24 de abril de 2017

Las escasas diferencias democráticas entre Alemania y Ruanda.

En ambos países se elegirá el presente año la máxima autoridad política. En uno, quién irá por su cuarto mandato, aquilatará al completar en caso de que se confirmen los pronósticos de las encuestas, más de quince años en el poder, en el otro serán algunos más, con la salvedad que en este se realizó un referéndum y el 98% de la población aprobó la posibilidad de continuidad. Ambos estados, luego de guerras sangrientas, en la más reciente, fratricida, intestina que no salió, de los límites parroquiales de la geografía del lugar, en la otra, se generó a partir de la misma la última guerra mundial, pueden esgrimir índices económicos que expresan crecimientos del producto bruto interno, y otros datos objetivos, que son sin embargo, dimensionados en forma distinta, disímil, en el concierto internacional. En uno de los países la representación femenina en el parlamento araña el 65% en el otro, uno de los partidos que contaría con el 20% de adhesión, suscribe abiertamente a principios, postulados y manifiestos declarada y decididamente xenófobos.

Tentados a desgranar las diferencias etnológicas, estéticas, culturales, que dimanan de cada uno de estos países y que nos condicionan a una determinada perspectiva no solo de ellos, sino de nosotros mismos a partir de esto, solo tenemos que agregar que tal vez, el enfoque desde que realicemos nuestros análisis, nuestras lecturas, no sean más que sensaciones parcializadas, imperialistas, totalitarias, absolutistas, que al explorarlas en sus supuestas razones, sólo exhiben como lo substancial, como piedra basal de la arquitectura sorprendente, la contundencia de la violencia, de la estridencia de la fuerza como punto cero o punto de partida.

Las razones democráticas que se han utilizado y se siguen utilizando para generar posibilidades supuestas de libertad, allí en donde, supuestamente no las habría o supuestamente las desearían, no son más que suposiciones semánticas que se utilizan a los únicos efectos de sostener en el poder, a los que garantizan que las reglas del juego determinen que los ganadores de la partida sean pocos y los perdedores muchos.

Uno de los principios, o mejor dicho, de los pruritos, que la ciencia política, casi en su condición de brazo académico, de razón instrumental del poder de facto, que instauró como deidad, llamado “alternancia en el poder”, no es más que una excusa burda, que además de ser contradictoria en cuanto a que viola la disponibilidad de que el soberano vote a quién le plazca en el uso de su libertad irrevocable, que se la utiliza para mantener a raya a países de segundo y tercer orden, dado que desde donde se mueven los hilos de Ariadna de Occidente, esto es tan real y practicable como en Ruanda.

Los límites imaginarios, esto es tautología, dado que todos los límites son productos de nuestra imaginación, o en verdad de nuestros temores, que traza la política para delimitar quién puede estar dentro y quién puede estar fuera de su sistema integral, no es más que una fantasía insustancial que no resiste el menor análisis, como para que este dotada de cientificidad, de razonabilidad o de sentido común.

La democracia es en verdad “Realpolitik” (término no casualmente Alemán) que define la política de la realidad, la política de la praxis. Tampoco casualmente, el militar nacido en Alemania, Carl von Clausewitz, acuño la célebre definición “La guerra es la continuación de la política por otros medios”. La democracia es asociada o vinculada como razón fundamental o teleológica para una vida en plena libertad. Paradigmáticamente en al menos una tribu Africana, no pudieron encontrar una definición en la lengua original que expresara lo que para occidente significaría libertad. Tiempo tardaron en darse cuenta que no había un término que significara libertad, dado que no necesitaban poner en palabras lo que vivenciaban, a diario y cotidianamente en acto.

Probable y posiblemente más lejos estemos de mejorar nuestras institucionalidades democráticas mientras más digamos que trabajamos por ellas a riesgo de pretenderlas, pétreas, absolutas, imperativas y apegadas a formalismos normativos que desdibujan nuestra compleja condición humana.  

Por Francisco Tomás González Cabañas.-

 


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