4 de mayo de 2017

“The Banana Province”.

El Dr. Rafael Correa, ex mandatario del Ecuador, hubo de escribir un libro intitulado “The Banana Republic” en clara alusión a esa construcción conceptual de un estado gobernado por populistas legitimados por falsas opciones electorales, o donde se insta a la ciudadanía que opte no que elija, en base a una distribución de recursos siempre escasos para una población empobrecida y una dirigencia que desconoce, fácticamente, pero que los domina teórica y discursivamente, tales falencias y que se constituyen o instituyen (dado que como la ley poseen una condición de ser performativas) en la base de su legalidad para esconder la posibilidad de que se les discuta la legitimidad con la que se mantienen y mediante la cual accedieron al poder.

Las sociedades humanas, se mantienen unidas por un poderoso impulso imitativo; pero este impulso es también la raíz de las crisis que amenazan con disolverlas, cuando la necesidad de imitar a los otros irrumpe en la voluntad de apropiarse de las cosas del otro y da lugar a una guerra de todos contra todos. Entonces sucede un poco como en los estadios de fútbol, en los que la ira de los aficionados tiende a descargarse unánimemente sobre el árbitro, la concordia solo se restablece encontrando un chivo expiatorio contra el que orientar la violencia (La violencia y lo Sagrado de Girard).

Seguiremos derrochando tinta al pretender que una elección, no sea una asociación lícita entre un grupo o clase que gasta, invierte o devuelve, determinada cantidad de dinero, para montar escenografías (actos, gacetillas, spot, encuestas, cotillón, etc.) prediseñadas (por otra clase o grupo entre los que se cuentan las tercerizaciones o segundas líneas o en el mejor de los casos equipos técnicos) con la participación necesaria de otro grupo mayoritario, al cual se le adorna, se le arma la fiesta, se le promete, se le alimenta una expectativa que se sabe que difícilmente se le cumplirá. Como consuelo, es un comportamiento que excede el ámbito de la política, lamentablemente se extendió a todo el universo dirigencial en donde las cosas se tocan de oído o se hacen para la foto.

Ya aburre, o al menos así lo pensamos, el seguir narrando lo que desde hace tiempo es un escenario natural en tiempos electorales. Cambia de elección en elección, la forma, más tecnológico quizá, los pibes a los que antes se pagaba para repartir las boletas, ahora también pueden cobrar si ponen la boleta en su muro del Facebook. El cartel no sólo se pega, con los equipos profesionales en las marquesinas de las empresas habilitadas, también tienen su versión luminoso con la variante Led. Así podemos continuar en una retahíla de acciones que nos llevarán a la reducción al absurdo que nada tiene sentido.

No pretendemos eso, aquí no desandaremos aspectos metafísicos, simplemente, tomar esta misma realidad en la que caen nuestros políticos y ciudadanos y la política en general, y demostrar que lo mismo ocurre a nivel dirigencial con nuestra comunidad.

Una bandera que hace relativamente poco, flamea como insignia vindicatoria, por la postergada defensa de los derechos de género, contiene en sus basamentos luchas inclaudicables e irrenunciables en contra de la violencia intrafamiliar y hacia la mujer, la esclavización sexual de la misma, la cosificación del género y su reducción a tan solo una imagen sexista y demás arietes que se desprenden como la elección del cuerpo (sea para reproducción o para modificarlo y pararse ante el mundo tras esa decisión) como elemento de derecho primordial y prioritario.

Nadie, en su sano juicio podría estar en contra de esto mismo, de desconocer la importancia de que al fin ciertas personas organizadas o no, hubieran de encontrar estos trapos simbólicos y plantarlos como estandartes, muy pocos, los que seguramente tengan problemas de corazón y de cabeza, podrían desalentarlas o ponerles obstáculos para que tamaña empresa no llegue al único puerto posible para tener una sociedad mejor.

Pero de esto se trata, al igual que en la política, a la que en verdad, nadie, por más que pertenezca a cualquier partido o no, podría estar en contra de los planteos generales y de buenaventura que realizan todos en el mundo de la política, lo importante, ya no pase por la supuesta finalidad u objetivo, del que nadie podría estar en desacuerdo.

El quid, o la madre del borrego, se llama método, la forma, o mejor dicho el medio, que es precisa y verdaderamente el fin.

Insistimos, con aquello, de que no se trata de nada que apunte a personas, individualidades o nombres, ni tampoco a clases o grupos, para bajo una vara soberbia ponerle la etiqueta de víctima o de victimario, es tan solo un análisis, que probablemente no sirva para nada, porque esa es la finalidad del análisis, que algo que en términos prácticos que no sirve para nada, haga pensar o genere empatía o regurgitación.

El planteo, al menos para nosotros es claro, no podemos permanecer en ese primer paso, deificarlo, ponerle el título de gesta y en definitiva sólo quedarnos en la foto, en la acción para la gilada que sólo sirve a esas clases acomodadas que son las que organizan estas fiestitas, contratan los cotillones e invitan al vulgo a que coman y tomen, pero en un cierto tiempo y cuando estos quieren, desean o invitan. Esperemos que lo de clase acomodada, haya quedado claro a esta altura, que no se trata de una cuestión ni económica, ni política, sino cultural o dirigencial.

En esto que ya parece una moda militante (conste que hablamos de esto, como bien lo podemos hacer, o mejor dicho ya lo haremos, con la defensa de los derechos de los animales) más que un compromiso con una causa, e insistimos no por culpa de nadie, pero en donde siempre las acciones son las mismas (como en la política vio, recorridas, caminatas, volanteo, actos pequeños, publicidad, afiches, gacetillas) y las caras visibles también (a lo sumo se renuevan en los hijos, entenados o amantes de), falta en lo metodológico el planteo de fondo, al que necesariamente se debe llegar sí se pretende algo en serio, y para ello, se debe consultar o al menos, dialogar, con los que tienen alguna militancia en la materia cultural.

Quizá como en la política, el egoísmo, la individualidad, haga que los que descubren estas causas, se adueñan de las mismas (quizá hasta románticamente) y las encarnan como trampolines de un salto que anhelan o una razón en sus vidas carentes, insustanciales o sufridas, y de allí que prefieran anatematizarlas, automatizarlas en el vodevil  del circo, tal como el electoral.

“Si alguien me dijese que no tengo necesidad de hablar de la historia del ser para explicar la preferencia por un mundo en el que prevalezcan la solidaridad y el respeto a los otros por encima de la guerra de todos contra todos, siempre podría objetarle que es importante y útil desde el punto de vista también del ejercicio de la solidaridad y el respeto, tomar conciencia de la raíz de nuestras preferencias; de la relación explicita con su procedencia (origen) es de donde una ética del respeto y de la solidaridad recava razonabilidad, precisión de contenidos, capacidad de hacerse valer en el diálogo con los otros” (Creer que se Cree, Gianni Vattimo).

 


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