30 de abril de 2017

Menos Chance que la Oposición en Botsuana.

Este es el único país Africano que no ha sufrido golpe de estado alguno o interrupción de lo que llama su orden democrático. Desde su independencia, el partido Democrático (que otro nombre podría tener sí no) gana las elecciones, abrumadoramente, como en 2009 donde obtuvo 45 de los 57 escaños en juego. Observadores, creen sin embargo, que tal como sucedió en América Latina, por la propia salud de la institucionalidad (el gatopardismo de que todo cambie para que nada cambie) más temprano que tarde, este mito caerá (de que sólo puede gobernar en Botsuana el partido democrático) como sucedió en México con el Pri, en Paraguay con los colorados o en Argentina con el peronismo (pese que aún persista la continuidad del mito de que ningún gobierno que no sea de este signo no termina su mandato constitucional). La criminalidad humanitaria, no se soslaya sin embargo, por el elevado índice de la población infectada por el Vih-Sida (casi un cuarto de la población) o como en un a priori se podría pensar, por índices económicos, en los últimos años evidencio crecimiento de su PBI cercanos al 10%, sino precisamente por el monopolio político que se ejerce en nombre del orden democrático. Este absolutismo en el ejercicio de las libertades públicas, se padecen también, en formatos oligopólicos (en aldeas en donde existen más de 40 partidos políticos que expresarían cosas distintas, pero en las elecciones terminan, casi en mitades iguales, ofreciendo solo dos opciones reales a la población, que más que elegir, optan condicionadamente) que se traducen en medios de comunicación que solo reflejan las opiniones autorizadas, en voces premiadas y distinguidas por el poder, que generan, la indiferencia, el señalamiento y la persecución mediante el ninguneo a todos quiénes se atrevan a cuestionar, desde la crítica constructiva o el uso del razonamiento, a las bases del sistema que sostiene tales privilegios, que precisa de esta opresión para ello.

Botsuana, rompe el mito Africano que sus tragedias tienen que ver con la irrupción del orden democrático o la no estabilización de este sistema en tales tierras. Debería ser un caso de estudio académico, de investigación en fundaciones que ensalzan lo teórico y que cada tanto envían a sus representantes a sacarse una foto en campamentos atestados de niños negros siendo vacunados, pero no lo es ni lo será por una cuestión muy sencilla. Botsuana es la fiel prueba de que la tragedia de la pobreza, de la supresión de libertades, la falta de democracia real, solo tiene que ver con la no institución de dictadores atornillados en el poder. Pobreza  y democracia, es para lamento de los demócratas inocentes con buena intención,  un maridaje que se sostiene, casi patológicamente, por no decir que han constituido una lamentable y peligrosa asociación ilícita, de características perversas, dado que se construyó y se sostiene, como para combatir lo que en verdad acendra y acrecienta.

Tratar de expresar algo que no dimane desde el poder en Botsuana, debe ser algo harto complejo. En verdad no deberíamos extrañarnos tanto, en cualquier aldea occidental que se precie de estar distante del canibalismo institucional que padece África, la situación es parecida, por no decir semejante.

En América latina, ningún país puede exhibir más de medio siglo de continuidad democrática como Botsuana. Es más en treinta y pico de años, ciertos países que se creen rectores teóricos de lo democrático, siquiera pueden convencerse de que toleraran un gobierno que termine su mandato constitucional, que no sea el partido de gobierno, el partido institucional, el partido de masas, o la expresión que por distintos motivos se haya construido bajo estos arquetipos.

En los estados confederados, o en las comarcas, de estas unidades llamadas estado-nación, la cuestión tal vez sea más compleja, o más parecida a Botsuana, para ponerlo en otros términos. Es decir, sí uno posa su mirada en estos latifundios en donde la libertad política es una excentricidad, encontrará múltiples partidos, diversas banderas y colores, palabras, copiadas y pegadas, como los proyectos y las propuestas. Pero esto último no es lo importante, tales sociedades están tan prostituidas, tan cosificadas, que el valor de la palabra, del logos, ha sido pasado al olvido, direccionado al sótano de la indiferencia, cuando no a la caracterización negativa y peyorativa (a los que dicen algo distinto, a los que se atreven, se los llama loquitos o librepensadores). Lo importante en estos lugares es hacer, hacer para tener, y viceversa.

Hacer uso de la supuesta libertad que garantizaría el propio sistema democrático en estas tierras extrañas, es básicamente, como ser un opositor al oficialismo en Botsuana. Nadie te lo impedirá, pero estás condenado a esperar otros cincuenta años, para ver como perdes, consuetudinaria y democráticamente, eso sí.

Uno podría seguir aportando palabras, que hiladas construyan oraciones y signifiquen conceptos que edifiquen argumentos. Sin embargo, las pruebas a exhibir, son más contundentes, y aún lo es más, que luego de ofrecidas no ocurra nada con ellas, ni con las sociedades, en donde estas evidencias señalen a las claras, la clase de comunidad que están forjando y sosteniendo.

Estas palabras no se imprimirán en papel en Botsuana, tampoco serán replicadas en su éter radiofónico o en su interfaz virtual, tampoco en aquellos otros lugares, tan disímiles como iguales, tan lejanos como cercanos, en esas comarcas medievales que se precian de sus perversas democracias formales  en donde el pensar se ocluye mediante el ninguneo y la indiferencia, y la persecución como el control policíaco, se transfirió de las fuerzas del orden que ostentaban armas de fuego, a los tartufos cortesano, a los bufones del poder, a los que se les regalan premios y distinciones, para que sigan excluyendo, señalando y denostando, a los que piensan de otra manera o con otras significaciones. 

 

 Por Francisco Tomás González Cabañas.-


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