¿La Vice para Nora?.
El termómetro, o la brújula, es el diario, al que en la vecina provincia, le sobra prestigio y solidez y que de este lado de la orilla, está más atado a las directrices de un partido político que supo ser poder hasta no hace mucho tiempo atrás. Ya los informes tan afilados y contundentes acerca de las desprolijidades del manejo de la cosa pública, que otrora ocupaban las principales páginas y líneas, son un mero recuerdo, en los tiempos en el que el líder volvía a complicarse judicialmente o que se necesitaba un golpe certero, para sentarse con más fuerza a negociar. El tiempo del acuerdo, parece haber llegado, la base, el mínimo no imponible, el nomenclador, es precisamente ese segundo lugar, que el oficialismo gobernante, lo viene cediendo, muy acertada, atinada y estratégicamente. Por supuesto que en la mesa, o la comida como lo fue la última vez en la casa donde hoy cumple la prisión domiciliaria, estará la urticante cuestión de la libertad. Esto nunca se podrá confirmar dado, que existe para la definición democrática, la independencia de poderes. Sin embargo, es sin duda alguna lo fundamental de un nuevo acuerdo, en donde se revaliden las confianzas, para que finalmente quién estaba afuera y ahora adentro, vuelva a estar afuera, pero con la posibilidad (ser candidato) de estar adentro no de un inmueble común cumpliendo una condena sino de la casa de gobierno.
La política tiene estas idas y vueltas. Estas febriles negociaciones, armados, roscas, son parte del sistema mismo del que los más beneficiados, dicen, extrañamente, no reconocer o no dar crédito, seguramente por una cuestión de vergüenza pública o culpabilidad.
Los medios de comunicación, tenemos la función de informar. No sólo el paquete cerrado que se brindan desde las usinas del poder. También tenemos el deber de dar a conocer, cómo funciona el entramado, narrar el aroma de la cocina en donde se cuecen los destinos públicos, describir las tensiones y las posibilidades en tal escenario, las que se traducirán en algo concreto, especifico, como aquellas que sólo quedan en proyectos.
Los intelectuales, deberían cumplir su rol, de investigar acerca del valor de nuestra democracia, sistema del que tal vez sean víctimas los propios políticos, que nos dice, que en nombre del diálogo, del acuerdo, del consenso, un día algunos dicen una cosa y al otro día, cambian, no porque se convencieron de lo contrario, sino porque seguramente acordaron, alguna poltrona que les garantice mayor cantidad de beneficios, para ellos, en su calidad de individuos, o de representantes de sus familias y amigos, no en su rol de políticos, o de representantes del pueblo, que es en valor del que deberían trabajar de acuerdo a todas las expresiones teóricas en las que se basa este sistema que nos muestran como democrático en el más extenso de sus sentidos.
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