La Literatura Correntina no existe
La excusa a flor de piel de quiénes poseen responsabilidades importantes otorgadas por el soberano, fundamentando con soberana seriedad la imposibilidad fáctica de cumplir con lo establecido por la Constitución o la ley, con eso de asegurar una vivienda o un trabajo digno a los ciudadanos, validándose en que cuando arribaron a los espacios de poder, la situación era peor, y que mediante la administración de los mismos, son muchos menos los que no tienen un techo o un trabajo digno y que trabajan, denodada e incansablemente; son permanentes y aturden cualquier oído de un ciudadano común y silvestre, pero se trata de una finalidad en sí misma y no una excusa ocasional, del adolescente que rifa su responsabilidad por una aventura con su existencia, sino más bien la premeditación trémula del tahúr, acodado en la barra del oportunismo acechando para definir su salida a escena.
No se eligió caprichosamente la literatura como paradigma, ocurre que esta rama del arte (que definición tan lamentable, pero bueno, a ciertas reglas debemos sujetarnos) posee apreciaciones ambivalentes, por parte de los sectores que la piensan y los ámbitos en donde se las ejerza o se la verbalice.
Queremos decir con esto, para el político clásico la literatura posee la misma importancia y consideración que puede poseer el bordado o corte y confección, palabras más, palabras menos: una actividad para traumados, loquitos o afrancesados, de hecho un ex presidente al dejar el mando a su señora expresó que su futuro estaba en un café literario. Literalmente estaba afirmando que se dedicaría a una acción masturbatoria en el plano intelectual no orgánico, entendiendo a este onanismo absolutamente inútil para la sociedad y por sobre todo para la política. Claro que esto no lo dirán jamás en un ámbito público, en donde escogen de la troupe de siervos de la gleba que tienen a disposición a un tipo que dé con el perfil con el que piensan a la cultura o a la literatura para ser más específicos; no por casualidad aparecen en estas áreas, barbados, de ingobernables cabellos, de modos y formas delicadas, cumplimentando el “Physique du role” para la “Mise-en-scène”, pero que en el fondo sólo cumplan el ritual de un empleado público sin más aspiraciones que llegar a fin de mes para cobrar su sueldo, en el mejor de los casos, terminar de organizar lo que le piden para quedarse con la diferencia que lo hará avanzar en el escalafón del estatus social.
El literato puede estar divido entre el ocasional y el profesional, el primero es aquel que básicamente por temor, inseguridad, o por no rebelarse a los mandatos sociales, después de 40 años del ejercicio de la contabilidad, y tras haber enterrado a su padre, descubre que siempre ha sido feliz garabateando poemas y ocupa el atardecer de su vida en la difusión de los mismos, en cuidados comentarios en redes sociales, cumplimentando a rajatabla las reglas ortográficas y es el que le da vida a las aburridas tertulias que se suelen dar en apartados rincones de la humanidad acerca de las claves de la literatura escandinava o de la nueva generación de poetas costarricenses. Quiénes habitarían en el segundo grupo de esta caprichosa categorización (como lo son todas en verdad), vendrían a ser los que por distintas razones (fealdad, traumas, choque con la realidad) precisan construirse un mundo paralelo y no tienen mejor idea, o más económica en verdad, que agarrar un lápiz y un papel, y a falta de un buen psiquiatra o en verdad por el no éxito de los laboratorios de concebir un barbitúrico para estos males, pretenden vivir, ganar dinero, consideración social y reivindicarse de todos sus males, escribiendo desde recetarios para médicos, pasando por gacetillas al secretario gremial del sindicato de corredores de coneja, hasta novelas imposibles que ni su mujer ni hijos leerán.
El primero de ellos ante el público, se siente literato, por primera vez o por única vez, o por estar ante la consideración de los más granado de la sociedad, por el valor supuesto, de haber escrito algo con relativo sentido lo transforma o lo eleva a ese sitial de inteligente, que supuestamente brinda caricias a un cuerpo inmaterial como el alma, olvidando esa inferioridad que solo él ha sentido al no poder imponer su deseo ante el mandato social y que lo condena eternamente a traumarse cuando esta solo frente a la hoja, por tanto no es extraño, que este médico, abogado, juez, devenido en literato, pula de queísmo y dequeísmo su obra con la profesora de literatura de la hija, al único efecto de sentarse en esa sala llena donde presentara su obra y que los presentes piensen que “tipo inteligente, culto, talentoso…”
El segundo publica su obra solo ante una experiencia cercana con la muerte (para él hasta un dolor de muelas lo es), entonces se convence que no vendrá a golpearle a la puerta de su casa Alfred Nobel para darle en mano el galardón y que al menos le debe dar una imagen de que algo hace con su tiempo a sus hijos ya grandes que lo perciben en una acción masturbatoria, mental, pero masturbatoria al fin. Teme en verdad ese protagonismo que a diario cede, por unos pingues billetes escribiéndole los proyectos al pelado concejal que se maneja con un vocabulario nutrido de no más de 30 términos, redactándole la gacetilla de las olvidables acciones del gordo del sindicato que se queda con los vueltos, dándole prestigio con su tinta al pasquín del empresario que negrea a sus empleados, pero allí están los 4 o 5 amigos que por milagros de la amistad no se aburrieron de él escuchándolo hablar con esas palabras de diccionario, y tras esos 5 minutos de pesadilla pública, retorna al misterioso y solitario altillo desde donde escribe y reescribe su realidad y la de todos, independientemente de que cuente o no con genio o talento, cuestión que por supuesto no le interesa ni atañe.
Imposible que desde estos ámbitos incompatibles surja una unidad de concepción que se de en llamar “Literatura Correntina”, los señores de las letras y los obreros de las letras no defenderán nunca los mismos intereses, pues representan contrapuestos y contrarios, por más que en cierto punto puedan englobarse dentro de la cultura o la literaturidad.
Esta circunstancia, es aprovechada, por esas hienas con piel humana que huelen a kilómetros la debilidad de sus víctimas, entonces cuando tienen la posibilidad, se apoderan de los recursos que un estado debe otorgar a la literatura, y los direccionan para cualquier otra actividad que tenga o no que ver, honesta o deshonestamente, consciente o inconscientemente, pero con ello dan el tiro de muerte a lo que debería ser la obligada presencia del estado en una actividad como la literaria.
Ya son muchas palabras, y evidencias pocas, ante el altisonante título, vamos por ellas. Hemos consultado en más de la mitad de los municipios correntinos, y los que poseen su dirección de cultura, realizan diferentes acciones, pero a nivel literario, lo único concreto es la realización de “ferias de libros” que como copia berreta de la nacional y la provincial, es en verdad una acción de marketing de las editoriales, de las librerías y de los organismos públicos (los típicos estantes de los diarios, de las radios, la presentación del libro del concejal, de la modelo, del futbolista), en definitiva un “Show business” que nada tiene ver con la literatura, nunca un taller de poesía, de narración, menos la promoción de algún autor local, o la discusión de un tema cultural, tampoco existen premios literarios, como sí lo ofertan fundaciones, la UNNE misma en nuestra región, las acciones de los organismos (insistimos de todos los ámbitos) que deberían dedicarse a esto, nunca divulgan correcta o abiertamente lo que hacen o dejan de hacer, es decir nunca se conoce que hacen sus responsables un lunes 10 de marzo a las 10 de la mañana. Los tipos que han escrito o que podrían pertenecer a ese no lugar llamado la literatura correntina, no son siquiera recordados en un triste obituario de un matutino y sólo se los desempolva del olvido mediante las amistades que han sabido granjearse en sus tortuosas vidas. Esto colabora para que los medios de comunicación asocien a quien se denomina escritor, como un bohemio, un vago o un pelotudo, entonces ni siquiera se los consulta en esos programas radiales disonantes, en esos noticieros de escenografía móvil o natural, pero que bien podría, en caso de que la luz del estado los ilumine, darle el lugar que el tipo de letras debería tener en su sociedad.
Ocurre con el homenaje que le hará Francia en París, a Cortázar, en donde por la representación Argentina, de un total de 40, 38 pertenecen o tienen su campo literario de acción en el conurbano bonaerense, porque ni siquiera a los políticos, opositores u oficialistas, les interesa pelear por el espacio que les correspondería a sus coterráneos, bajo la excusa políticamente correcta de enarbolarse en una causa por un federalismo cultural.
Pero ya son demasiadas palabras, y en verdad uno se detiene a pensar y concluye: A nadie le importa si existe o no la literatura correntina, de hecho por los motivo expuestos y sobrados sabemos que no existe, o existe como camuflaje para redireccionar recursos de quiénes lo manejan y quienes crean lo contrario, en caso de que tengan interés, que pongan los argumentos arriba de la mesa, de seguro esperaremos sentados, sempiternamente.
Occidente no tiende a trasladar hacia el Este o hacia el sur una cultura positiva propia, sino a disolver las demás culturas para suplantarlas con un exponente de mera negatividad, es decir, la producción generalizada de su propia figura vacía... Occidente no quiere, no sabe, no puede encontrar lo otro sin simultáneamente someterlo a su propio dominio (Espósito, 2012, p. 264-268)
Es necesaria una perspectiva histórica y antropológica que ilustre, en la larga duración, las interconexiones globales en el interior de América Latina y las comunidades europeas, africanas y asiáticas. Poniendo el énfasis en la multiplicación, diferenciación y complejidad de las interconexiones globales y en cómo adoptaron diferentes formas históricas entre los siglos XVI y XX, tal vez podamos escapar del callejón sin salida epistemológico posmoderno, o de historias que con distintos lenguajes vuelven a reescribir la relación de un centro y sus periferias. Es en este sentido que la historia de América Latina puede ser reevaluada a la luz de sus interdependencias e influjos recíprocos de lo local y lo global, y donde categorías como poscolonial, ciudadanía, nacionalismo o Estado-nación se entrelacen con un proceso abierto al resto del mundo, con una historia hemisférica común que escape a los límites de las fronteras nacionales (Sandoval, s.f. p. 13).
Partiendo de una de las aporías más decisivas de la historia de la humanidad, del discernimiento entre lo uno y lo múltiple, para el develamiento, interpretación, invención, deconstrucción, o cualquier término, por el cual hayan surgido las más diversas corrientes de pensamiento (que no dejan de ser conversaciones, concatenadas con el fin, de dialogar de manera intergeneracional y corriendo lo sucedáneo del tiempo) nos encomendamos a la encomiable empresa, jactancia intelectual mediante, de haber invalidado la categoría de Literatura patronímica, no sólo desde la perspectiva etimológica, histórica y en definitiva discursiva, sino demostrando, bajo la lógica del razonamiento, arriba señalado como uno de los puntos neurálgicos del juego de conceptos de las primeras y las últimas causas, validando por ello, las infinitas filosofías que existirían, dentro de esa delimitación Latinoamericana, como decena de casos puntuales de que supuestas subcategorías o no existen en cuanto tales, es decir como formando parte de un categorial que los englobe, que los enmarque (no podría nadie determinar, su lazo de vinculación o pertenencia, nadie que no se pretenda dominante, como por contraposición o reacción, ante ese predominio de la literatura occidental, o literatura a secas, que per se, refiere a todas las literatura, desde ese imperialismo intelectual, paradójicamente del que nacería ese gran concepto de literatura patronímica) o existen en forma múltiple, en todas las manifestaciones que así se pretendan y que mediante el uso de la semántica así lo señalen.
La filosofía latinoamericana no debe circunscribirse a aquellas reflexiones que solamente tienen como objeto el mundo cultural, ético, político, religioso, socioeconómico, etc., de los países de esta parte de América, aunque algunos autores con argumentos válidos también así la conciben. Por supuesto que de algún modo tienen que aflorar tales problemas en el ideario de cualquier filósofo de esta región con suficiente dosis de autenticidad. Pero el hecho de que aborde estos temas no le otorga ya licencia de conducción para las vías de la universalidad”. (Guadarrama González, 2008, p. 3)
PD: Este artículo, en verdad una versión mas acotada, vio la luz pública en 2014, en distintos medios de comunicación de la provincia. Casi tres años después, este texto fue enviado a una actividad que se propiciaba desde la feria provincial del libro. Como ponencia fue rechazada, dado que la temática, no estaba dentro de las consideraciones que la cultura debía discutir. Extrañamente, semanas luego, aparece como gran tema de debate, la existencia o no de la literatura correntina. Bienvenido el debate, más no así la censura, que por acción u omisión, no cejan en continuar, desde hace más de una década con quién esto suscribe.
Francisco Tomás González Cabañas-
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