¿Formas absolutistas o democráticas?.
Uno observa a diario, en el espacio público de nuestra tardo-modernidad, muros de redes sociales, cientos de consignas viralizadas que abarcan la compleja diversidad de la que está compuesta la humanidad, uno de esos cartelitos, tan logrados estéticamente, bien podría tener la pregunta en tamaño catástrofe ¿Cuál será tu criterio para designar a tu funcionario? Dirigida a todos y cada uno de los que irán al banco a cobrar el cheque en blanco que le firmamos, perdón que asumirán en diciembre.
Pero este desandar no es una confrontación con nuestra clase política, no entendemos la realidad bajo conceptos Marxistas, los consideramos a ellos mismos, víctimas de un sistema que los trasciende, como sostenemos hace tiempo, que habla por ellos, que actúa en nombre de, que se corporiza en sus trajes de funcionarios.
Convenimos que estamos ante un problema filosófico, encontrar una lógica, una norma, a esa atribución discrecional que es el ejercicio de designar colaboradores, sin que la misma reconozca la necesidad per se de encontrarla.
Vendría a ser como encontrarle un sentido a la vida, entendiendo y aceptando que la misma no lo tiene, ni lo tendrá, salvo la que nosotros le asignemos, en tanto y en cuanto creamos, persistentemente en tal asignación, reconociendo que sólo podrá ser válida en forma específica y delimitada temporalmente.
“El concepto de representación perspicua tiene para nosotros un significado fundamental. Designa nuestra forma de representación, el modo en que vemos las cosas. (Un género de «visión del mundo» que parece ser típico de nuestro tiempo. Spengler)”.
Nos alecciona José Francisco Sánchez Osorio, en su lectura de Wittgenstein y su concepto medular que hemos escogido.
“Esta representación perspicua facilita el comprender //la comprensión//, que consiste precisamente en que «vemos conexiones». De aquí la importancia de los eslabones conectantes, de encontrar los eslabones conectantes. El punto del método filosófico es cómo construir los eslabones, cuyo conexión da como resultado, precisamente, la representación perspicua. En ese sentido, una perplejidad filosófica no se resuelve dando una explicación causal, sino que se disuelve gracias a un tipo particular de representación de los hechos. Sin embargo, no hay consenso frente a la interpretación de las representaciones perspicuas, existen dos interpretaciones predominantes de dicho concepto. La primera de ellas afirma que una representación perspicua es una representación no lingüística de las reglas gramaticales. No se trata, pues, de enunciar las reglas de manera clara, sino de presentarlas de manera diferente. La segunda interpretación sostiene que las representaciones perspicuas no son más que un ordenamiento claro de las reglas gramaticales del uso de las palabras. Dentro de esta segunda interpretación, las representaciones perspicuas se distinguen por ser una serie clara de reglas acerca de cómo usar las palabras.se podría llamar representación perspicua a todo sistema de expresión que se relacione con el sistema de expresión productor de la filosófica y que tenga la función de disolver tal confusión. No habría una restricción sobre la forma que una representación perspicua pudiera tomar. No importa si es un octaedro, una serie escrita de reglas sobre el uso de las palabras o casos inventados que aparentemente están alejados del tema que se está tratando, siempre y cuando, a partir de él, se hagan patentes relaciones que introduzcan claridad donde haga falta”.
“Wittgenstein dijo que no estaba intentando enseñarnos ningún hecho nuevo: que sólo nos diría cosas «triviales» ―«cosas triviales que ya sabemos»―; pero que lo difícil era obtener una «sinopsis» de esas trivialidades, y que nuestra «incomodidad intelectual» sólo puede ser eliminada mediante una sinopsis de muchas trivialidades” (Moore).
Podríamos apostar, con un alto nivel probabilístico de acierto, que más del 90% de los que cobraran el cheque en blanco jamás han oído hablar de Wittgenstein, asimismo en igual proporción seguramente tampoco tengan interés en hacerlo, pero este desconocimiento no implica que no estén actuando bajo lo que el filósofo denomino “Representación perspicua”. Para validar el criterio que usarán para designar a sus funcionarios, impondrán una serie de argucias o de explicaciones alógicas, sucedáneas y contrapuestas, en términos filosóficos conectar los sistemas de expresión que causan perplejidades con otros sistemas de expresión más simples (tal como los sencillos juegos de lenguaje), que tienen como finalidad disolver el problema al hacer ver relaciones o aspectos que pasaban desapercibidos, tomándoles juramento a sus funcionarios sea porque le debía un favor personal a uno, porque tuvo que ceder a la presión de un grupo que lo apoyo, por quedar bien con un familiar, por la solicitud partidaria o por la capacidad manifiesta de quién ha sido designado, uniformando bajo su báculo a todos y todas que pasarán a estar bajo su tutela, por obra y gracia, no sólo a él, sino a ese cheque en blanco, también firmado por usted.
“Los poderosos en cambio, que continúan planteándose sus metas de siempre, viven todavía en su viejo mundo limitado. Son ellos los verdaderos provincianos, los aldeanos de nuestro tiempo; nada está más alejado del mundo que el realismo de los ministros y de los ministerios, es superado sólo por el de los dictadores, que se consideran todavía más realistas.” (Elías Canetti)
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