18 de octubre de 2017

40 días de duración la sede principal de un “partido político” en Corrientes.

Pareciera a propósito, ex profeso que de los más de 40 partidos políticos existentes, en este caso particular (que bien pueden ser la gran mayoría) la duración de la novel expresión política (que repitió la misma lógica que dimos en llamar “metástasis política” un par de dueños de un partido que se pelean entre sí, o hacen que, para desmembrarse y jugar uno para un frente y el otro para el rival) en lo simbólico de su sede partidaria (en pleno centro de la Ciudad, como se verá en la gráfica pintada de un rosa chillón y haciendo alusión semántica a una extinta fábrica de fideos que casualmente es la sede de otro partido de otro color) solo permanezca como tal, escasos 40 días, sin reparar siquiera que aún no finalizo el calendario electoral. Como siempre, dejando por sentado y casi pidiendo por favor que no se las tomen con el mensajero, expresamos este valioso aporte para consignar que la reforma política no debe acotarse al color, tamaño o material de la boleta electoral, sino que debe basarse en fortalecer las instituciones de la democracia que son los partidos políticos, de acuerdo a la Constitución Nacional, algo de lo que estamos, tan distantes, para ello esta “demostración”, pero de lo que nos urge a todos empezar a encargarnos.

No se trata de que se haga filosofía política desde las palabras, cómo si se tratara de algo insustancial, inútil o inapropiado (como cobarde y estúpidamente muchos desde la ignorancia supina y sobre todo desde el temor a lo no conocido pretenden hacer creer o propalar) tampoco de darle contenido a los medios dueños de cierta parte de la provincia en la horizontalidad que proponen los escasos cafés de la ciudad (muy pocos advierten que en las ciudades modernas, los cafés son espacios que ofrecen relaciones como tratos horizontales, muy al contrario de las lógicas verticales que se promueven desde las oficinas públicas, privadas como de las instituciones educativas, esta es la razón por las que los intelectuales se sienten a gusto en los cafés y por los que los cancerberos del sistema de imposición consideran a estos vagos, haraganes e inútiles, dedicándose a tonterías abstractas) de lo que se  trata es del reparto de los espacios de poder que sucederán inmediatamente después del 22 de octubre el último turno electoral.

Todo podría haber resultado más sencillo, como accesible y transparente. Pero desde ECO, que es el frente oficialista y que seguirá administrando poder, se hicieron muchas cosas que se podrían convertir en un sendero empinado tras el traspaso de mando.

De acuerdo a la lógica porotil, almacenera o de política más clásica, fáctica o rudimentaria, le hubiera correspondido la vice gobernación al partido más votado dentro del frente gobernante, en las dos últimas elecciones (sin contar las recientes en donde alumbró como segunda fuerza el fenómeno “cholulo” CICO que contribuyó con miles y sorpresivos votos pero puso en contradicción manifiesta al propio gobernador electo que sindicó a la formula opositora como “Cholula” quedando ahora en una posible falsa escuadra al tener en sus filas a “cholulos” propios) es decir a Eli, sin embargo, por una razón no esgrimida esto no resultó de esta manera, por tanto, cae la lógica de administrar los espacios de poder, de acuerdo a la cantidad de votos sacados por cada agrupación política.

Partimos de la base que este reparto, es mera y hueramente cosificador. Es decir validar que se consiguen votos por el simple hecho de repartir (sean colchones, aceite, promesas, tarjetas, vales, alpargatas o lo que fuere) es uno de los actos más antidemocráticos y por ende anti-institucionales, sin embargo, lamentablemente no se trabaja por modificar esto, ni siquiera desde las oficinas de estado que se crearon para este cometido y que terminan haciendo “focos group” para ver cómo puede impactar mejor un spot publicitario.

Lo repetimos hasta el hartazgo, la cuestión de fortalecer los partidos políticos, es una cuestión neurálgica para el sistema, no es simplemente el cumplimiento de un precepto constitucional y la ratificatoria de sus normas sucedáneas.

El fortalecimiento de los partidos políticos es un elemento ordenador de lo social, de lo político y hasta de lo familiar.

De lo contrario, ¿Cómo podría tolerarse, por parte de tantas agrupaciones políticas, sus militantes, adherentes, espacios sociales, simpatizantes varios, que un gordo determinado (gordo en el sentido metafórico del que está comiendo en exceso a costa del hambre de otros) pinte un local en el centro por 40 días, para que en ese transcurso le de 4 banderas a 12 borrachines para que acompañen a las actividades proselitistas de candidatos que luego se convierten en hombres de estado, para reclamarle, cargos y posiciones de poder?

Esto mismo es lo que sucederá, incansable como infatigablemente desde el 23 de octubre venidero en la provincia como en los 71 municipios. Es indispensable que la política o los políticos, que se harán con el poder, trabajen no solamente a futuro en la reforma política, sino que empiecen a dejar en claro, terminantemente y ante la comunidad, parámetros y mecanismos lógicos y contundentes para designar sus funcionarios, variantes que enaltezcan la democracia y la institucionalidad, que se hagan de herramientas, de índices de lo democrático para consolidarlo y galvanizarlo.

Ya estamos grandes (camino a los 40 años de democracia) para que nos sigan tomando el pelo con estas trapisondas; que seamos educados, confiados y pacientes no significa que cedamos, como ciudadanos el derecho a la protesta y a la indignidad (así lo hizo saber el pueblo Argentino, a su clase política en 2001) que en el caso de que no trabajemos en la calidad democrática, en consolidarla, siempre estará a la vuelta de la esquina, de un local partidario o sello de goma disfrazado de, para la ocasión, expresiones que como esta imiten esta pantomima para obtener cargos o espacios de poder, habrían que sentenciarlas a un curso de concientización democrática, alejando a sus integrantes de espacios, conchabos y prebendas, para que comprendan lo público como un servicio y no un espacio para servirse.

 


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