22 de junio de 2016

La magia política (Verbigracia: caso de la reforma en Corrientes).

El término “Magia” proviene de una raíz Persa, que significa “Tener poder”. Esta acepción se constituyó, no casualmente, en la piedra basal, de una forma de interpretar el mundo, que se dio en llamar “Mágico-animista”. Los hechos de la naturaleza (condiciones meteorológicas, tiempos de oportunos de siembra y cosecha) como los que afectaban al hombre en su ser más íntimo (salud, reproducción, muerte) eran decodificados, interpretados o leídos, por unos pocos, por quiénes conocían, mágicamente, los sucesos acaecidos. Chamanes o magos, eran los seres, que escogidos, por un Demiurgo (no casualmente es una acepción Platónica, que referencia al creador o hacedor), un prestidigitador, o hasta un genio maligno, depositada, arbitrariamente, casi dinásticamente, el poder, en unos pocos, a los que la comunidad, les debía responder, social y políticamente.

Esta concepción de la humanidad, generaba este acto mágico, que se traducía en el poder en unos pocos, en que lisa y llanamente, las reglas de juego eran sólo conocidas por estos y los demás están subsumidos a este poder, a este conocimiento.

Precisamente, el conocimiento, es decir, el paso de la humanidad, a una visión, o cosmovisión, lógico-racional, mediante el método científico, determino que algunos más podían conocer esas reglas de juego, a las que se accedía a través de un método, en el que no necesariamente, sólo podían participar los elegidos.

El mundo, pleno medievo, se tensionó ante este cambio de paradigma. Hasta la aparición de la imprenta, el atesoramiento en los monasterios (la idea de atesorar en monasterios, es de vieja data) del saber, se constituía en el patrimonio de seres, también vinculados especialmente con un Dios, que les dotaba de la posibilidad de conocer.

Aquí se expresó la ruptura sustancial. El conocimiento, es decir las reglas de juego, el tener poder, podía ser adquirido, había dejado de ser otorgado por razones discrecionales o mal llamadas mágicas.

La popularización, o el mayor acceso, a los libros, mediante la imprenta, significó, la democratización no sólo del conocimiento, sino de las sociedades. No es casual, que uno de los principales libros, de la ciencia política moderna, “El Príncipe” se haya escrito en este apogeo.

La idea, relativamente moderna, de “progreso social ascendente”, proviene de esta ruptura, el ingreso de sectores populares y marginales o subsumidos en los categoriales de “pobreza”, en los recintos de conocimiento (universidades y establecimientos educativos) perpetúan esta idea democrática, de que las reglas de juego, no sólo sean conocidas, sino también redactadas o influenciadas por la mayor cantidad de personas o de ciudadanos.

Esta es la gran problemática de las democracias occidentales actuales. Los magos, es decir los que tienen poder, los aferrados a esa idea ancestral, de que son arbitrariamente elegidos, constituidos en seres cuasi divinos, son los únicos con derecho no sólo a crear o recrear las reglas de juego, sino a conocerlas. Los espectadores, es decir los indignados, o los ciudadanos independientes, que se sienten estafados (la magia como espectáculo es un ardid, que planifica un mago, con tiempo y premeditación, para hacerle creer a su público que sucedió algo inexplicable, casi abruptamente, es decir un conejo saliendo de una galera, o el famoso truco de un mago que ideó un truco con 20 años de antelación, poniendo una carta dentro de un árbol, la que saco, una vez crecido el árbol y transcurridas esas dos décadas) reaccionan ante el timo, ante el engaño.

Pero no reaccionan por reaccionar, es decir, porque el truco está mal hecho o porque no quieran ser parte de una pléyade de pasivos engañados.

Reaccionan, porque están discutiendo lo conceptual de que la política sea magia, es decir, tener poder entre pocos. Reaccionan, porque la humanidad, tal como nos enseña la historia de las ciencias sociales, encontró en el método racional, que luego hizo científico, una forma de interpretar el mundo (por más que esto mismo sea anticientífico, o discuta la pura cientificidad, el principio de que no existen hechos sino interpretaciones) pues todas las interpretaciones, deben estar justificadas, bajo la razón, o bajo apariencias racionales.

En todas partes del mundo, observamos, azorados, como los magos de la política, resisten, a entender el paso de la humanidad a la etapa lógico-racional.

Podríamos hacer un catálogo de los diferentes tipos de magia que llevan a cabo los magos de la política. Las hay de izquierda (o de supuesta izquierda, como Venezuela,) como de derecha (México y un estado casi asesino).

A mi me toca, dar el caso de mi tierra, la que me vio nacer, y la que me resisto a abandonar, por un puñado de timadores.

En nuestra comarca, con características, indigenistas como medievales, un Veterinario, en funciones de poder, un edecán, instituido en autoridad, por su obediencia de vida (como debida) al supremo gobernante, al cual los opositores le tienen pavor, temor y temblor al sólo mencionarlo, nos dice, desde hace meses, que están trabajando en un proyecto de reforma constitucional. El documento no aparece nunca, el texto, el papel, que lo esconde, irracionalmente, cómo si escondiese un conejo balnco dentro de una galera,  sí sus declaraciones, sólo actos de magia, que pretenden demostrar, el gran acto de magia, es decir que el tener poder, siga siendo para los pocos.

En pleno siglo XXI, debemos tolerar, que se nos time, públicamente, que se nos engañe, pérfida y perversamente, escondiéndonos un documento, un papel, un proyecto, que dicen, está destinado a reformar nuestra constitución, nuestra mayor carta del derecho que ordena nuestras reglas de juego.

Es una lástima, que tanto los medios, cómo los opositores, no comprendan, cabalmente (en realidad lo comprenden inconscientemente, porque ellos también son parte de ese poder entre pocos, ocupan, mansamente, el rol de opositores, por el cual cobran suculentos salarios que a lo sumo redistribuyen entre familiares y entenados)  que estos magos, por no llamarlos charlatanes de feria, están realizando un acto de magia, que tiene como finalidad que el poder, es decir las reglas de juego, sólo la reformen, la redacten y la conozcan entre ellos, es decir, entre pocos, dejando a la gran mayoría de ciudadanos, el mero rol de espectadores, de aplaudidores, como en los espectáculos de magia. 


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