6 de abril de 2017

¿Y cuál es la mía, papa?

Esta frase atiborrada de vulgaridad, lindante con el argot delictivo, petulante y desbordante de ordinaria ruindad, es el axioma, la sentencia conceptual, la terminología nodal que define la mayoría de los acuerdos que se firman para conformar un frente político, en donde se ponen, supuestamente en juego, valores ideológicos o planteos, proyectos que definan prioridades y más luego métodos para llevar a cabo los mismos, de objetivos comunitarios o colectivos. Lo reconoció, desmintiéndolo, el propio gobernador, cuando públicamente señaló que el estado no era un botín de guerra, para cubrir con el manto protector de su investidura, la desesperación y la voracidad de lo que vemos y observamos a diario, tanto de oficialistas como de opositores; de los que dijeron tener 19 diputados y medio o los que creen que los planes de vivienda son nidos de sectores o partidos. Cómo lo venimos sosteniendo desde estas columnas, todo el edificio de esta institucionalidad ficta, se sostiene, basalmente, en el judicial, no casualmente, en nuestra realidad vernácula, parroquial, desde tal poder se nos dijo como votaremos (sin boleta única electrónica, pese a la aprobación del legislativo municipal a propuesta del ejecutivo) y se excluyó de ambos frentes al partido más tradicional (el liberal) de nuestra historia, de un plumazo judicial. Previamente se le otorgó a las máximas autoridades de tal poder, terrenos en el barrio en donde más millones se han invertido, desde los estados: nacional, como provincial y municipal.

El presidente del partido x, que en nada se diferencia del z, que más luego (son en total 39 en la provincia) terminarán en no más de dos o tres frentes, es decir que en verdad son como grupúsculos internos (sellos de goma lo llaman hasta con simpatía) que se alinean con el poderoso de turno que cuenta con el aval nacional, residiendo su poder en la provincia, o van con el otro foco de poder, acendrado en varios municipios y que pretende el poder provincial y que en algún momento tuvo el apoyo de un gobierno nacional, y que podría volver a tenerlo. Para este ejercicio, tan pragmático, tan cosificador, tan prostituyente, y que no se desnude, pornográficamente como tal, se contratan a talentosos, creativos y maquilladores con buenos vínculos en lo comunicacional, que con una computadora con acceso a wi fi, ponen en el buscador google, plataformas de campaña o propuestas y listo. El resto es  cosa de un diseñador que arme buenos memes, con las fotos tomadas al designado candidato, preferentemente rodeado de gente pobre y hasta el día electoral no se para, incluyendo la orgía previa del reparto de la dádiva y la prebenda, traducida en bolsas de mercadería, cortes de chapa, colchones o vales de supermercado.

Para organizar, administrar esta fiesta de la democracia, se necesitan recursos. Este término es acaso, el más valioso en el argot político, significa ni más ni menos, la síntesis de la frase de ¿Cuál es la mía? En esa toca, porción, libada, tajada, está incluido obviamente el porcentaje que ira directamente al bolsillo del interesado, para saciar los vicios más estrambóticos y variados.

Esta descripción vergonzante, sería fácilmente refutable, sí es que en verdad se pretendiera otra cosa. Pero ni siquiera la ciudadanía, la que ha escapado de la pobreza, es decir los que pueden hacer sinapsis neuronal porque comieron y tienen un tiempo como para robarle al trabajo cotidiano y al ocio y el descanso para pensar en lo público, pretende algo diferente. Sí algo pretenden en todo caso, es ser ellos los que liben, los que coman, los que se repartan y sí lo están haciendo, tan sólo, pretenderán más, pero de este circuito el deseo en sí, no sale.

Las marchas, las manifestaciones, las revueltas, en su gran mayoría, estuvieron dirigidas a los poderes, menos empoderados, menos vinculados al sostén de lo institucional. Los estudios académicos, los análisis periodísticos e intelectuales, también dirigieron erróneamente sus miradas a los mismos poderes, los más escuálidos en sus responsabilidades.  La propia democracia, que dice regir, en los poderes, en la institucionalidad, en la sociedad civil, en el único ámbito que no rige, es precisamente en ese poder, que pretenden ocultar, que posee prerrogativas monárquicas para sus jerarcas y que por naturaleza tiene como razón, fallar.

El día que los ciudadanos de una comunidad dada, quieran realmente algo diferente, inundarán con peticiones formales (llámense amparos, declaraciones de certeza, impugnaciones o lo que normativamente corresponda, o todo junto, notas y hasta lo que no corresponda formalmente) todos y cada uno de los juzgados, para denunciar la ilegitimidad de quienes no cumplan con los principios democráticos, las promesas incumplidas que los han llevado a defender esa democracia de la que dicen salir, señalando que en tal exigencia de cumplimiento formal, se pretende un estado de derecho, procesista, legalista o del deber ser pero que no se corresponde, no se traduce,  con el real, con el efectivo, en donde quieren hacer pasar una elección por un mero reparto, de botín, en el mejor caso de torta, de libada, de toca, de porción.

Cuando lo que le corresponda a uno, también nos corresponda a todos, recién en tal circunstancia se estará empezando a reconstituir el lazo entre representantes y representados. Las ideas, los proyectos, lo general y lo abstracto, es lo que brinda valor, existencia y sentido de realidad a lo colectivo, a la conceptualización que nos hace hombres sociales, comunicantes y por ende políticos. El hacer gutural, animalesco, primitivo, a lo sumo puede ser tratado como una afección médica, pero, insistimos, no alcanzará solamente con el conocimiento de galenos, además y fundamentalmente, se precisará de los que puedan pensar, en cómo volver a encantar, a seducir, a convencer, que la nuestra, sea la de todos.

  

  


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