Carta abierta a un candidato.
Yo sé dónde podes estar en este momento, quiénes te susurrarán ciertas cosas y quiénes te lo dirá de otra, y lo sé no por haber compartido algo, o por escucharte en los medios, lo sé, porque sos víctima de una síndrome, pasaste a ser un sujeto alineado, carente de autenticidad, negador de tu propia esencia, sos un títere que copia un patrón de conducta, una suerte de cobayo, con cierta elegancia.
No es mi intención atacarte, agredirte, dañarte o perjudicarte, no es ni mi estilo ni mi forma de ser, ni tampoco está en mis objetivos ser un sujeto carroñero, tampoco voy a vender que te lo digo porque tu amistad me ha llegado a lo profundo del corazón. Simplemente lo observo como un fenómeno tristemente habitual, que en cierto momento pensé que no te atacaría, esta suerte de pandemia de ser a cualquier precio, al cueste lo que cueste y vendiendo hasta el ser íntimo y preciado, se está llevando todo y acrecienta su peligro a medida que se acercan los cierres de las listas.
Aquí encuentro la razón de hacer pública esta carta abierta, conozco, con mucha precisión este mal, he visto con mis ojos de niño, a tantos, de los que hoy siguen estando, llorando en el hombro de sus jefes, inventando enfermedades terminales de seres queridos, hasta mordiéndose la lengua y mostrándola sangrante para esgrimirla como un cáncer que obrara el milagro de conseguir el lugar en la lista tan ansiado.
Qué pena que la política aún se componga mayoritariamente de estos personajes, ilusionistas, traficantes de ilusiones, tratantes de ideologías, adalides del “cualquiercosismo” anárquico y corruptor, que sepulta personas potencialmente tan interesantes, tan dignas y útiles para la sociedad.
Duele verte a vos, arrastrado en la mentira, enlodado en el conventillo de los dimes y diretes, de que fulano es tuyo y sultano del otro, como si fueran vacas o soldaditos de plomo, esos con los que jugabas de chico y con los que otros, quizá conocidos tuyos o no, mandaron a matar a hermanos, aterra verte así, tan genuflexo, tan pusilánime, tan débil e indefenso, sólo por ser, por una investidura, por una decisión que no es tuya te otorgue lo que podes desear legítimamente y quizá haberlo conseguido de otro modo.
De eso se trata, de cómo lo podes obtener, el otro camino, quizá hubiera sido más largo o no, pero lo cierto es que hubiera sido auténtico, algo que no tendrá tu meta en este derrotero que decidiste emprender.
No necesito conocerte tanto para saber que ante el espejo, con la almohada o en esos momentos tuyos, lo sabes perfectamente, que estés o no estés en el lugar que te empecinaste esta vez, entregaste mucho más de lo que tendrías que haber entregado y no hablo ni de dinero, ni de esfuerzo físico, hablo de ese capital humano de que eras, con aciertos y defectos, pero siempre con ganas de mejorar, de rodearte de quiénes, por más que no te gustara te decíamos la verdad.
Ya sé que esta vez no me lo pediste, pero siento la necesidad moral de hacerlo, de enviarte lo que pienso, lo que siento y lo que creo, en lógico y natural que desees que esté equivocado y cabe la posibilidad, lo que sí, yo no he cambiado, no altere ni mi esencia, ni mi personalidad, ni mi discurso por ser, y no porque no me interese, sino porque no creo ni en metas ni en resultados, creo en la coherencia, en la honestidad y en la razón, abrevando estos conceptos en los dictados de mi corazón. Que me dice, que me pide que te deje en claro, que cuando quieras nos tomamos un café, o lo que quieras, donde quieras y cuando quieras, a mí no me importa sí sos, dejas de ser o acrecentas ese ser algo, espero que a vos tampoco te importa lo que suceda conmigo y que prevalezca el volver a encontrar como dos tipos auténticos en un dialogo sincero y constructivo más allá de nuestras diferencias por el bien de Corrientes. Un abrazo.
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