Debemos conmemorar el día del pobre
Señalar esto mismo no significa estar en contra de quienes militan alegremente por los derechos de las hormigas californianas, entendiendo que la misma, por el afamado efecto mariposa, replicará en que si no las cuidamos, nuestros hijos incrementarán sus chances de contraer fiebre tifoidea y con ello, aumentar el calentamiento global y al fin al cabo, acortar el final de nuestros días.
Es una cuestión de energías, un ejemplo bastará, al menos para nosotros, para intentar aclarar lo que expresamos.
Se dice del filósofo alemán Martín Heidegger, acusado por muchos de ser colaboracionista o directamente pro-nazi, de que al ser consultado que hacía mientras sus conciudadanos masacraban seres humanos, se encontraba “releyendo a los presocráticos”. Seguramente no le cabe la misma responsabilidad a quién metía a las personas en las cámaras de gas que al que con responsabilidades académicas trascendió por sus conocimientos y su creatividad ontológica. Algo similar ocurrió con nuestro proceso de reorganización nacional, o la dictadura cívico-militar, no es lo mismo el peso que le cabe al que sostuvo la picana, que al que cantó alegremente los goles de Kempes en el mundial.
Sí por determinados caprichos de los medios de comunicación está en boga la discusión acerca del porcentaje de pobres en nuestro país, cualquiera que habite, más nuestra región (históricamente postergada dentro del concierto nacional) no puede desconocer la existencia, cabal y exponencial de pobres que nos rodean, nos orillan, nos claman y nos desnudan en nuestra ausencia total de capacidad y de interés por tener una comunidad algo más justa o ecuánime.
Quién tenga la posibilidad de polarizar sus utilitarios de alta gama para no ser alcanzados por los rayos del sol, ni por la mirada del pobre, como el que siendo vecino, convive a metros de la pobreza del otro, puede crearse o construirse hasta un muro, para tapar lo evidente, sin que ello signifique que desaparezca.
Es decir en el reino del libre albedrío, quiénes no hemos sentido la picazón en el estómago por necesidad, a quiénes nunca nos ha llovido más adentro que afuera, a los que desconocemos la tristeza de no ser dignos para encontrar el sustento diario, podemos contar con el derecho campante, y ramplón de luchar por los derechos fundamentales de los koalas oceánicos o de los felinos asiáticos, sin que esto signifique ser más ni menos que nadie, considerando incluso que dando esta disputa estamos colaborando, en ese todo tiene que ver con todo, con la armonía mundial para tener un mundo más justo. Nadie quiere señalar que esto, es una moda tilinga de los que solo se deberían encargar los habitantes de los países nórdicos, y quién así piense debería ser reprimido severamente, en las redes sociales como por intermedio de algún organismo que vele por los derechos de que cada cual se caliente por lo que le interese, predicando incluso que así construye un mundo mejor.
Simplemente deslizamos, mencionamos, sucintamente, casi con vergüenza, pidiendo permiso, que en las iluminadas mentes de nuestros hacedores, que en los cálidos corazones que habitan dentro de nuestra clase dirigente, el pobre tenga su lugar en el calendario.
Al menos ese día, por esa avidez por pertenecer, compartiremos la foto en nuestro muro, donaremos algún centavo más, sin un claro interés político o religioso, y lo que en verdad sería lo más importante, más allá de las ironías, que se piense en el pobre, en su condición, en cómo hacer para que no sean tantos a los que a diario y a expensas de nuestra calidad de vida, les privamos de tantas cosas, como de su dignidad y hasta de un día en el calendario.
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