26 de julio de 2016

Corrientes en continúo estado de excepción.

Forma parte de nuestra identidad cultural, de hecho nos proclamamos, desde la semántica claro, “República Aparte”, la supuesta conveniencia, o como lo diríamos en nuestro otro idioma oficial “Angaú”, de parapetarnos en un no lugar, en donde permanecemos al margen (como incluso en la firma de declaración de independencia de 1816) de lo que ocurre, tanto lejos como cerca. A horas de que nos renueven la Constitución Provincial (desde el poder siempre se dijo que las propuestas y las discusiones sólo le corresponden a los partidos que tienen representación parlamentaria, todos sabemos que en rigor de verdad, a nuestros representantes, en verdad lo eligieron dos, o como mucho tres personas, y luego nosotros lo refrendamos en el condicionamiento electoral) dejaremos de lado, un aspecto nodal que se discute en las democracias occidentales, como lo es la mayor dinámica de los referéndums o consultas populares para reconsiderar la legitimidad de lo representativo y revalidar, bajo esta herramienta, lo democrático en sí. Esta continuidad del estado de excepción, es sin duda el mejor de los argumentos, para que los pocos que viven muy bien a costas de los muchos que viven muy mal, sigan desde tiempos inmemoriales, diciéndonos que habitamos la tierra sin mal, para ellos, claro está.

Es muy difícil salir de Corrientes, en el sentido cabal y extenso del concepto salir. Tomar un colectivo y llegar a Resistencia, como para quién tenga la posibilidad de viajar en Avión o en su propio vehículo, es prácticamente un trámite, para un correntino que tenga la posibilidad de leer estas líneas. Escaparle al qué dirán por como vista, por los arreglos que haga o deje de hacer en su casa, o cada cuanto renueve su auto, ya empieza a ser más complicado. Ni que decir, sí el sujeto en cuestión, desarrolla una actividad con cierta trascendencia pública. Querrá estar en los diarios, en las radios, en los encuentros sociales de la colegiatura que vele por su profesión, en los cotillones de la entrega de oropeles académicos o en las orgías de libaciones que llaman ferias, sean de libros o de vanidades. Esto ya es improbable, quién piensa desde Corrientes, es imposible que pueda escapar de este extraño, como paradojalmente, natural, modo de entender la correntinidad, el mundo, comienza y termina en la Taraguí. Un mundo, que claro está, no es del millón, sino de  un grupo, que como mucho podrá alcanzar a cientos, que se hacen miles, porque se suman los que no pueden vivir de esta manera, pero lo desean, este segmento que cae en la trampa de la falsa conciencia de clase, determina que la mayoría que padece la correntinidad de estos pocos, vivan como viven, sin que a nadie, en verdad, les interese.

Es necesario, que los que pagamos el costo de salir de este presidio conceptual en el que lograron alambrar la correntinidad, podamos reseñar en que anda el mundo, o al menos, cierta parte, a la que perteneceríamos por geografía o por extensión cultural, eso que llaman Occidente.

Enrique Peña Nieto, el Presidente de México, escribió el 20 de julio pasado en el diario El País de España; “En un ejemplo de la madurez democrática que vamos alcanzando en nuestro país, más de 600.000 personas alzaron la voz, haciendo uso por primera vez en la historia de la nueva figura legislativa de iniciativa ciudadana. Su llamado ha sido un mandato claro e ineludible: ninguna institución ni servidor público, sin importar el orden de gobierno, está por encima de la ley. Todos están sujetos a la rendición de cuentas.”

A tal punto, este tema de nuestra (como Correntino no lo tendría que decir, pero como estoy en el margen de la correntinidad, sí puedo sentirme parte, de otras generalidades) institucionalidad democrática, está en boga, que días después, el mismo periódico, saca la siguiente nota, con el significativo título de “La fiebre de los referéndum” autoría de Stephan Israel: “Los suizos lo hemos sabido desde siempre. Nuestra democracia directa es la forma suprema de democracia. Ahora, cuando en Europa irrumpe la fiebre del referéndum, nos vemos confirmados en esta idea. En Europa, solo en este año, los holandeses han votado sobre el tratado de asociación con Ucrania, y los británicos sobre el Brexit.Viktor Orban, primer ministro de Hungría, quiere que el 2 de octubre próximo la población de su país vote sobre si su nación debe descargar a Italia y Grecia de 1.294 solicitantes de asilo. Casi parece que nuestra democracia directa se ha convertido en un éxito de ventas para la exportación. ¿Pero de verdad es bueno para Europa algo que ha demostrado su utilidad en Suiza? ¿Es, en general, digno de imitación el ejemplo suizo?.

A Corrientes, y por ende a sus habitantes, se le está privando, de que participen, consultándolos vía referéndum no vinculante por ejemplo, que se expresen acerca de la necesidad de una reforma provincial e incluso de sus temas. Esta privación es en nombre de la correntinidad, aplicando la misma lógica de los que dicen que defienden la libertad, cercenándola, o los que decían que nos liberaban del mal, quemando brujas o cortando cabezas.

Sólo varió, el método, en la Corrientes sin mal, que auspicia, promociona y premia a sus soldados más disciplinados, se los pasea en las diferentes ferias de vanidades y en los distintos espacios públicos, a diferencia de lo que ocurre, con los marginados, los que malditos en develar la desnudez de los privilegiados que dicen ir arropados, somos, lógicamente más escuchados, fronteras afuera de la correntinidad alambrada, que algún día, dejará de ser para tan pocos, sea porque caiga desde afuera o desde adentro, socavada en su supina arrogancia y empachada en sus excesos.

 


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