18 de enero de 2016

El malestar en los asuntos políticos.

El título hace referencia a uno de los textos más logrados de Sigmund Freud, por su poder de síntesis y claridad conceptual, el mismo va tras la finalidad del ser humano en su doble meta de alcanzar la felicidad y evitar el sufrimiento, generalmente se lo traduce como malestar en la cultura o la civilización, y una conclusión bien podría ser; lo que sacrificamos en pos de no sufrir y la pregunta sí para evitar dolor, acaso no postergamos la felicidad. En nuestra política cotidiana sucede lo mismo, ¿acaso a expensas de evitar caer en autoritarismos, en regímenes absolutistas, no estamos absteniéndonos de tener o de exigir una democracia más representativa? En tiempos en donde la Nación, comenzará, por intermedio de su secretaría o dirección de Asuntos políticos, a consultar a la clase dirigente o al círculo rojo, acerca de esto mismo (es decir que o porque o como reducir el malestar que la política sigue generando en la ciudadanía), tenemos la necesidad de hacerlo aún más público y por ende publicable.

Para los que no son lectores especializados y para ciertos incautos, aclaramos que la cita que hacemos a continuación no quiere, ni tiene por objetivo, destacar lo sustancial del texto de Freud, sino lo que consideramos que es atinente a lo que deseamos transmitir en el artículo, Sigmund se pregunta y pregunta: “¿Por ventura no significa nada el que la Medicina haya logrado reducir tan extraordinariamente la mortalidad infantil, el peligro de las infecciones puerperales, y aun prolongar en considerable número los años de vida del hombre civilizado? A estos beneficios, que debemos a la tan vituperada era de los progresos científicos y técnicos, aun podría agregar una larga serie -pero aquí se hace oír la voz de la crítica pesimista, advirtiéndonos que la mayor parte de estas satisfacciones serían como esa «diversión gratuita» encomiada en cierta anécdota: no hay más que sacar una pierna desnuda de bajo la manta, en fría noche de invierno, para poder procurarse el «placer» de volverla a cubrir. Sin el ferrocarril que supera la distancia, nuestro hijo jamás habría abandonado la ciudad natal, y no necesitaríamos el teléfono para poder oír su voz. Sin la navegación transatlántica, el amigo no habría emprendido el largo viaje, y ya no me haría falta el telégrafo para tranquilizarme sobre su suerte. ¿De qué nos sirve reducir la mortalidad infantil si precisamente esto nos obliga a adoptar máxima prudencia en la procreación; de modo que, a fin de cuentas tampoco hoy criamos más niños que en la época previa a la hegemonía de la higiene, y en cambio hemos subordinado a penosas condiciones nuestra vida sexual en el matrimonio, obrando probablemente en sentido opuesto a la benéfica selección natural? ¿De qué nos sirve, por fin, una larga vida si es tan miserable, tan pobre en alegrías y rica en sufrimientos que sólo podemos saludar a la muerte como feliz liberación?

 Parece indudable, pues, que no nos sentimos muy cómodos en nuestra actual cultura, pero resulta muy difícil juzgar si -y en qué medida- los hombres de antaño eran más felices, así como la parte que en ello tenían sus condiciones culturales”.

Una frase metafórica que podría resumir lo que se expresa, es la que incluso se utiliza mucho en el ámbito político “Prefiero ser cabeza de ratón, antes que cola de león” y esto se materializa en innumerables agrupaciones, o conjunto de personas que en vez de integrar colectivos políticos, crean sus propios vehículos electorales, para luego, finalmente, estar integrados en una alianza, pero a través de un acuerdo que los tiene como miembros formales de una coalición político, con identidad propia y espacio determinado.

Sí se hiciera una encuesta de la forma que fuere y con los casos que se les ocurra a quién sea, en ningún caso, el 95% de los correntinos (capitalinos, de los parajes, de los 70 municipios) podría responder acertadamente, si se le preguntara ¿Podría decirnos el nombre de todos los partidos políticos de la provincia?, es más seguramente el único, o los únicos que podrían responder con exactitud, son los que están el juzgado electoral, y dentro de ese juzgado, el juez y el secretario deben ser las dos únicas personas del millón de correntinos que sabrán responder esta consigna.

No se trata de un dato de color, se trata de un punto de inflexión que bien debiera ser un punto de análisis, para todos los que, desde algún costado, tenemos que ver con la política, pues al parecer de un tiempo a esta tarde, hemos decidido culturalmente que cantidad es igual que calidad, y todos los que o no habían participado o lo hubieron de hacer con experiencias poco afortunadas en los partidos de antaño, tenían que abrir sus partidos políticos, como quién abre un kiosco, un parripollo o un portal de noticias (con el mayor de los respetos a los que se dedican y nos dedicamos a esto). Pero en verdad, resulta peor, es decir, abrir un kiosco, parripollo o portal requiere de cierto trabajo, de ciertos trámites insoslayables, lo del partido, además de copiar y pegar las cartas orgánicas y la presentación de firmas, no mucho más, con el agravante que en la Constitución Nacional se expresa que los partidos son pilares fundamentales de la democracia (artículo 38) más no así la Carta Magna no refiere a los parripollos, kioscos o portales. Si seguimos con el ejemplo, por más absurdo que parezca es cada vez más real a medida que continuamos con el análisis, alguien tiene que hacer el pollo, comprar las golosinas o subir las notas, en los partidos, sólo existe la figura del presidente, o en verdad dueño, que negocia con los conductores de las alianzas a las que unirá su partido, dado que todo lo que le exige la ley de partidos políticos, se realiza desde un protocolo que se completa en una redacción de Word (cursos de capacitación, rendición de gastos, etc) y por más que esto no pretenda ser ni en lo más mínimo de las intenciones, una denuncia, la prueba irrefutable es lo que se preguntaba al inicio, nadie sabe cuántos son los partidos de la provincia, quiénes son sus presidentes, que propuestas poseen, que ofrecen a la comunidad, que hicieron o dejaron de hacer. Eso sí, para el cumplimiento de plazos electorales, allí surgen, los dueños de estos sellos de goma, que en mucho de los casos, se ganan, de carambola o calentando cabezas o vendiendo humo un lugar expectable en las alianzas que suscriben.

Aquí aparece otra de las pruebas irrefutables de este malestar en la política, estos supuestos partidos surgen, porque no tenían espacios en los denominados grandes o preexistentes (cosa que tendría que ser analizada en forma apartada)  o porque no veían representadas sus ideologías o posicionamiento, sin embargo, siempre termina haciendo alianzas, o dentro de alianzas, en donde confluyen 12 0 13 partidos por un lado, y otros tantos por el otro.

La política no puede ser banalizada como una oportunidad de negocios, como el agosto de un feriante, y en nombre de lo urgente, no podemos olvidar lo importante. La política, merece que la pongamos en el lugar que alguna vez tuvo o quizá mejor, tiene que estar por encima de las pillerías de acróbatas de la viveza, corremos el riesgo de dañar nuestro sistema democrático y representativo por no hacer el esfuerzo republicano de poner las cosas en su lugar, la política no tiene que estar al servicio de aves de rapiña del oportunismo, no tiene que ser en nombre de ella, que se disponga de una ulterioridad de cumplir con un plazo establecido o el respeto a rajatabla de lo que se sabe es un simple sello de goma. La política nos atraviesa por intermedio de ideas, de doctrinas, de proyectos, del ejercicio del poder, y de hombres y espacios en donde se comprenda esto mismo como la combinación perfecta entre ciencia y arte, el resto no debe quedar como anécdota de color o elemento para cambiarlo alguna vez, tenemos que ir por ello, de lo contrario estaremos cayendo en el autoritarismo de las formas que no replican o no muestran la realidad tal como es, y para vivir con miedo, condicionados o con temor a, es preferible usar la herramienta de transformación, que es la política, para cambiar, desde la política, para intentar hacer el bien o mejorar, por más incluso que no lo consigamos.

¿Qué es lo que debemos reformar? ¿Acaso se trata de no ir a votar muchas veces en un mismo año? ¿Estaremos , en Corrientes, ante una oportunidad de que lo metodológico, pueda generarnos mayores posibilidades de desarrollar nuestra libertad política?

Se nos dice que la democracia, en el período electoral, es la manifestación por antonomasia de la libertad política, dado que cada cierto tiempo podemos elegir a quiénes nos gobiernen. Esta definición casi academicista, es una mera expresión de deseo, un anhelo romanticón ante lo que fue, por ejemplo, la última batalla gubernamental del 15-S de 2013 en nuestra provincia. Por más que estemos en contra, lo denunciemos, combatamos o relinchemos, lo cierto es que los guarismos cantaron que “aparato” (en el sentido más bestial y alienante del término)  ha funcionado mejor y con ello, en caso de que no modifiquemos esto mismo, en 2017 volveremos a ungirnos en la impostura que nos exige esta democracia en papeles, a nuestros representantes que atesoraran la voluntad popular cosechada bajo supuestas reglas democráticas “Avant la lettre”.

Las elecciones tampoco se ganan, mediante el ejercicio repetitivo de aparecer en diferentes medios, previamente pagos o que son parte de las estructuras político-económica-sociales de los mismos (incluso usan idénticos sloganes para vender candidaturas y empresas de comunicación…) de aprenderse y recitar como loros el discurso de ocasión, comprado en la consultora de turno, o de exponerse en afiches gráficos o de redes sociales.

Tampoco se ganan las elecciones en los cada vez menos utilizados actos multitudinarios o de cabinas telefónicas (previo pago al contado o en especie a organizadores y asistentes), menos en la nueva versión “gimnasta” de la política de los tiempos que corren, que nuestros prohombres dan en llamar “caminatas”, en donde un par de militontos tienen la triste tarea de levantar banderas de los partidos o sellos de ocasión, como si pretendieran emular a los mafiosos apostados en las tribunas de las canchas argentinas.

Las elecciones se ganan, en esos oscuros recintos en penumbras en donde se distribuye el contante y sonante, enajenado del erario público u obtenido del privado a quién se favorece o favorecerá, en donde se aceita la maquinaria que saldrá a la búsqueda del voto a voto, a cambio de lo que sea, en su versión efectivo, bolsita, material, expectativa, ilusión, apriete o desánimo.

Si esto no fuera así, ninguno de los frentes con posibilidades de ganar, se hubiesen preocupado en tener, tras sí o dentro de sus espacios, a los sellos o partiditos, que en verdad son la oficialización de los 30 o 40 políticos profesionales (vendría a ser el título habilitante) que dicen manejar voluntades, como si fueran vacas en una exposición rural.

Si esto no fuera así, hace rato se hubiese reformado el código electoral para elegir con boletas a colores, y con los candidatos con fotos, ni hablar de boletas únicos o voto electrónico, incluso se podría ahondar aún más o llegar al sincericidio que esos papeles de diario no digan nada, sino que simplemente tengan formas de barco o de avión (en ciertas provincias se vota así) de manera tal de simplificarle la vida al puntero o referente y de controlarle mejor al que se le exige el voto.

En esos lugares, generalmente llamado “cocina (los narcotraficantes también utilizan la misma palabra para llamar al lugar donde hacen o fabrican las drogas)” se precisa de un ábaco, una calculadora o un programa de pc, en donde se ponen los datos de cuanto se dará a quién en que momento, y luego de ello la ejecución de la planilla en los tiempos del comicio.

Quién mejor distribuya tanto la materialidad como la expectativa y a su vez, el equipo que mejor coordine la implementación de lo planificado se quedará o llegará al poder, por más que suene una herida narcisista a quiénes tenemos la posibilidad de leer y pensar, y por tanto comprender que en estas instancias somos coto de caza de quiénes tienen el poder y tal como la virtud satánica de hacerle creer a la humanidad que el mal no existe, nos dicen que depende de nosotros, que la elección es la fiesta de la democracia y todo lo que endulza a nuestros oídos prestos a estos sonidos libertarios.

“Al no poder dirigir públicamente los destinos terrestres, porque los gobiernos se opondrían, esta asociación misteriosa sólo puede actuar a través de sociedades secretas…Estas sociedades secretas, creadas a medid que van siendo necesarias, se dividen en grupos distintos y al parecer opuestos, que profesan alternativamente las opiniones más opuestas para poder dirigir por separado y con confianza todos los partidos religiosos, políticos, económicos y literarios, y están vinculadas, para recibir una común orientación, con un centro desconocido, donde está oculto el muelle poderoso que así, invisiblemente, se propone mover todos los cetros de la tierra”. (J.M.Hoene-Wronski, citado por Sédir, Histoire et doctrine des Rose-croix, Rouen, 1932).

Esperemos que sea el caso del nuevo gobierno nacional que inició su gestión y que los Asuntos políticos, sean tratados, organizada, pero públicamente y no solamente bajo el armazón o el esqueleto de los partidos, a los que sólo los sostiene la declaración nominal en la constitución, más no así su acendramiento en la sociedad.

 


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