Una muestra cabal de nuestra falta de cultura democrática (Suspensión del debate).
Nos fatigamos de recordar que no alcanzaran con las buenas intenciones, con los entusiastas que se asustan de los pasados dictatoriales que leyeron en los manuales de historia. Menos con la poca energía que les queda a los panzones, oficialistas y opositores, que creen que la agenda política se seguirá ad eternum, manejando como antaño, con el puñado de diarios y radios controladas a discreción para que las masas ingentes queden apaciguadas o adormecidas.
La consolidación de una cultura fascista, bajo una formalidad democrática, se viene forjando desde el recupero de la democracia. Lo expresamos horas, sí horas antes que se produzca esta nueva comprobación de lo que podría ser casi una tesis que se aprueba en vivo y simultáneo:
“No debe existir nada más fascista que los actos de campaña o los mítines electorales. Clubes cerrados, abarrotados de hombres y mujeres condicionados por el mantenimiento de un cobro o por la obtención del mismo, para estar unas horas amuchado, aturdidos por los grupos musicales que jamás ganarán un Grammy, con las palmas prestas a aplaudir a rabiar al candidato, o en el mejor de los casos, para hacer ondear la bandera de la expresión facciosa travestida en partido político, que lo lleva al necesitado/esperanzado a tal lugar en donde las únicas palabras que se recalcarán son las que transmitirá la televisión rentada, la gacetilla del prensa contratado en vías a planta y las réplicas en redes sociales que tendrán otro nuevo giro, el acicate final de la fiesta fascistoide, con cientos de me gusta y comentarios amigos y laudatorios.
En tal ámbito, cómo en el de la campaña en general, estas escenografías con la excusa de ser demostraciones de fuerza, no son más que la sacralización de un fascismo democrático en donde cualquier barbaridad que diga el candidato, podrá ser peligrosamente, luego, implementada como política de estado.
Es que sí tuviésemos una cultura democrática, no sólo que no necesitaríamos debates o encuentros de candidatos organizados por fuerzas vivas que tampoco son democráticas en su práctica, sino que los distintos postulantes se cruzarían de actos, es decir, el candidato A iría al acto donde están los acólitos del candidato B para tratar de cambiarles el voto, de convencerlos que en vez de votar a tal organizador, voten al desafiante. La política en teoría o por definición casi natural tendría que ser esto mismo, el convencimiento”-
El que no se pueda siquiera desarrollar una exposición en conjunto de supuestas plataformas políticas, que ni siquiera son tales ni se diferencian demasiado una de la otra, habla a las claras que el 8 de octubre más que una elección puede constituirse en un desafío a la institucionalidad.
Que no terminemos como Tucumán hace dos años atrás o la provincia de Buenos Aires semanas atrás, sin saber a ciencia cierta un resultado electoral (como paso en las elecciones en la AFA, cuya selección juega su partido de futbol mientras esto se redacta, contra la Venezuela del régimen no democrático, según el Mercosur, de Maduro) es una probabilidad, cada vez más posible.
Lo venimos sosteniendo también, los candidatos, la política en general como en particular, no necesita de votos, de recorridas, de caminatas, de actos, de recorridas, de adláteres reales y virtuales que posteen me gusta a rabiar en redes sociales y gritos en un espacio en común; la política necesita ser razonada, pensada, abordada en sus encrucijadas más complejas, antes que la acabemos que la finiquitemos, en nombre de una democracia que no es tal, sino sólo en su semántica.
Aun no hay comentarios, sé el primero en escribir uno!