22 de junio de 2017

Ricardo es concepto y acto.

Es el momento en que las brújulas cambian de norte, lo que se avecina es la batalla final, la batalla por el sillón de Ferré.

 

Ricardo, a todas luces no tiene rival, ganó, gana y sigue ganando en lo electoral y mucha más en las arenas discursivas, fue capaz de unir a los correntinos en una suerte de correntinidad simbólica anclada en el tradicionalismo, el coraje de viejos soldados correntinos y la idiosincrasia católica que cubre la provincia con su manto protector y divino.

Ricardo, supo sortear los vientos a favor de un peronismo disfrazado de progresismo siglo 21 en cabeza de Néstor Kirchner, luego y en decadencia, con su consorte por dos periodos consecutivos. Oleada tras oleada de hostilidades Ricardo nunca pereció en manos del new age pejotista, les suministró escarmiento en las urnas y en lo discursivo en cada fecha electoral o cada vez que su antagonista se lo pedía.

Ricardo, trasciende al mero día a día del hacer, -en términos fabianistas-, va mucho mas allá y apuesta al conjunto no al grupúsculo, de esa forma supo arrebatarle la última trinchera nacional y popular al PJ desaparecido y agónico, con ideas simples que llegaron a cada hogar capitalino venció al Intendente que mas hizo por la ciudad, según reza su propio eslogan.

Ricardo, va por mas y, para terminar de enterrar al PJ correntino trasformado en una reunión familiar que piden a gritos un conchabo para el derrotado presentan a Camau Espínola que no puede con Ricardo, porque Camau no entiende de lógica, mucho menos de ideas-conceptos, ni que hablar de realidad correntina, Camau Espínola es una construcción artificial pintado a la fuerza de peronista con acuarela que en la primera lluvia se despinta.  A Ricardo no se lo vence tomando mate con vecinos, idea por cierto copiada de Durán Barba o acarreando del pasado a una momia de plumas y lentejuelas que balancea y tropieza en su andar como el Pacto Autonomista Liberal.

Ricardo, supo hacerse a sí mismo, convertirse en una leyenda, en un icono que ya encuentra lugar junto a Ferré y en parte, lo hizo gracias a la incapacidad del PJ correntino flaco, débil y vacio de ideas que para llegar a las hazañas de Ricardo le llevaría mínimamente 200 años si es que todavía subsiste.

En definitiva y los hechos de los últimos 16 años lo confirman, Ricardo es un ha'e peteī kuimba'e oikuaava la oipotava ha mba'eicha ojapo vaerã.

Ricardo es concepto y acto, llegando a las fibras más intimas de los correntinos, Ricardo es tradición y pragmatismo político, Ricardo es por excelencia el zoon politikón, Ricardo es el medio no el fin, concepto que nunca entendió el pejotismo cavernario.


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