La Tierra Sin Mal.
Los guaraníes estaban convencidos de que, alguna vez, sería alcanzada el Yvy mará'ÿ -La tierra sin Mal- donde ya no existirían las iniquidades que cometen los hombres. Sería como conquistar el discurrir de una existencia sin agobios ni pesares. Pensaban que era posible arribar hasta allá marchado hacia el Este hasta cruzar el océano. Además, estaban convencidos de que podrían alcanzar el Yvága –Paraíso- aligerando el cuerpo para hacer posible su ingreso a la Morada Celestial. Para lograr ese increíble objetivo, danzaban y cantaban con la participación de toda la comunidad. Sólo es cuestión de conocer los cantos sagrados y saber girar, meter el cuerpo en la danza y que la danza se meta dentro del cuerpo, hasta identificar la materia con el espíritu.
Muchos grupos guaraníes migraron hasta a orillas del mar pero ninguno pudo seguir adelante y hacer real ese sueño. Desalentados ante el obstáculo, tuvieron que desandar la ruta iniciada. Al llegar los españoles, estaba aún vigente esa resplandeciente perspectiva. Las diversas estirpes o grupos realizaron memorables marchas caminando descalzos por las selvas con esos fulgurantes sueños en sus pupilas deslumbradas ante las exuberantes selvas que cruzaban.
Según sus creencias, la llamada Yvy Tenonde -La primera Tierra- fue destruida por un gran incendio que venía asolando desde el Oeste. La inmensa hoguera fue sofocada por interminables lluvias. Entonces nuestro Gran Padre Primero, hizo que se formara la Segunda Tierra, la actual, en la que vivimos.
Sin embargo, un vaticinio guaraní predice que a su vez, la misma está condenada a ser arruinada por la polución generalizada del planeta. Recién entonces se reconstruiría en el Yvy marä`y, “La Tierra sin mal”, ya sin defectos, libre de todo mal. La esperanza es ésa, alcanzar la tercera tierra, sin las imperfecciones de la actual.
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