20 de junio de 2017

El imperativo categórico de la obediencia mediática

Por lo general, siempre es más elegante o políticamente correcto, afirmar que se garantizan espacios y tiempo para la significación en la política de los aspectos conceptuales o de pensamiento profundo, sin embargo, en el fragor de lo acontecido, ante lo que podría denominarse “La cuestión Kantiana”, el poder se expresa, se desarrolla, o se representa ante su propia representatividad, de la forma más autoritaria y primitiva, como imagen, como instantánea, como pausa eterna ante un debate televisado que soslaya la emisión de órdenes continuas (sean estas frases de efecto, marketineras, prestablecidas o premoldeadas por consultores o publicistas) a costa de la nulidad o el desinterés por el pensamiento o criterio que tenga en sí misma como significación de lo público, como el espacio complejo y contradictorio que es en sí mismo, y en donde por temor, a reconocer tal ámbito, como hostil, para la venta o la promesa de certezas, que siempre serán vanas (como todas las certezas, pese a que por definición las busquemos o en su no encuentro las inventemos, por nuestras limitaciones) prevalece el otro, como un sínodo de no-diálogo, de la oclusión del intercambio de ideas, mucho menos el debate, como su interacción dialógica, sino tan sólo como la exhibición de quién tenga en esa circunstancialidad más poder, sea por acertarle a un título de un libro de un filosofo como muestra de una tómbola intelectual en el que caen quiénes solo se ofertan para administrar superficialidades.

Tanto la ley química del todo o nada, como el sistema filosófico de Nietzsche (eterno retorno), como la digestión misma, la circularidad del dinero y en definitiva como para cerrar esta pequeña lista de ejemplos (que por existir en gran variedad, el modo de elección peca de un profundo anarquismo) la vida en sí, son la representación fidedigna de cómo entre los conceptos encontrados, se encuentra una tercera posibilidad que brinda una alternativa, que en definitiva no es ni más ni menos que el mero desconocimiento y la inexplicable esperanza. Por intermedio de esta particular interpretación de la vida en sí (que creemos que es la más esquemática y la que más se acerca a lo que no tiene un asidero fáctico) avanzaremos en pos de demostrar una situación que parece muy evidente, pero que creemos se encuentra poco investigada. Partimos a modo de ser precisos, de una categorización concreta acerca de la ontologización, como argumento racional y creador de los conceptos de otredad y mismidad. Esta definición que se enmarca dentro de la conceptualización del estudio del ente, en cuanto ente, encierra un problema ya que habría que considerar esta definición a través de ópticas que configuren un mapa algo más particular que la monstruosa generalidad que nos da la definición clásica del estudio del ente. Tales así que la cosa debe segmentarse en (solo nombrando la facción en la cual sostendremos nuestro análisis): el ente en la mente humana, por el conocimiento, nominalizada como ontología gnoseológica ya que contiene un margen suficiente como para ser utilizado por saberes que intenten clasificar objetos que se presenten delante del sujeto como exterioridades (influenciadas o no por el sujeto, depende de la corriente de análisis) presentes y constituyentes del ente en cuanto ente.

Al tomar este concepto ya estructurado, la antropología centra su objeto de estudio con una base perfectamente argumentada.

La problemática a la que apuntamos es la consideración teleológica de esa ontología gnoseológica ya que observamos un hecho particular, con la situación de la modernidad, que en definitiva, no es más que una construcción histórico cultural, a la que no se le proporciona (en nuestro humilde parecer) un análisis certero, precisamente por la falta a la que anteriormente hacíamos mención.

Es fundamental iniciar nuestro camino, observando los procesos argumentativos por los cuales la antropología se desliza en pos de la aprehensión de la porción de la ontología gnoseológica, que le permite una cierta base ideológica para su construcción metodológica del saber al cual se intenta ocupar.

Varios son los caminos, que tropiezan, con la falta de rigurosidad, ante una teleología, que es más que condición necesaria, para la estructuración, de una construcción histórica, que de alguna manera haga evidente la naturalidad a la cual tiende el ser humano .Tanto en un modo particular como universal (apoyándonos en un principio Durkheniano si se quiere).Nos urge delimitar el camino de la definición que parte desde la cosa misma(en un sentido estrictamente ontológico) para atrapar una realidad de lo otro. Tomamos la definición Heideggeriana (en su texto La Pregunta por la cosa) de que la cosa es una pregunta histórica. Tales así que al recorrer el camino propio de la definición se debe tener en cuenta la proposición; es decir el predicado, o en una extensión algo más rebuscada, pero no por ello menos argumentada, el entorno al cual la ¨cosidad¨ se debe. Aquí nos enfrentamos ante otra cuestión peculiar el hecho de formar la definición con un presupuesto (criticado y actualmente olvidado, más por una supina ignorancia o por un temor sostenido en la dificultad misma de la interpretación) en el cual el ser posee determinadas posibilidades (en Aristóteles sería potencia) ante una estructura que le es inherente, sea generada (pensamiento clásico) creada (pensamiento medieval) o producida por la disputa de poderes tendientes a la imposición de los instintos (pensamiento moderno).De aquí se induce que este ser en cuanto tal posee determinaciones estrictas, como por ejemplo las categorizaciones de espacio-tiempo (lo cual se observa de manera brillante en Kant en su Crítica de la Razón Pura) lo cual lo involucran en un área particular y a la vez esencial de la definición.

 

Hasta el momento poseemos los elementos temáticos de la metodología que nos permitirán esbozar un argumento para nuestra observación pero también debemos prestar atención a los momentos y a las definiciones que actualmente son el sitio específico en el cual se centra el verdadero problema , que al no toparse con solución alguna ofrece un abanico de lugares en el cual se refugia la no definición, o que es lo mismo una apariencia de tal (la finalidad equívoca en el cual se centran ciertas corrientes antropológicas).

 

La construcción del otro, por la diferencia, se constituye básicamente con el supuesto Darwiniano de evolución que parte desde una construcción teórica – biológica que ampara un progreso del ser en cuanto tal, evidente en la constitución evolutiva del mono al hombre. Este sistema aplicado por Morgan y Taylor en las definiciones antropológicas, considera una condición social determinada como receptora de atributos que sobresalen de las demás expresiones de cultura y de esta manera se encuentran diferentes manifestaciones graduadas de sociedades.

 

Podemos observar que el interés solo se condiciona a una idea ilimitada de progreso o evolución o lo que es lo mismo a no determinar un telos a la condición u objeto de estudio antropológico, con el argumento de no poder anticipar los progresos debidos a los decretos azarosos de la genética (campo de discusión para la bio-ontología) los principios de esta corriente no definen una particular finalidad de lo mismo con respecto a su otro (la diferencia que actuaría como condicionante necesario) si no que solo se limitan a resguardarse en una diversidad histórica (en los aconteceres sociales que hacen a la diferencia) que no deja de ser una mismidad en cuanto a la realidad del sujeto en cuanto tal (sostenemos esta aseveración parapetados en los magníficos desarrollos Aristotélicos del sujeto y su acción presentes en sus obras titulas Metafísica y Física).

 

El otro por la diversidad latente en Malinowski y en Lévi-Strauss avanzan en un camino crítico de la anterior postura. El primero funda sus construcciones en la diversidad dada por la necesidad. Esta cuestión es interesante ya que se aparta de una idea de reglamentación axiológica para centrar sus presupuestos en diferentes ideas de otredad. El gran inconveniente que encontramos es que esta corriente que cuenta con la innovación en la observación participante solo considera al género como una agrupación tendiente a satisfacer sus naturales necesidades fisiológicas. Es decir que comparando al género supremo o poseedor de razón con su inferior o carente de raciocinio, no existiría diferencia alguna. Por tales motivos es imposible situar para nosotros esta perspectiva como satisfactoria o valedera para tratar de buscarle una solución a nuestro conflicto.

 

Lévi –Strauss al plantear la unidad Psicobiológica del hombre traslada todo su análisis en ciertas comparaciones que delimitan la diversidad en cuanto a la particularización de cada cultura. El principio universal de prohibición del incesto toma a cada manifestación cultural como una naturaleza única y a la vez múltiple ya que el Belga se concentra en análisis sociológicos para nominalizar las diferencias. De esta manera centra su atención en las manifestaciones que hacen al ser social. Luego veremos el problema de este sistema, una vez explayada nuestra observación.

 

Los Neomarxistas construyen al otro por la desigualdad. Amparándose en las distinciones Marxistas que parten desde las consideraciones políticas en cuanto a las clases sociales como reacción de un estado social particular. De esta manera nos encontramos ante un análisis que presenta un fin, el de la disputa o la adecuación exacta de un sector social a una determinada circunstancia histórica. Observamos con cierto interés esta construcción ,pero su base Hegeliana dentro de un marco social no filosófico nos permite desechar este sistema.

Una vez recorrido someramente estas lucubraciones nos vemos obligados a desarrollar nuestras conclusiones. La temporalidad social definida como Modernismo (en realidad hoy hablamos de postmodernismo, pero esta consideración daría para otro trabajo hermenéutico ) en donde las diferencias están sujetas a la acumulación de la mismidad (la producción en serie) producen un estado de inseguridad ante lo que no se debería presentar como tal, la afirmación presente en el texto de M.Bermann ,¨ Todo lo sólido se desvanece en el aire¨ nos parece tan ajustada y sintetizadora que la tomamos como máxima para abordar la situación que nos atañe.

 

Dentro de este marco en donde la identidad está dada bajo parámetros económicos y en donde la diferencia se podría encontrar en la exclusión (ver el trabajo de V.Forrestier ¨ El horror económico¨ ) nos es fácil encontrar el porqué del fracaso continúo de las diferentes corrientes que intentan abordar la problemática antropológica en nuestros tiempos. También consideramos que toda construcción que no contenga una finalidad del género en cuanto tal, discurrirá en opiniones que no pertenezcan, según nuestro parecer, a la misión del saber antropológico.

De esta manera debemos retomar la definición de la cosa como para encontrar un ideal de otredad y mismidad. Esta, debe considerar los predicamentos del ser (entendido este bajo sus naturalezas inherentes e inexplicables) como una consecución o un devenir en búsqueda de precisamente este ser- ahí (Dasein), para esto primero habría que preguntarse por el ser mismo, ya que las definiciones se encargan solo del ente o de los predicamentos de los predicables, pero situarnos dentro de este campo nos obligaría a abandonar nuestra actual observación. En líneas generales, lo que se exige es tomar las consideraciones ontológicas- gnoseológicas para de este camino situar las diferencias e igualdades que la inseguridad del mundo de las apariencias no nos permite divisar. Pero precisamente el tratar de buscar el elemento esencial de lo universal nos permitirá dejar de helado las imposiciones que el mundo moderno nos impone con un ciego preguntarse.

 

Dejando de lado, el texto académico, lo que se intenta expresar, bajo conceptos plagados de giros que saben a humedad de biblioteca, es básicamente porque los seres humanos, y por sobre todo, los que nacimos y nos educamos en culturas occidentales, reaccionamos ante el otro, ante al extraño, ante el distinto a nosotros mismos, con una suerte de rechazo social. Para ponerlo en buen romance. ¿ Que impulsa, a un político en un debate, tratar de vencer al otro, tratar de demostrar una supuesta mayor sapiencia, o la ostentación de cualquier otro valor, cuando lo que debería demostrar en el atril bien podría ser su propia capacidad como para entrecruzarse con ese otro , o lo que ofrece como representación, como para ofrecerle a su sociedad, expectante o como expectadora, una conjunción de esos contrapuntos o ideas en contraposición?.

 

La narración, academicista, no sólo ha sido una clara muestra de sapiencia de quién suscribe, ni tampoco un texto intelectual, con citas clásicas de hombres de la antropología, simplemente se constituye en un ejemplo, en un cobayo, de lo queremos señalar, con respecto a la mirada que se tiene de los otros.

El presente análisis, jamás será siquiera leído, por alguien que no haya alcanzado al menos, una educación secundaria, tampoco le dedicarán tiempo, aquellos quienes no se molestan en interrogarse, aspectos fundantes, profundos, íntimamente relacionados con los problemas culturales de una sociedad.

Los pocos, que lleguen hasta el final, y que puedan rescatar algo del planteo, por más que el texto se haga público, sabrán que aún nos encontramos a ciento de décadas, de poder al menos poner por encima de la mesa, cuestiones, que tienen que ver con el sufrimiento diario de miles y millones de personas, que son marginadas, culturalmente por sus pares.

Todos los célebres citados, los giros metafísicos y gnoseológicos, que envuelven en una cima intelectual al texto en general, no tendrían sentido de ser, sí por las noches, cruzamos de vereda, al ver a un pobre o desposeído, temiendo ser atacados o asaltados por el extraño.

Como final, ofrecemos uno de los grandes problemas del alto pensamiento, o del análisis profundo. Este tipo de recorridos, no pueden ofrecer soluciones, o respuestas a los conflictos descriptos. La teoría, sólo sirve para describir, narrar o comentar un tema cultural en concreto.

Las soluciones o respuestas, sólo provienen de las sociedades que desean y anhelan cambios, pero para ello, primero hay que saber que existen otros modos, otras formas de vida, que los infiernos cotidianos, claro que se precisa, para sortear este segundo eslabón, el conocimiento o las ganas de ello, y como se dijo, esta es un simple muestra, que demostrará el poco interés que existe, en una sociedad determinada, de replantearse al menos, aspectos críticos que manifiestan, en conjunto sus ciudadanos.

Por Francisco Tomás González Cabañas.-


Comentarios »
Aun no hay comentarios, sé el primero en escribir uno!
Escribir un comentario »