Proponen el Ministerio de la Ciudadanía.
Frase que resuena en los pasillos del poder: ¡Quiero un lugar en el gabinete!
Tal parece ser la frase de momento, el exordio, el pedido, la solicitud, en verdad la clemencia, el grito desesperado de gran parte de la clase política que aguarda de los popes ratificados o ungidos tras las elecciones, la decisión que convierta a alguno de ellos en el selecto grupo del funcionariado, que además de sueldo jugoso, brinda en nuestro sistema político, la consideración mediática (es decir que existas para el ámbito de la comunicación), el pago por parte del estado de nafta, oficina, celular, gastos de representación, viajes, es decir el arropamiento, la investidura de quién está un paso delante.
Legalmente, como legítimamente, el titular de un ejecutivo, sea nacional, provincial o municipal, tiene la potestad de designar sus funcionarios, sin más arbitrio que el que se le venga en gana en tal momento, por lo general utilizan, la vara de la confiabilidad (por eso abundan parientes y amigos) y el del pago político o económico (sí no entro tal como legislador o como intendente, o tal partido que cosecho tantos votos, o tal sector de la sociedad aportante en la campaña).
Claro que quizá se le complique existencialmente o individualmente decidir, entre tantos amigos (recordemos que cuando uno tiene éxito las amistades florecen), candidatos a amigos o candidatas a cualquier cosa, parientes lejanos o cercanos, asadores de magnitud, cebadores de mate inigualables, dirigentes políticos o autoridades de partidos que aportaron en el siempre decisivo distrito de Estación Torrent, los 350 votos que maneja con firmeza más que feudal, Stalinista, los consultores o lobistas que con la frase conceptual y marketinera de “equipos técnicos” se la quieren llevar de cualquier lugar para pagar el Bonarda cosecha 1980 que degustan en restó de Madero, pero debe ser que está complicación, a nuestros popes les causa un placer único, colosal.
Segunda Frase que resuena en los Pasillos del poder: ¿Y cuál es la mía, papa?
Esta frase atiborrada de vulgaridad, lindante con el argot delictivo, petulante y desbordante de ordinaria ruindad, es el axioma, la sentencia conceptual, la terminología nodal que define la mayoría de los acuerdos que se firman para conformar un frente político, en donde se ponen, supuestamente en juego, valores ideológicos o planteos, proyectos que definan prioridades y más luego métodos para llevar a cabo los mismos, de objetivos comunitarios o colectivos. Lo reconoció, desmintiéndolo, el propio gobernador saliente cuando públicamente señaló, en los momentos que debía designar sus funcionarios que el estado no era un botín de guerra, para cubrir con el manto protector de su investidura, la desesperación y la voracidad de lo que vemos y observamos a diario forman parte del sistema político, y que por lo general, nunca dejan de ser los mismos, en su defecto, amigo o familiares de estos.
Proponemos, precisamente, ante la inminencia de las asunciones de nuestros nuevos gobernantes, que no se discutan los nombres por los nombres mismos, que a lo sumo se planteen proyectos por escrito, planteos formales, propuestas analizables y que por sobre todo, se les acerque a quiénes han sido electos, la constitución o modificación de las existentes, de carteras ministeriales o funcionariales que estén acorde a las necesidades colectivas de momento.
Estamos en condiciones de afirmar que el armado del organigrama de poder (seguimos insistiendo con lo mismo, algo tan imposible como sacarle una foto al amor) en relación a la nomenclatura de las áreas por sus ámbitos de acción tienen en verdad más que ver, con darle una pista o un límite al tenedor de la lapicera o de la decisión, que en dotar de mayor eficacia a la gestión, administración o la supuesta finalidad política de hacer lo mejor para los más.
Es obvio que el ejercicio del poder necesita sus conductos, sus líneas directrices u organigramas, pero no necesariamente tienen que ser los tradicionales, los heredados, los que ya vienen pensados desde tiempos antediluvianos, tampoco deben ser ajustados por la agenda mediática o de la modernidad de cambiarle nombres o rotar las atribuciones.
Podría pensarse la funcionalidad desde lo que la realidad brinda y no a la inversa como está planteado en la actualidad.
Sí algún gobernante osara tomar este giro copernicano, con destino asegurado (sea para bien o para mal) en los anales de la historia, sin lugar a dudas repararía en que la dinámica de los hechos nos lleva a tomar el aspecto más notorio, tecnocracia mediante, de los tiempos actuales, la contundencia e intensidad del mundo virtual, acendrado en la hipercomunicalidad o hipercomunicación.
Hablamos del paralelismo existencial de las redes sociales, donde notables, ignotos, adinerados, crotos, punteros, dirigentes, bolseados, funcionarios, celebres y todo lo que a usted se le ocurra, nutren, interfaz mediante teléfono, Tablet, pc en cualquier dimensión, sus cotidianedidades, como así también sus logros alcanzados en ámbitos de consideración pública, un espacio, en tiempo real, donde se mezcla la tanga de la veinteañera, el santo de la sesentona, el congreso del cuarentón, el acto político del legislador, la hamburguesa de la gastronómica, la defensa de los derechos de los animales de la universitaria, las pistolas del transa y todo lo que infinitamente cabe en el éter cibernético.
Sería muy venturoso que el ejercicio del poder, por intermedio del salvoconducto organizacional, penetre semántica y significativamente en este lado de la vida, tan o incluso más intenso que la existencia real y hasta no hace mucho tiempo la única conocida.
Esto bien podría ser una decisión técnica, es decir la creación (a modo de lo realizado por el Presidente Macri cuando al asumir creó el Ministerio de Modernización) del Ministerio de las redes sociales.
Sin embargo, sería volver a caer en un error parecido, al de discutir los nombres de los funcionarios en función de una repartija, de botín de guerra o de supuestos votos entregados a la victoria oficialista.
El Ministerio que bien le valdría a la institucionalidad misma (arriesgamos en nuestra realidad parroquial como en todas y cada una de los sitios en donde se alcen hasta catedrales de lo democrático, en la Provincia de Neuquén ya es realidad) es el que presentamos; El de la ciudanía que tenga como objeto, neural, basal, nodal; la consolidación del sistema institucional mismo, mediante acciones que fomenten las prácticas democráticas.
Centro de Estudios Desiderio Sosa.
https://desideriososa.wordpress.com/
Aun no hay comentarios, sé el primero en escribir uno!