18 de enero de 2017

El Priorato de Sion en Corrientes.

Si bien los investigadores dan por mera ficción la existencia de tal organización fraternal, lo cierto es que la misma, subsiste como mito, consolidándose mediante el libro y luego la película, “El Código Da Vinci”. La historia versa acerca de una facción vanguardista, que operando en las sombras (es decir sin dar a conocer de forma fehaciente y específica sus objetivos) pretende objetivos políticos, sociales, religiosos y culturales, o persigue finalmente un objetivo de poder. En nuestro norte, en donde el calor es tan pavoroso como la ausencia de estadísticas serias que contemplen los alarmantes índices de pobreza, marginalidad, como de dependencia asfixiante del aparato estatal, la falta de libertad política producto de los padrones inflados en donde se hacinan quiénes pretenden la libada que los salve de la miseria, vamos inercial y cobardemente a una nueva elección, o simulación de la misma, en donde el Priorato, se apresta a consagrar a uno de sus ungidos (está es la verdadera elección, la verdadera disputa que se está librando, el orden de jerarquía de los integrantes del clan)por sobre el otro grupo que en su ejercicio opositor, más que trabajar para la representatividad del pueblo, lo que hace es legitimar y validar el juego perverso en donde no menos de 200 personas, ocupan todas y cada una de las áreas principales del estado, para a partir de esos lugares repartir las migajas sobrantes a una segunda línea que pone su cuerpo, su esfuerzo y su sacrificio, para que la muchedumbre restante no termine pateando el tablero, al mejor estilo bíblico, cuando Jesús hecho a los Mercaderes del templo.

Claro que mejor sería ver la película antes que leer. Pero el Netflix no es para todos, como tampoco lo es, comprender aquella apreciación realizada por el economista Bulat de que el verdadero acto revolucionario para un pobre es la educación. Al occiso eso le sirvió, porque fue seguramente un hombre abnegado, responsable y cumplidor, al punto que la muerte lo sorprendió producto de un esfuerzo exagerado de realizar conferencias y conferencias en pueblos perdidos, unidos  por rutas que son un llamado al choque, montadas por choferes del transporte que apenas se llevan lo suyo, en autos que en su mayoría están al límite de la mecánica. Si don Tomás, hubiera sido cultor de la política del entongue, estaría tal vez, en un coctel en Puerto Madero, hablando acerca de las importaciones de té de rosa mosqueta, o tal vez en un cargo, como nuestro actual ministro de economía, salido de un set de televisión, pero eligió otra cosa y allí está seguramente extrañado por su familia y seres queridos.

La educación, es probablemente una de las mejores herramientas, de disciplina y orden, de las facciones que se hicieron con el poder. Antes se sostenían con los Falcón Verde rondando el barrio, hoy con una meme en la red social, ofreciéndote Netflix para que veas el Código Da Vinci. Los investigadores que destacan la parte real y existen del Priorato, afirman que más luego, o en la extinción del Priorato de Sion, se difuminaron, se ensamblaron a los Jesuitas. No es para nada casual, la orden de la compañía de Jesús, fue quién en los tiempos de la conquista, se encargó de edificar el andamiaje educativo-laboral que aún hoy detentamos y blandimos, casi con ridículo orgullo.

Tal como lo dijimos incansablemente, no se trata de adherir a un primitivismo, pero tampoco y por más traumático que haya resultado el proceso de conquista, olvidar que antes de dios y el arcabuz, teníamos a la tierra sin mal, a la que sin necesidad de mal tratar ni mucho menos aniquilar, la tratábamos con la armonía suficiente para lograr una convivencia. La democracia de mayorías no existía, sino más que nada una suerte de consenso poco  deliberativo, ajustado al testimonio en la acción y el principio colectivo o comunitario.

 Hoy los Priores, en la fábula con la que nos gobiernan, haciéndonos temer que si ellos o su funesto sistema no existiese vendrán militares y las siete plagas de Egipto. Juegan con los temores infundados de la emoción, ni una cosa lleva a la otra y con esta superstición, se lavan las manos de las muertes que vienen generando a diario, no las más directas a manos de fuerzas de seguridad (como los del puente en Corrientes) sino a manos de la inseguridad ajena, a manos de la ausencia del estado, producto de la sobrepresencia en sus bolsillos y cuentas bancarias.

Las facciones que se disputarán el poder, o que lo vienen haciendo desde la recuperación de la democracia, nos necesitan, a vos y a mí, que estamos afuera el reparto, jugoso y suculento de la torta del poder, abnegados, callados, silentes, disciplinados, ordenados, sumisos, obedientes, en la fila y en lo posible con bonete. Al menos pediles plata, no se las des por miedo o reverencia gratuita y si estas cobrando, que te den más, ellos ya saben que vos sabes, y en verdad son los que están muertos de miedo de que nos les sigamos cumpliendo el invalorable servicio de seguir diciendo que a este sistema lo podemos salvar entre todos, a título y riesgo de hacerlo alguna vez, inclusivo, integrador, ecuánime y solidario.

 

    


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