2 de mayo de 2017

La legitimización democrática a la Suazilandia.

Para quienes puedan seguir pensando que desde nuestros arrabales sudamericanos, la vieja Europa nos queda cultural y políticamente más cerca para brindar las respuestas de siempre (un fascismo recalcitrante y la culpa del otro) a los problemas estructurales irresueltos (pobreza, marginalidad y desigualdad) la naturaleza, en forma de lluvia fuerte, los sopapea en su ignorancia y acomoda en realidad, al tenernos, como en las organizaciones tribales Africanas, pendientes de rezo, para que no caiga agua del cielo que haga colapsar ciudades y caminos. Suazilandia, insistimos como en muchos países de tal continente que pese a tener occidentalizada su clase dirigente (la política-militar como la incipiente académica), brinda respuestas, novedosas e innovadoras a las crisis, de antaño y esclerotizadas, que golpean la legitimidad en la que se sostiene la política. Imitada por el oficialismo Venezolano, que recientemente convocó a una Asamblea Constituyente de ciudadanos no de partidos, Suazilandia en 2003 en una elección legislativa (el país adoptó como forma de gobierno una monarquía absolutista) dispuso que solo podían ser elegidos aquellos ciudadanos no relacionados con ningún partido político. Imagínese cuanta oxigenación podría generarse, sobre todo en países que imponen por letra de la ley a los partidos políticos como pilares de lo democrático, que de tanto en tanto, en una suerte de cupo como el femenino, para que los partidos incorporen una cierta cantidad de ciudadanos independientes en sus listas u ofertas electorales, dada que las cifras con las que dicen contar como afiliados o pertenecientes, no sólo que son altas y sospechosas, sino que se enmarcan, dentro de las fantasías inoperativas que instalan, en una suerte, paradojal, de ejercicio despótico del poder, eligiendo candidatos que no atraviesan instancias de internas o no generando políticas democráticas internas, absolutizando al ciudadano, y obligándolo a que vote, por opciones preestablecidas en nombre de lo democrático que claramente no es tal.

“Sí bien todo el poder emana del pueblo, el pueblo posee dicho poder sólo el día de la elección, para que después se convierta en propiedad del gobierno”.  (Benjamín Rush).  En verdad no estamos de acuerdo con lo que propone el autor citado, de todas maneras, le daremos la derecha. Vamos a hacer de cuenta que es así (para nosotros siquiera el pueblo posee el día de la elección el poder, dado que el mismo está en las reglas con las que se juega al poder) sobre todo, porque muchos lo creen, todavía. Las dictaduras han sido, desde esta lectura en perspectiva, la antítesis (funesta y nefasta) para que aún sigamos creyendo en que el pueblo, puede funcionar por intermedio de una representación, que por definición y operatividad, jamás la representará, a través de elegir a la entidad representantes, mediante voto, cada cierto tiempo. En el abuso de la estadística, tal como lo afirmara Borges, en que hemos transformado a la democracia (a diferencia del célebre literato que no le daba valor, para nosotros lo tiene y de sobre manera, afectivo, pasional) las cascaras vacías en las que hemos convertido a los partidos políticos, en una suerte de preservativos usados, como para apoyar la connotación de la urna electoral, como vulva, en donde se echa el voto como el acabose tras el fluido, están llenas, abotargadas de militantes, de adherentes, de participantes que no son tales, que nunca lo han sido. En el cumplimiento irrestricto de transgredir todo lo normado, como para sentirnos plenos, amalgamamos este comportamiento que nos deposita en una suerte de diván colectivo.

Como hemos construido nuestros contratos mirando a Europa, insistimos una Europa que tanto en el mejor como en el  peor de los casos, ha seguido los caprichos germano-céntricos, de barbarie, conquista y muerte, absolutizando o generalizando el juego o el ejercicio del logos, es decir de lo filosófico que se constituyó en el maridaje con la violencia, con la realpolitik, y más luego derivó en lo jurídico-legal, tenemos constituciones que establecen disposiciones que nunca podremos cumplir. Esta  trampa, de nuestro súper-ego (que en psicoanálisis sería un real-imposible) nos impele, nos invita, nos promueve, nos seduce, a que nos echemos a la transgresión, a troche y moche, antojadiza y descomunal, tanto como mecanismo de defensa como excusa. En el ingreso a este círculo vicioso (como el adolescente que se ve presionado por padres muy exigentes que lo instan a que cumpla deseos de ellos y no de él que no quiere cumplirlos y los siente, además como imposibles de lograrlos, se pierde en el laberinto del puro ello que facilitan las adicciones) es donde, nos encontramos con poblaciones, que para cumplir o no cumplir una disposición constitucional, llenan los distritos de partidos políticos, en lugares en donde votan menos de medio millón, existen más de 40 que no sólo que no representan nada distinto entre sí, sino que electoralmente luego, terminan en sólo dos frentes, que aglutinan a estas parcelas simbólicas de lo democrático, dado que no ejercen elecciones para elegir sus candidatos (sino que son sus propios presidentes o dueños, en su defecto los hijos, entenados o amantes de estos) ni mucho menos debates, acciones que fomenten o propicien comportamientos democráticos.

Desde la justicia electoral, que tiene que guardar ciertas formas para que esto siga siendo creíble, se dio la señal de alarma, para que estos partidos, al menos cumplan con no repetirse en contar con los mismos afiliados o pertenecientes (se ha descubierto que existe un mercado negro, o ilegal en donde se trafican estas fichas afiliatorias en donde por intermedio de fotocopias de documento se deja asentada la necesidad de las personas de forma parte de estos espacios, gente además que es usada en su necesidad, dado que en estos lugares, a diferencia de Europa y a semejanza de Suazilandia, la pobreza es proverbial) la prensa cómplice de estos circuitos ilegítimos, cada tanto publica algo, para lavar sus culpas ante la promoción que luego hará de los mencionados candidatos, que luego, obvia y democráticamente, serán parte del poder, supuestamente legitimado.

“Arendt insistió en que la política es la esfera de los asuntos comunes, por ello al mismo tiempo la esfera del opinar- a diferencia del saber- de la persuasión, y de la facultad de juzgar. El discurso político es autónomo en el sentido de que en él no tendrán la última palabra ni el mero interés particular ni el saber y la racionalidad de expertos”. (Wellmer, A. “Líneas de fuga de la modernidad”. Fondo de cultura económica. 2013. México. Pág. 58-59)

El autor Alemán citado, que cita a una autora Alemana, no es casualidad. La clase dirigente que cree ver deidades del logos en el viejo continente (desde donde provinieron los jesuitas instauradores de nuestra arquitectura de lo educativo) ya aplico hace siglos atrás, la solución final que conocería más luego el mundo. Los guaraníes fueron usados, por ponerlo en buenos términos, para las batallas que librara la clase dirigente de una América latina que se independizó en términos simbólicos, no reales de la vieja Europa, para seguir usando su razón, sus libros y métodos.

No queremos expresar que esto está mal (que lo expresen en todo caso el 40% de pobres), tal vez no lo este, simplemente que existen otras formas de organizar lo social, de ejercer lo político, sólo es cuestión de tener ganas de verlo u observarlo. En vez de usar o de forzar los sellos de goma, la representación meramente formal en que hemos transformado a lo democrático, la podemos oxigenar, despresurizándola del encierro en la que la han sometido los partidos (de hecho algunos afirman que esta multiplicidad orgiástica de partidos es una reacción a los partidos únicos que proponía el comunismo) tal como lo llevó a cabo Suazilandia y que hace horas, parece querer imitar una parte de la Venezuela en crisis, que sí de algo está segura es que no saldrá del laberinto por donde ha ingresado. Cómo expresara Marechal, de todo laberinto siempre y únicamente, se sale por arriba, agudizando el ingenio, forzando la creatividad, pensando, reflexionando…

 Por Francisco Tomás González Cabañas.-

 


Comentarios »
Aun no hay comentarios, sé el primero en escribir uno!
Escribir un comentario »