Terminar con las palabras y de paso, con el curro familiar.
El 2017 es, -según la jerga politiqueril-, como año electoral, aproximadamente 700 cargos se pondrán a consideración del “soberano”, muchos de ellos no serán nombres inéditos ya que irán por la viciosa costumbre de la re-elección más aun, cuando alguno que otro exponente se erige como el vencedor del poder con la espada de la dignidad, mientras a carcajadas limpias coloniza al erario público con su árbol genealógico.
Misteriosamente, todos aquellos bociferedores que discursean con la democracia no pueden explicar el por qué en la capital correntina con al menos 380 mil habitantes solo tres ciudadanos aspiran a la intendencia, los capitalinos padecen de un absoluto desinterés por la cosa pública o son rehenes de los partidos políticos hoy re-fusionados en las llamadas alianzas, que en su actividad quiosqueril evitan cualquier posible participación ciudadana y a su vez, un abanico de posibilidades mas amplio para los ciudadanos, el estado terminal del sistema político provoca o produce el cerramiento obligado al ingreso de la administración de lo público por todo aquel que aspire a ello.
Como no ha de taparnos la pobreza y el marginalismo social si lo importante es la disputa febril del poder público, en desmedro siempre y sin excepción de la totalidad social, el sistema político gravita independientemente del cuerpo social que lo hace y mantiene vigente en una dialéctica de gobernado-gobernante, trampa mortal de imposible salida mientras se mantengan los privilegios antidemocráticos, autoritarios o tiránicos de las sociedades comerciales del siglo veintiuno llamados partidos políticos, que ya no necesitan de dogmas filo-políticos para su quehacer cotidiano, las ideas sobre las cosmovisión del mundo quedaron en desuso y se puso en funcionamiento la praxis comercial en busca del cliente, el mundo mercantil manda hoy en el subsistema social partidario, de hecho, posturas de tinte filosóficas distantes se juntan mientras un candidato a concejal sostiene que hay que terminar con las palabras, la mismas que dio de comer y lleno de privilegios a su familia completa: el discurseo, el viri viri, la mentira política como herramienta del poder y acceso a las mieles que dispensa el Estado, las palabras o el palabrerío que hasta la fecha su quiosquito político sigue desparramando bolsitas en bolsones de pobreza.
Familias completas que se camuflan como parásitos en las estructuras burocráticas del Estado, tal vez, por nostalgia que los remite a los tiempos de la monarquía, cerebros colonizados por la corona española y la iglesia les hace creer que tienen el derecho de instaurarse como familias del Estado, que les pertenece porque así lo dictamina el derecho divino.
La repartija de los 700 cargos quedara en manos de la misma elite que promete ser lo mejor asentando sus palabras en la esperanza como un acto de esperar, un desear, una expectativa de buenaventura pero, solo si ellos son elegidos, en resumidas cuentas, si el ciudadano opta por cualquiera de ellos el resultado debería ser el mismo ya que todos empollan “su hacer” futuro en lo mismo, en la esperanza, la expectativa, en ese deseo irrefrenable de las cosas buenas por llegar, y llegar obliga a moverse, la estática no requiere de movimiento, si se sigue sosteniendo al mismo sistema político no se va llegar a nada, no hay desplazamiento, tal vez sea una de las respuestas del por qué Corrientes sigue siendo tan pobre y marginal desde los albores de la historia.
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