8 de marzo de 2017

La tierra sin mal o la esencia de la cosmovisión Latinoamericana.

Girala Yampey ilumina nuestros pasos, mediante la luz que supo obtener de sus experiencias en el corazón de la nación Guaraní. Espacio que escapa de fronteras, y que tal vez se constituya en el corazón de la espiritualidad de la patria grande, la “Tierra sin mal” es uno de los conceptos culturales, antropológicos, religiosos y filosóficos más profundos que por estos lares se han parido y que de acuerdo al reconocido Literato, adoptado por Corrientes, logró el respeto, el asombro y el estudio, que aún continúa, de culturas como la europea, que encuentran en tal manifestación de la humanidad un prodigio pocos veces ensayado por el hombre como tal.

“Cuando los europeos arribaron a éstas tierras sudamericanas, el Mito de “La tierra sin mal” ya estaba instalado en la mentalidad de los guaraníes. Era una profética creencia de fervorosa adhesión generalizada entre los diversos grupos de guaraníes.

   Al alemán Kurt Unkel, quien vivió 30 años como un integrante más de ellos, le asignaron un asiento ante los fogones y fue bautizado con el nombre de Nimuendaju. Fue él quien escribió los mejores y más acertados testimonios de la búsqueda de la Tierra sin males en la cosmovisión aborigen. Un profundo pensamiento que busca conquistar la serenidad y la paz espiritual, (comparable con el Nirvana hinduista) Esas ideas, costumbres y tradiciones, son cantadas y danzadas en alta voz como “Himnos sagrados”. No las recitan, las cantan durante sus danzas. Una extensa historia cuyos contenidos varían entre las diversas comunidades por carecer de escritura. En nuestro caso, nos referimos solamente a lo que se relaciona con la creación de la Tierra.

   La narrativa describe que la Primera Morada fue construida por el Gran Padre Primero. La misma fue destruida debido a las iniquidades cometidas por los hombres. Un pavoroso incendio, seguido de interminables lluvias inundó la superficie terrenal y acabó por arruinarla. Solo quedaron a salvo una pareja de seres humanos, los animales y vegetales para reiniciar el desarrollo de ésta segunda fase de la tierra. En la cosmovisión guaraní se presagia que también esta actual morada terrenal correrá la misma suerte porque los hombres siguen cometiendo la necedad de envenenar el medio ambiente. De ahí la fantástica y maravillosa idea de buscar la tercera tierra, ya sin mal.

   La ideación de tal posibilidad sirvió de anclaje para evitar el desahucio generalizado de las parcialidades aborígenes que se asieron a ella férreamente, seguros de lograr alcanzarla mediante sus danzas y cantos rituales. Con esa ilusión, numerosos grupos, durante largo tiempo, marcharon hacia el Este, donde se levanta el Sol. Ese pensamiento de acceder a ella perduró por muchos años entre los grupos tribales que realizaron, sucesivas oleadas de marchas con obsesión inagotable. Solamente la abandonaron ante la valla que ofrecía el océano. Entonces pensaron que ese camino ya había sido cerrado para los hombres como castigo por sus malas costumbres.

   Ante la frustración de esa esperanza, decidieron desandar el camino y retornar tierra adentro, a la selva natal, con la ilusión de encontrar el “Ombligo de la Tierra”, desde donde el Gran Padre Primero habría realizado sus creaciones. Los Paíes, sus guías espirituales, lo ubicaron en el Cerro “Jasukarenda”, de la región guaireña del Paraguay. Desde allí, el Padre Primero, utilizando su Jasuká (mágica vara insignia) habría realizado sus creaciones.

   En la actualidad, diversas parcialidades guaraníes siguen congregándose alrededor del mencionado cerro para realizar sus cantos y danzas rituales, provisto de un apyka’í (pequeño asiento zoomorfo usados por Tupá, Jakaira y Katupyry, las creaciones del Padre Primero para trasladarse a visitar a Ñandesy)

   Ahora nos preguntamos: ¿Será posible que, en algún tiempo, los hombres llegarán a conseguir la construcción de una sociedad confraternal de entendimiento, hermandad y justicia, dando lugar a la Tierra sin mal?”

 

Girala Yampey.

 

 


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