17 de mayo de 2017

Horror vacui.

El Horror al vacío u “Horror Vacui” proviene de una antológica incertidumbre del ser humano, en tiempos del medioevo el avance de la física encontró un anatema inexpugnable y hasta ese momento impensado (naturalmente el vacío está para llenarlo de allí el problema de con qué y cómo llenar los vacíos). En nuestra realidad comunicacional vernácula nada seríamos sin las “noticias” policiales, las “nacionales” que cortamos y pegamos y mucho menos sin las gacetillas oficiales. Por un lado, ciertos “atrevidos” (en el buen sentido y con el mejor de los ánimos) dirigentes osan exigir a los medios una performance profesional que no tiene parangón con los derechos y los usos y costumbres que le brinda esa misma clase dirigente. Por otro, la costumbre y la supervivencia, “nos” lleva simplemente a cubrir el vacío, sea con minas en bolas, con el accidente (pedorro, agréguele el adjetivo calificativo que más prefiera o prescinda del mismo) con el chupado de la información desde esos hermosos lugares que nos hablan, entonces somos un eslabón de la cadena que reproduce cosa que no entendemos, no pensamos, no sentimos y mucho menos criticamos. Eso sí, pertenecemos, precisamente a ese eslabón, a ese sistema, al engranaje (en términos Sartreanos) logramos percibir algún ingreso, por llenar vacíos, y para llenarnos en nuestros vacíos propios, en sacar el auto cero kilómetro por más que no tengamos donde caernos muertos, en salir a cenar por más que nuestra heladera este vacía, en la ropa, en el celular, la zaga de llenar los vacíos continua (de continuidad). Es el motor inmóvil, en términos Aristotélicos del político que lo ha dejado todo por ser tal (desde lo dejable, hasta lo indigno) y que lo lleva a pretender reelecciones sempiternas o no bajarse nunca de la calesita electoral, de un cargo al otro o de pretender perpetrarse en el tiempo, chupándose el apellido y la vida, del vástago, para ungirlo, por obra de su dedo, como sucesor dilecto, para llenar su proverbial vacío o temor al mismo (en verdad todo lo es, sólo que nos da pavor reconocerlo y por ello nos engañamos pensando que llenamos algo que siquiera puede ser cubierto).

Cubrir los mismos es una tarea harto demandante, es gráficamente la escena de la película dramática, donde la pareja está en una confitería, con mucho ruido exterior y de repente una pregunta, decisiva, clave en esa historia, de alguno de los protagonistas, cambia el audio y el silencio se adueña de la toma y el protagonista que tiene que responder lo que le preguntaron, se queda en silencio, se percibe con contundencia el vacío (seguramente nos ha pasado en la vida real) que por lo general es llenado con alguna frase insólita al estilo, hace mucho calor (las típicas para romper el hielo, o el famoso ¿de qué signo sos? Cuando se conocía a alguien en el baile) o expresiones que nos desnudan huérfanos, apichonados ante el vacío (existen muchos aforismos, ahora que son un género respetado gracias al twitter, que hablan de nuestra pequeñez ante la inmensidad de un descampado mirando al éter y la vía láctea).

Lo mismo sucede, incluso es materia de análisis en literatura y en psicología del vacío, miedo, el pánico, a la hoja en blanco, en este caso específico, para transmitir una noticia o dar a conocer algo.

Pero como la actividad comunicacional, sustenta sus bases en la instantaneidad en la inmediatez, esa dinámica es un anticuerpo en sí mismo, además la mayoría de las veces, el horror al vacío en lo periodístico no es un mal de muchos (es en verdad un problema, como la gota centurias atrás que se creía que sólo afectaba a los reyes o a los de sangre azul) dado que en su gran mayoría, como en cualquier otra esfera de la vida y por ende trabajo, oficio o profesión, los más se extasían en el cumplimiento de órdenes, de mandatos, en el seguimiento irrestricto de reglas reverenciales que obviamente, además de un sueldo fijo, con aguinaldo, obra social y aportes, te dan la posibilidad de que no pienses, ni te plantees demasiado, que haces, como lo haces y de qué manera transmitís.

Es decir llenar un medio de noticias, para decirte periodista o comunicador es básicamente como masturbarte y depositar el resultado de la acción en un recipiente y luego decir que hiciste el amor, a lo sumo el acto libertario, el que te hace hombre como ser definido y por el que tantos dieron su vida para que goces de la libertad, podría tener relación con elegir la foto de la tetona morocha o la culona rubia, no mucho más que eso.

 Tampoco da, para hacer investigaciones onerosas, invertir en tiempo, energía, recursos, sí no existen ni leyes que establezcan con claridad cómo y porque se reparte la publicidad oficial, sino existe la cultura por parte de la clase dirigente de dar conferencias de prensa y sí de “atender” de parados a ejércitos de movileros, es decir sí tampoco, se premia, se valora, se reconoce, se dignifica a quiénes pretenden una comunicación diferente.

Los casos más paradigmáticos son los que se autodenominan “progresistas” o no conservadores, dado que son los más defensores (con sus actos) del presente sistema que ellos mismos dicen combatir, son los más conspicuos “salidores” en los medios “más tradicionales” que obviamente defienden a rajatabla el sistema de comunicación imperante.

Los dirigentes, encumbrados o cuando llegan a esa cumbre, demuestran que tan solo llenan vacíos, que en definitiva la división entre izquierda y derecha es tan solo una definición de espacios físicos (tal es el origen) y no una distinción conceptual.

Sin ningún lugar a dudas, los que hemos sido afectados por el Horror al Vacío, debemos tener una predisposición genética, una carga emotiva traumática en la infancia, una maldición del destino, o todas estas cuestiones sumadas, deberíamos ser felices con lo que tenemos, con lo que nos toco, con lo que nos dice “la institucionalidad” (sea religiosa, educativa o social), el alter ego vestido de padre, de autoridad, de dirigente.

Camus tenía razón cuando definió que la filosofía trataba de discernir sí la vida valía la pena o se daba el salto al suicidio, ahora sí, si hubiese nacido en Corrientes, seguramente no lo habría establecido como posibilidad, dado que estaríamos validando el mote “de loquitos” o “librepensadores” con que gustan descalificar los esclavos del sistema, que tan tristemente se creen amos y señores, pero son unos pobres tipos, vacíos, insustanciales y dignos de compasión eucarística.

Sin darnos cuenta hemos llenado un vacío, de un espacio en una agencia de noticias, gracias a los Ingleses (¿acaso es políticamente incorrecto hablar los ingleses ahora?) que inventaron el futbol (tantas veces que se aplaude al Kun Agüero como se lo aplaudió al Apache Tevez y tantos otros que comerciaron sus piernas por allí, porque al menos, por más insólito que sea, no se les hubo de pedir que por solidaridad con la Causa Malvinas abandonen sus equipos de futbol, Ingleses por cierto, ah claro, eso para el sistema único es una insolencia, es como preguntarse porque no devolvemos la copa del mundo de 1978 obtenida por obra y desgracia de la dictadura militar) deporte que llena el vacío de los domingos por las tardes, día y momento en que mayor cantidad de personas, dan el salto al vacío, porque prefieren tal horror, al horror de la lleno, superficial y escandalosamente mentiroso.

 


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