2 de abril de 2017

Foquismo de ordenación política

Por facción entiendo cierto número de ciudadanos, estén en mayoría o en minoría, que actúan movidos por el impulso de una pasión común, o por un interés adverso a los derechos de los demás ciudadanos o a los intereses permanentes de la comunidad considerada en conjunto. Hay también dos métodos para hacer desaparecer las causas del espíritu de partido: destruir la libertad esencial a su existencia, o dar a cada ciudadano las mismas opiniones, las mismas pasiones y los mismos intereses. El Federalista X. James Madison

 

 

El pueblo donde no hay vida política, es un pueblo corrompido y en decadencia, o es víctima de una brutal opresión, sostuvo en el siglo pasado Leandro N. Alem, en su discurso del frontón de buenos aires, es curiosa la visión de los acontecimientos de su época como se repiten en el presente, son de esos pensamientos que trascienden el tiempo, describiendo calamidades que sobreviven al tiempo y a los hombres.

Cariñosamente, el viejo Alem supo descifrar que cosa macabra se pergeñaba en su época que podía terminar arruinando el futuro del país, la constricción del monopolio del poder público en una casta o elite provocaría la desintegración social. El revolucionario haría varios llamados desesperados al campo popular a que activen su naturaleza política antes que sean exterminados.

Tanto en los tiempos virulentos de Leandro Alem como ahora, la diferencia entre dirigencia política y sociedad política es abismal, siendo la primera estructuralmente inútil para el desarrollo humano como personas (demostrado en los últimos 33 años) y la segunda, indudablemente necesaria, absolutamente necesaria, llegando al extremo de que su no presencia nos desintegra como sociedad humana.

Cuando se produce la des-territorializacion en lo político del soberano, del pueblo, etc., se consume y esfuma ese plus social y se funda un nuevo territorio de castas que administran la iniciativa de lo político en beneficio del circulo que lo sostiene, cuando la sociedad pierde el monopolio de la política está perdiendo su naturaleza misma, para convertirse en una marea que lleva a costa segura una nueva clase de sociedad: la clase política, donde su huevo de concepción es el partido político.

Todo este preludio puede que sea aburrido, teórico o por qué no delirante, la realidad muestra a cada segundo que la “política” sigue embarcada en otros menesteres, por cierto poco interesantes para la mayoría o quitando lo cuantitativo es poco interesante para la ciudadanía, el microcosmos de la dirigencia es la disputa de poder público, el control del destino colectivo, todos quieren empuñar el garrote y no ser blanco de él.

El fin último de la dirigencia política es colonizar las instituciones que monopolizan la democracia moderna, la administran y regulan. Los acontecimientos sucedidos en el vecino país de Paraguay es una ordenación de la realidad por parte de la sociedad política activada, sacada de su modrra por un salto de fusible que advirtió el secuestro de la débil democracia moderna por una casta, se corre el velo oscuro que como manto sagrado protege y deja ver una vez más el estado ficcional del sistema político que actúa como el enemigo de polialeación mimética T-1000 de Terminator, que luego de ser congelado insiste en seguir avanzando resquebrajándose aún más, desintegrándose. El sistema político es un eterno sobreviviente (como el T-1000 que cuenta con nanochips que le permite auto-regenerarse)  seguirá reconstruyéndose de sus ruinas, cambiara la fachada pero en el fondo seguirá siendo la misma bestia sedienta del control absoluto. El ser no es sino, un sujeto que existe en cuanto exista objeto relacionante que una ambos extremos.

La democracia moderna coloco en el camino un escollo difícil de sortearlo, la instauración de la representación política del pueblo por facciones visiblemente estacionadas en puntos distantes de sus representados que a su vez, absorben toda la democracia posible y a todo el sistema político, todo ello decanta en una psicopatología por gula de poder público. Las creencias siempre que logren unir al individuo con los demás constituyen refugios contra lo que el hombre teme con mayor intensidad, el aislamiento, es el trabajo que realiza el sistema a toda hora, hacer creer a todos que su existencia es necesaria. La verdad y el sujeto también son una construcción permanente se configuran y re-configuran día tras día.

Balzac, para terminar, en Las ilusiones perdidas  dirá: debes aprender una cosa, imprimirla en tu mente todavía maneable: el hombre tiene horror a la soledad. Y de todas las especies de soledad, la soledad moral es la más terrible. La adicción al poder público de la dirigencia política es para no caer en la soledad moral, donde ya nadie te abre la puerta y baja la cabeza cuando se camina.

 

Por Carlos A. Coria Garcia.


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