La educación correntina además de una ley, necesita de contenidos filosóficos.
La educación no puede acotarse al otorgamiento de aumentos a los docentes o el arreglo, en el mejor de los casos, en la cuestión edilicia de la infraestructura, en una provincia en donde no se cuenta aún con una ley provincial, el ensayista Francisco Tomás González Cabañas, hace rato viene trabajando, en sus corpus teóricos, como para conformar una “sociedad democrática” lo cuál para ello, se destaca esta propuesta de introducir contenidos filosóficos a la currículo educativa, argumentando en breves y sintéticas líneas lo siguiente:
La filosofía es una herramienta que nos permite observar el mundo con otros lentes, con nuevos esquemas y posibilidades antes nunca vistas, es un aliado para pensar nuestra sociedad, quiénes somos y en qué tiempo vivimos. Según Púlido Cortés:
“La filosofía se convierte, para los momentos actuales, en una poderosa herramienta de interrogación, ruptura de ciertos modelos y órdenes imperantes que han mercantilizado de tal manera pensamiento y lo han convertido en un instrumento repetidor, controlador y, sobre todo, eficaz y eficiente” (2009. pp. 82)
La filosofía debe tener un lugar privilegiado en la educación para transformarla y contribuir a una experiencia que viva el propio estudiante, pues nadie puede pensar y vivir por otros, se requiere descubrir una potencia en sí mismos, la filosofía abre las puertas para no preocuparse no sólo por el aprender, sino por el pensar, por la búsqueda oportunidades de creación, análisis, reflexión y crítica. De acuerdo con Zuleta: “En la escuela se enseña sin filosofía y ese es el mayor desastre de la educación. Se enseña geografía sin filosofía, biología sin filosofía, historia sin filosofía, filosofía sin filosofía” (2004. pp. 20). Cuando se habla de la necesidad de que la educación y la filosofía tengan una conexión, no se trata de extender los horarios de las clases de filosofía, sino de posibilitar que en todas las asignaturas del conocimiento, se encuentre presente la actitud filosófica. Con ello, se propician acciones en la educación para hacer de las aulas un sitio de investigación sobre las cuestiones o inquietudes de los estudiantes para vivir un acontecimiento que permita transformaciones. La educación no es un acto en el cual una persona transmite conocimientos a otro. El estudiante no es como aquel que va al supermercado para adquirir un producto, ni el docente es como el enfermero que aplica una inyección; si no que debe ser quien incentive el deseo para que el estudiante emprenda un camino en la búsqueda de nuevas experiencias que le permitan construir, y encontrar respuestas a sus interrogantes para vivir un encuentro, aventura y experiencia con el conocimiento.
“La filosofía en la escuela ocupará un lugar paradojal. Por un lado, la filosofía se interesa por la escuela como un lugar de producción y circulación del pensamiento, pero debe adaptarse a ciertos requerimientos institucionales. Se instalara en un curso y practicará allí su actividad aguijoneante. Pero, por otro lado, como quien serrucha la rama en la que se apoya, precisa revisar su propia base de sostén, las ideas, prácticas y valores sociales que le dan lugar y función. A menos que renuncie a una parte importante de su potencialidad crítica, debe problematizar el espacio institucional que la contiene y condiciona su expresión, hasta sus límites. En estos tiempos, los valores de la lógica mercantil y empresarial atraviesan, cada vez con mas vigor, el horizonte de la función social de las escuelas y su lugar institucional. Son estos valores, por tanto, aquellos que la filosofía, aquí y ahora, no puede dejar de problematizar. Mucho menos servirles como transmisora o difusora acrítica.
Con esta perspectiva, la filosofía siempre ofrecerá un gran servicio. Se trata de determinar en qué sentido "sirve". Puede servir a la reproducción y legitimación de lo hegemónico o puede ser consecuente consigo misma y radicalizar la crítica. En el primer caso, será admitida, tolerada y hasta festejada. En el segundo, perturbará, molestará y será, una vez más, fustigada. Hoy, pensar el para qué de la filosofía en la escuela desde un punto de vista filosófico precisa desnudar estas condiciones y posibilidades, pensar los supuestos y consecuencias de cada una de el las y asumir una opción. Si pretendemos que de nuestros cursos de filosofía salgan personas criticas, capaces de cuestionar la legitimidad de una argumentación, la naturalidad de lo que les es presentado como obvio o la mera interpretación de un hecho, debemos situar el "¿para qué sirve la filosofía?" en clave filosófica. Esta actitud reconduce la pregunta sobre si misma y la aleja de compromisos utilitarios oportunistas. La filosofía prestará un servicio, pero sin tener predeterminados sus fines, a diferencia del "servir" usual. Una filosofía que sirve es una filosofía que juzga los fines que ocasionalmente la puedan orientar, y, paralelamente, mantiene una tensión constante sobre todo condicionamiento externo. (Revista de Filosofía y de Teoría Política - 1996 – Nro. 31-32. http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/art_revistas/pr.2555/pr.2555.pdf )
Por Club de Filosofía. Seccional Corrientes.
Aun no hay comentarios, sé el primero en escribir uno!