La comunidad combate al lobo: el Estado.
¿Estado? ¿Qué es eso? ¡Bien! Abrid los oídos, pues voy a deciros mi palabra sobre la muerte de los pueblos.
El Estado es el más frío de todos los monstruos fríos. Es frío incluso cuando miente; y ésta es la mentira que se desliza de su boca: “Yo, el Estado, soy el pueblo”. Así habló Zaratustra. Friedrich Nietzsche.
Imposible de fijar una fecha determinada o un espacio temporal para indicar en qué momento nos fuimos diluyendo en nuestra naturaleza humana de colaborar entre los humanos, tal vez y simplemente como ensayo podríamos situar un antes y un después de la humanidad en el mismo momento en que pasamos de lo crudo a lo cocido, la misericordia de un Titán como Prometeo en regalarnos el preciado fuego, seguramente, abrió nuestros horizontes mas allá de lo imaginado para juntarnos en torna “a” y evitar el salvajismo de la manada.
La comunidad en la antigüedad se convirtió en la institución política por excelencia, es el Amandaje guaraní, el interés por la reunión de personas por sobre interés menores, la comunidad exige como requisitos una provocación de unión que supere lo circunstancial, lo efímero, la comunidad se abroquela por una interés trascendente que persiste en el tiempo, en la búsqueda de la tierra sin mal guaraní: la cultura, la religión, la política, la democracia. la libertad, la empatía y la amistad, entre otros.
La sociedad en cambio, y tal cual la conocemos hoy día, para que funcione simplemente necesita de intereses circunstanciales que nos abroquelen, intereses de intercambio económico por ejemplo, de la sociedad humana se desprende el concepto jurídico de sociedad comercial, que entre otras de sus características típicas la temporalidad marca la diferencia; nos asociamos con el objeto de emprender una actividad económica (ganar dinero) por cierto tiempo y si nos place, prorrogamos el plazo o, en su caso, si nos va mal disolvemos la sociedad.
Esta pegosidad social según Thomas Hobbes, surge del miedo, lo que mantiene a los humanos vivir en sociedad es el miedo de darse muerte los unos a los otros, para evitar ello, los hombres se constituyen en sociedad, firmando un pacto social que asegura y se fundamenta con el principio de conservación y se instituye como un gran mecanismo inmunológico cuyo objeto último, único, es la preservación de la vida. El miedo a la ferocidad del otro nos funde en un interés por mantenernos a salvo de un conglomerado de seres humanos feroces y salvajes. La ley asumirá el papel de mediador entre el miedo a morir y la muerte, la ley va interferir inter-subjetivamente y con un predicamento puramente psicológico, indicándole a los miembros de la sociedad que si avanzan sobre el pacto social las consecuencia será trágicas para el osado ya que perderá automáticamente su cualidad principal como hombre social: su libertad.
Lo societario se impuso a fuerza de ley y garrote por medio del Estado como ejecutor y ratificador de la vigencia de la norma, infundiendo medio al asociado, manteniéndolo a raya al menos desde lo teórico y simbólico, la sociedad no termina de configurarse como la idea primera supuso que ocurriría y es el momento donde ese pacto social se pone en duda.
Platón en La República no dice que el Estado es una extensión de la comunidad donde existe y al ser extensión, lleva consigo las cualidades de la comunidad, la voluntad, las aspiraciones, necesidades, el ethos y las expectativas de esa comunidad que lo crea. Lo societario no comulgo con esta idea porque n necesita de trascendencia social y fundaron un Estado como planeta extra-terrestre con su propia gravitación, alejaron al Estado de su génesis para convertirlo en expresión del sistema político que lo hace andar, el Estado actual no comparte ninguna cualidad con la comunidad, existir es en definitiva hacerlo con el otro y la sociedad se convirtió en su antagonista, propiciando la desventura del Estado que supo construir artificialmente. El sistema político pereció y se llevo puesto al Estado que ya no puede abarcar esa totalidad social propuesta por Platón.
Las nuevas corrientes del vecinalismo por ejemplo, operando dentro del núcleo duro de la sociedad y el Estado, es un síntoma de retorno, el abismo abierto entre el ciudadano y su representación política vía el Estado quebró el pacto social, rescindió todas las cláusulas de contractuales, la nostalgia psicológica del humano empuja cada día mas al regreso del Amandaje de los guaraníes, a la comunidad entrelazándose fuertemente para protegerse, ya no del miedo a la muerte, ahora la protección es contra el Estado mismo que dice ser el reflejo de lo social.
En el siglo XXI, el Estado moderno asume el papel de bestia, ya no es el hombre el lobo del hombre ahora, el Estado tal cual existe, se devora a sus socios fundadores. Vemos entonces, un re-nace de la comunidad, tibia por el momento, pero con ansias de vencer a su nuevo lobo.
Por Carls A. Coria Garcia.
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