8 de octubre de 2017

El peronismo asintótico.

La condición asintótica proviene de las matemáticas, y traducida en el universo real del concepto, significa: “Deseo profundo, y que se acerca de manera constante, pero que, aunque parezca al alcance de la mano, nunca llega a cumplirse”. Cuando la filosofía se corporizó en lo numérico, no sólo se comprendió la abstracción del número mediante lo concreto de lo conceptual, sino que se dispuso para tener una posibilidad de comprensión, de otras perspectivas de espacio y de tiempo, para poner en suspenso, en epocalidad, las formas en que hasta entonces evaluábamos la realidad. El término “epoje”, poner entre paréntesis es el que alumbró la fenomenología, y es el proceder que debería tomar el peronismo correntino, tras otro fracaso rotundo, en su intentona que ya lleva medio siglo de fiascos por hacerse con el poder político del ejecutivo.

Ya los que negociaron sus posiciones empiezan a ensayar sus supuestos rostros apesadumbrados. Será el momento más álgido de una actuación brillante que los convertirá en legisladores o jefes comunales, habiendo usado además de lo simbólico del peronismo, la expectativa que genera, y que incluso se acrecienta de que alguna vez, y tras casi medio siglo de no conseguirlo, se vuelva a llegar al poder del gobierno, mediante una declaración de certeza de que se es peronista, se siente el peronismo o se lo pretenda.

Tan escasamente valorado está la cuestión del poder, en tal sector definido políticamente como peronismo, que podríamos decir que paso de una condición político-partidaria a una condición institucional-democrática. En Corrientes se es peronista porque se es opositor,  porque no se tiene poder o porque directamente no se lo persigue. El peronista pasó de ser un militante convencido, con su doctrina, con sus proyectos y referencias, muchas veces oscilantes y contradictorias en su pretensión hegemónica, a un telonero sofisticado, un partenaire indispensable, el pato de la boda por el cual los verdaderos amos y señores del poder, obtienen legitimidad y más luego ratifican la legalidad democrática-institucional, habiendo previamente alquilado, contratado o pagado a los que vestidos de peronistas, no dejan de ser, en verdad partícipes necesarios de una democracia que no brinda ni elecciones ni posibilidades de optar, sino, simple como crasamente que se la ratifique mediante el ordinario, común y concelebrado acto de la barbarie electoral, revestida de pantomima política.

El peronista, devenido en un simple y llano ladrón de gallinas, depauperado por su no acceso consuetudinario al poder, abandonó, finalmente, tras medio siglo, la compostura de simular que al menos pretendía de en serio el acceder al poder ejecutivo provincial.

En la falsa escuadra que muchos caracterizan como el ridículo del cuál no se vuelve, los peronistas como polizones de una embarcación destinada  a contener el capricho de una sola estrella deportiva, naufragan nuevamente ante el oleaje aquiescente  que pretenden para sí mediante las denuncias de fraude, de falta de libertades políticas por el uso y el abuso de un aparataje, al que no combaten, ni censuran, ni repelen, sino del que sólo critican porque no pueden hacer uso del mismo, dado que a lo sumo, les dejan observarlo o tenerlo en homeopáticas dosis de tiempo o en migajas de su producibilidad o traducibilidad para sus fines que no son ni inclusivos, ni integrales ni referenciados a lo que alguna vez significó el peronismo para los sectores más postergados de la Nación.

Los peronistas más pillos, o los ladrones de gallina, que a lo sumo, se pueden calzar el traje de bandoleros rurales, porque se hacen de animales de granja algo más grandes o pueden entrar en el ejercicio del abigeato, usan tal etiqueta, como otrora los corsarios, reconociendo en forma previa que perderán la elección o la perderá quién esgrima su condición de peronista. Negocian antes, con el oficialismo de turno (que hoy podrán estar en un partido, como ayer lo estuvo en otro y anteriormente en un pacto de partidos) para denunciar el robo de sus competidores que salen a la cancha escenográfica de la elección con el traje de peronistas, pero que tampoco poseen la ambición real de poder para llegar al gobierno.

Ambos equipos son peronistas, calcados en su enajenada posibilidad de ser gobierno. Son peronistas eunucos, los único que los diferencia es el tiempo o el momento en el que se presentan como impotentes, sin falo o sin pene como para ingresar por el poros (el hueco del medio) que es a la vieja usanza la forma de proyectar una resolución a un problema, de un obstáculo como para sortearlo.

Sostener la trapisonda de que son opositores con real posibilidad de obtener el poder y que no lo logran por falta de azar, por infortunios varios, y siempre por trampas ajenas, que insistimos sólo les son extrañas en la medida que no las pueden aplicar desde el lugar de victimarios (no para salir de tal lógica del amo y del  esclavo), es un ejercicio de tiempo completo, que lo practican en forma permanente como consistente.

Están perdiendo una elección, saben en verdad que la perderán (dado que juegan a ello, se constituyeron en ese rol que les ofrece el statu quo, de opositores-institucional-democráticos, disfrazados de peronistas) y en él mientras tanto del reconocimiento de la derrota, están expresando que próximamente torcerán ese destino, que cada vez están más cercas, de ese real-imposible, torciendo las matemáticas y arguyendo con números más irreales que los números mismos.

Pero como expresamos, cuando la matemática se nutrió de lo filosófico o de lo conceptual, alumbra esta terminología que nos permite definir el peronismo correntino y su capacidad o su condición asintótica.

Nunca se logrará el cometido de llegar al poder, en tanto y en cuanto no se ponga entre paréntesis el juicio con el cuál observamos y participamos de la actual realidad política.

Sí es que continuamos creyendo que los problemas estructurales de la provincia, se resolverán alguna vez, mediante la llegada de un  equipo político que se construye sólo para ser oposición y de allí sus posiciones y sus negocios, entonces nunca dejaremos de creer en esas verdades de Perogrullo que nos venden. Cosas al estilo que algún día el universo conspirará para que ganen, o que en cada elección (como si fuese una sumatoria ad infinitum) medio punto más significará alguna vez que se hagan con ese no-deseado gobierno, o que finalmente cada frustración electoral, debidamente analizada, razonada y argumentada esgrimiendo razones de peso como las presentes, no dejan de ser mero palabrerío, porque en el fondo todo está determinado por una suerte de fuerza extraña, que en cada fiasco electoral, nos determina contundentemente que “porque sucede, conviene”.

Poner en juicio, en epojé, en suspenso, en epocalidad al peronismo correntino, es caracterizarlos como son, miembros de una clase privilegiada, que en un accionar huero de mercaderes de poca monta, negocian el rol de la oposición, para abulonarse en tales espacios de representación (intendencias que transforman en pequeños feudos y bancas legislativas) con la única premisa de no perseguir el poder real. Jugando con la ilusión, con lo expectable de casi todo un pueblo (es decir un colectivo que es numeroso pero no mayoritario) que obcecadamente, cae, mansamente en el redil de estos traficantes de ilusiones que terminan llevando a expensas de estos, agua para su redil, faccioso y sectorial. 

La capacidad asintótica del peronismo, dejará de ser tal, cuando del cuerpo peronista los miembros de la oposición institucional que se disfrazan de peronistas, sean ubicados en roles secundarios y terciarios, para quienes los que tengan expresión real de significar una inclusión o aplicar una justicia social, persigan de forma real el poder, el cuál seguramente obtendrán, más temprano que tarde, habiendo luego, pero siempre después, redefinido el peronismo.     

La cuestión del oficialismo, y sobre todo del actual, permanece, responsablemente al margen en la presente articulación de palabras, a lo sumo, liminalmente, podríamos arriesgar, como quién no quiere la cosa, que no combatir a una sociedad prostituyente, que todo lo asimila mediante el número, lo único que hará es sesgarlo, es dejarlo en la fría estadística alejada del concepto, del logos, de lo humano. Y lo vergonzante en esta oportunidad de haber triunfado, tan escasamente ante los que no tenían discurso, ni propuestas, ni equipo, ni financiación, sino simple y solamente ese deseo del mencionado colectivo de que llegue alguna vez lo que en manos de los traficantes no llegará jamás, pero que en manos de quiénes lo sepan considerar e interpretar, tal vez construyan la etapa más interesante de que se pueda tener memoria.

Quizá el entre paréntesis de algo que signifique peronismo, no en su nombre, ni bajo tal denominación, haya cambiado, tal como el slogan de la fuerza gobernante y desde la misma, surja como posibilidad real de que la provincia, incluya con justicia social y permitiendo libertad y soberanía económica como política.

 

 


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