El Priorato de Sion en Corrientes.
Claro que mejor sería ver la película antes que leer. Pero el Netflix no es para todos, como tampoco lo es, comprender aquella apreciación realizada por el economista Bulat de que el verdadero acto revolucionario para un pobre es la educación. Al occiso eso le sirvió, porque fue seguramente un hombre abnegado, responsable y cumplidor, al punto que la muerte lo sorprendió producto de un esfuerzo exagerado de realizar conferencias y conferencias en pueblos perdidos, unidos por rutas que son un llamado al choque, montadas por choferes del transporte que apenas se llevan lo suyo, en autos que en su mayoría están al límite de la mecánica. Si don Tomás, hubiera sido cultor de la política del entongue, estaría tal vez, en un coctel en Puerto Madero, hablando acerca de las importaciones de té de rosa mosqueta, o tal vez en un cargo, como nuestro actual ministro de economía, salido de un set de televisión, pero eligió otra cosa y allí está seguramente extrañado por su familia y seres queridos.
La educación, es probablemente una de las mejores herramientas, de disciplina y orden, de las facciones que se hicieron con el poder. Antes se sostenían con los Falcón Verde rondando el barrio, hoy con una meme en la red social, ofreciéndote Netflix para que veas el Código Da Vinci. Los investigadores que destacan la parte real y existen del Priorato, afirman que más luego, o en la extinción del Priorato de Sion, se difuminaron, se ensamblaron a los Jesuitas. No es para nada casual, la orden de la compañía de Jesús, fue quién en los tiempos de la conquista, se encargó de edificar el andamiaje educativo-laboral que aún hoy detentamos y blandimos, casi con ridículo orgullo.
Tal como lo dijimos incansablemente, no se trata de adherir a un primitivismo, pero tampoco y por más traumático que haya resultado el proceso de conquista, olvidar que antes de dios y el arcabuz, teníamos a la tierra sin mal, a la que sin necesidad de mal tratar ni mucho menos aniquilar, la tratábamos con la armonía suficiente para lograr una convivencia. La democracia de mayorías no existía, sino más que nada una suerte de consenso poco deliberativo, ajustado al testimonio en la acción y el principio colectivo o comunitario.
Hoy los Priores, en la fábula con la que nos gobiernan, haciéndonos temer que si ellos o su funesto sistema no existiese vendrán militares y las siete plagas de Egipto. Juegan con los temores infundados de la emoción, ni una cosa lleva a la otra y con esta superstición, se lavan las manos de las muertes que vienen generando a diario, no las más directas a manos de fuerzas de seguridad (como los del puente en Corrientes) sino a manos de la inseguridad ajena, a manos de la ausencia del estado, producto de la sobrepresencia en sus bolsillos y cuentas bancarias.
Las facciones que se disputarán el poder, o que lo vienen haciendo desde la recuperación de la democracia, nos necesitan, a vos y a mí, que estamos afuera el reparto, jugoso y suculento de la torta del poder, abnegados, callados, silentes, disciplinados, ordenados, sumisos, obedientes, en la fila y en lo posible con bonete. Al menos pediles plata, no se las des por miedo o reverencia gratuita y si estas cobrando, que te den más, ellos ya saben que vos sabes, y en verdad son los que están muertos de miedo de que nos les sigamos cumpliendo el invalorable servicio de seguir diciendo que a este sistema lo podemos salvar entre todos, a título y riesgo de hacerlo alguna vez, inclusivo, integrador, ecuánime y solidario.
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