14 de agosto de 2017

El resultado de las PASO o de la posverdad.

Hace no mucho hube de leer, con cierta extrañeza, artículos de distintos hombres de la política, de diferentes distritos, que, sin que entonces pudiera comprender, se la agarraban con la posverdad, como si fuese el rival electoral a vencer. Ahora comprendo, se la estaban agarrando con ellos mismos, con el producto en que se han convertido, con lo que la vida y por sobre todo el poder, hizo de ellos, muy a sus respectivos pesares y deseos. Hemos asistido, a unas Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias, en las que muy pocos creen como herramienta democrática, pero que aún no ha sido derogada ni reformada, por ende, nos la imponen, desde el formalismo acartonado de una ley, que siempre está más para exigir (el pago de impuestos es otro ejemplo) que para garantizar nuestros derechos más esenciales (comer para una gran parte de la población, transitar para otra). A estas elecciones, se le exigen lo que no brindan; un resultado y esta es la razón por la que dejará de existir. El político de estos tiempos, vive, como resultante de un proceso que debe arrojar un número que determina sí ganó o perdió. Es extraña esta noción de lo democrático, pero es lo imperante, por más que sea casi incomprensible, como contradictorio. Entonces aparece la posverdad, un subterfugio, una explicación en una palabra, de la ensalada conceptual que posee la mayoría de la clase política, la posverdad es el espejo que en los políticos pasan a ser pospoliticos, capaces de brindar la lectura de lo matemático, para que dos más dos pueda, ser tanto cuatro como cinco o cero.

Meses atrás en un artículo intitulado “El poshumanismo producto del maridaje entre la posverdad y la posdemocracia” expresábamos: La posdemocracia ha construido, bolsones, archipiélagos de excepción, guetos, extensiones amplísimas de poshumanos a los que creemos (en un uso de la posverdad) como si fuesen iguales en derechos y posibilidades, pero que sin embargo en la realidad son completamente desvalidos en su propia condición de sujetos. Nosotros, insistimos en nuestra posverdad, los creemos prójimos, o próximos o asequibles a nuestro género humano, sin embargo, mediante nuestra posdemocracia los hemos transformados en los residuos necesarios, para extender nuestro ser en el mundo. En sus faltas, en sus carencias, nosotros podemos observar, sentir y percibir nuestros logros, validarlos y legitimarlos, darles sentido a nuestras vidas en la posmodernidad que nos arremete con sus excesos y provocaciones. El desafío consumista-existencial de no poder tenerlo todo, lo hemos resuelto generando quiénes no pueden tenerlo nada.

La posverdad en la que ciertos políticos, se ven reducidos al holograma en que el poder que los atraviesa los ha transformado, les sirve entonces para un proceso infinito y serial de disecciones, parciales y sesgadas para ajustar las palabras, no a sus deseos, porque han sido privados de ellos, sino a sus figuras como resultantes, es decir a que siempre les dé una suma en donde estén ganando o no resulten perdidosos.

La gravedad, conceptual de esta situación se observa, cuando se debe explicar lo obvio. La obviedad se inicia con las PASO misma, que ni siquiera ha sido instituida, ni sigue siendo sostenida por un convencimiento democrático. A renglón seguido, estas elecciones no plantean la consecución de resultados, ni finales, ni parciales. Pero claro, todos, en los diversos distritos y trincheras políticas, no pueden escapar de esta trampa mortal, denotando lo enfermo que estamos de la necesidad de expresar lo político o la cosa pública en términos de vencedores y vencidos, de números que traduzcan cuanto valemos para el mercado, en este caso electoral.

La posverdad, de nuestros pospoliticos, es nada más que la necesidad semántica de darle una explicación coherente, a la enfermedad resultadista en el que transformamos lo electoral y más luego lo democrático.

Lo expresamos también en otros artículos, sí realmente el sistema político, fuese cabalmente representativo, los vice (desde presidente, hasta intendente, pasando por gobernadores) deberían ser los segundos más votados, es decir el opositor que la ciudadanía puso en segundo lugar de preferencia, para que consensual y democráticamente, ese maridaje, esa hibridación, permita una síntesis en positivo para la ciudadanía; pero extrañamente, o mejor dicho, leyendo desde esta perspectiva de la lógica resultadista, del cuanto uno vale y del imperio de lo numérico, se impone quién gana o quién pierde, en primera o segunda vuelta, por un voto, así sea este, fraudulento o comprado mediante la dádiva, la prebenda o el condicionamiento en un escenario impostado donde las elecciones son obligatorias.

No tiene sentido, o mejor dicho, existen, producto de esta realidad de la posverdad de nuestros pospolíticos, un millón de lecturas distintas, en cada lugar en donde se votó, en donde por uno o varios votos, habrá ganado quién así lo entienda en uso de la libertad, que supuestamente poseen quiénes se inventaron el presidio de la vida resultadista, de la razón instrumental que nos ha convertido a todos y cada uno de los humanos en un número, con ayuda, complicidad y promoción de la política y de los políticos que supuestamente, habían llegado para liberarnos, democráticamente de totalitarismos.

 

 

Link del artículo citado: El poshumanismo producto del maridaje entre la posverdad y la posdemocracia”

http://comunaslitoral.com.ar/nota.php?ID=5790


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