los organigramas de gobierno, son casi calcados, nunca faltan los ministerios de salud, de educación, de seguridad y demás (son diez las áreas, de similitud excluyente) salvo excepciones como Neuquén (que posee un Ministerio de Ciudadanía que ha sido tratado en una oportunidad anterior) y Salta (posee el Ministerio de la Primera infancia para mitigar pobreza estructural) casi no existen dimensiones, organizacionales que difieran en cómo organizar el estado para que una comunidad pueda desarrollarse en términos democráticos.
Urge un rincón específico del estado (llámese ministerio, secretaria, dirección) que tenga como política de estado, el que la ciudadanía lea, no en formato escolar como lo puede proponer el modelo educativo formal (perito en fracasos, además) sino de manera integral, de hecho se atacan parcialmente los síntomas (al momento de redactar esto se firma un convenio de la universidad con el gobierno para enseñar a los concejales a escribir un proyecto de ordenanza) pero no se dispone una política pública que promueva también la lectura para los propios políticos (de esta manera serán más democráticos, mientras más lecturas, mas perspectivas, más diversidad, más divergencia para luego posibilidad de consenso, de comprensión y entendimiento) medios de comunicación (dueños, trabajadores y público) como ciudadanía integral.
Los gobernantes electos, ya sedujeron a sus votantes para ser ungidos. No precisan del “cholulaje” de designar a personalidades que “caerían bien” ante un supuesto público o electorado. O lo pueden hacer, de hecho seguramente lo harán, pero no deberían quedarse sólo en esto.
De ser así, no habrán entendido nada, no habrán podido “leer” la demanda de la ciudadanía y de los desafíos del porvenir.
Se trata de leer, para repartir mejor, es decir para hacer, primero se debe leer bien, como un plano antes de la obra, o como reza el precepto bíblico, primero el verbo.
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