17 de enero de 2016

El temor reverencial en el ejercicio político.

Hasta hace algunos meses atrás, nuestro código civil contemplaba el concepto del temor reverencial, una vieja figura del derecho romano, ordenadora en la tradición del “pater familia” o en la residencia de la autoridad (y por ende el poder) en el hombre jefe de hogar (no por su presencia en el mismo, sino precisamente para paliar su ausencia ante la partida a las diferentes campaña bélicas), siglos después, lo que en un comienzo sirvió para consolidar las instituciones familiares y sociales, devino, en patriarcalismo y machismo, abusivo e intolerable. En plena búsqueda de nuevas valoraciones, sin embargo, en nuestra política vernácula, la figura del “Temor reverencial” no sólo que está presente, sino que además, es el principio rector por el que se ordenan los asuntos políticos. “Todos le tienen miedo a…” Es la frase que suena y resuena en todas y cada una de las voces, sean opositoras u oficialistas, demarcando que la principal arma que posee el gobernante, es el de, al menos mantener, el temor que su figura de poder despierta ante todos y cada uno de sus gobernados.

Siempre, explícita o implícitamente, los aspectos analizables, más sí son puntuales y más que discutibles como el presente, están dentro de un contexto, en el cuál no sólo se enmarcan, sino también se condicionan. Recurrimos a Erich Fromm, en su texto sobre la desobediencia como para trazar el mismo: “La sociedad feudal funciona correctamente sólo cuando sus miembros tienden a someterse a la autoridad y a respetar y admirar a aquellos que son sus superiores…  ¿Cuál es la causa por la cual una sociedad logra asegurarse la lealtad de la mayoría de sus miembros, aunque estos sufran bajo el sistema y aunque su razón le diga que la lealtad a ella los perjudica? La respuesta es el carácter social, que se visualiza a través de lo que expresa el siguiente personaje de Ibsen: “Puede hacer todo lo que quiere porque sólo quiere lo que puede hacer”.

Usted nos podrá decir, que arrancamos con una petición de principios, pues no establecimos por qué consideramos que nuestra actual sociedad, pueda verse asemejada a una sociedad feudal, pues se lo concedemos y por ello, seguimos con el mismo autor, hablando de otro tipo de sociedades, en las que podríamos vernos reflejados, en caso de que usted crea que nada tenemos que ver con una con patrones feudales: “En la mayoría de los sistemas sociales la obediencia es la suprema virtud, la desobediencia el supremo pecado. En verdad, cuando en nuestra cultura la gente se siente culpable, lo que ocurre realmente es que tiene miedo porque ha desobedecido. Lo que los perturba no es un problema moral, aunque crean que lo es, sino el hecho de haber desobedecido a una orden”.

 Este es el momento para recordar, como hasta hace unos meses atrás, seguía en vigencia la figura del temor reverencial en nuestro, ahora, anterior, código civil: ARTICULO 940.- El temor reverencial, o el de los descendientes para con los ascendientes, el de la mujer para con el marido, o el de los subordinados para con su superior, no es causa suficiente para anular los actos.

Claro, que ahora debemos ir a un jurista para que nos ilustre acerca de este concepto en el campo de las leyes (cuando a usted le pregunten cuantos libros lee al año, estas son típicas preguntas de reuniones sociales, bien puede responder que con leer nuestros artículos, sintetiza, en cada uno de los mismos, al menos cinco títulos al hilo): Observemos  la tesis “Hacia una Teoría General del Temor Reverencial” del jurista trasandino Sebastián Ignacio Alarcón Guridi.

No es menor, que en el minuto histórico, social, psicológico que nos toca vivir, las enfermedades que afectan la esfera psico-somática de los individuos han aumentado considerablemente; el temor de desagradar a aquellas personas a quienes se les debe sumisión y respeto, tiende a desaparecer, como figura de las relaciones interpersonales. La espontaneidad palaciega sin el asidero de la virtud proverbial de la prudencia, es considerada por si misma, un estándar plausible de actuación. Sin embargo, nos parece, que esta situación no sólo ha cambiado, sino que se ha extendido - tras las necesidades elementales del ser humano, de la competitividad y de la ignorancia que socava la inteligencia llena de prejuicios infelices- a otras áreas de las que tradicionalmente se había consagrado. Los deberes de sumisión ya no son como antaño tan sólo entre ascendientes como descendientes, sino que por el contrario, se ha desarrollado un temor cada vez más silencioso en el ambiente laboral, y en todas las relaciones que impliquen necesariamente deberes de subordinación y dependencia. La falta de libertad del hombre actual abona la tierra propicia para generar un miedo ab extrínseco… El temor reverencial es una perturbación psicológica del sujeto. Es la sujeción psicológica en que el sujeto ha incurrido en relación a otra por la importancia de su posición privilegiada en el ambiente de la familia, del trabajo de incluso del ambiente social. (Máximo Bianca, C; “Diritto Civile Il contrato”).  Como otro autor indica, consiste en no atreverse a decir “no” como consecuencia de la situación de sujeción psicológica en la cual se puede encontrar respecto de una persona a causa de su potencia o de su influencia o de su autoridad o de su riqueza (por ejemplo, es un ministro o un alto funcionario o bien un magnate industrial), o por la especial relación que tiene con ella (es el padre o quien le da trabajo). En supuestos de este tipo, el hombre medio encuentra el coraje para decir no: quien por excesiva cobardía, no la encuentra no está protegido por el derecho. (Galgano Francesco; “El negocio Jurídico”).

Claro que nos podrá decir, todo muy lindo, pero estamos hablando de política, y aquí es donde el principal teórico, Maquiavelo, aconseja a los príncipes que deben ser amados y temidos simultáneamente. Pero como estas relaciones raramente existen al mismo tiempo, aclara que es preferible ser temido que amado.  Fundamenta su pensamiento en que en el momento de una revolución, el pueblo puede que se olvide del amor, pero el temor siempre lo perseguirá  En consecuencia, si un soberano es temido hay menos posibilidades de que sea destronado

Entonces, todo empieza a tener un poco más de sentido, es decir, sí el hombre por su naturaleza y más que nada por su condicionamiento incierto (es decir no sabe para que vino a la vida, tampoco lo eligió, y la única certeza que  tiene es que va a morir, pero no sabe cuándo) valora mucho más lo ocurrido que lo por venir, y más sí aquel pasado, fue complejo o complicado, estamos a un paso, de entender porque, un gobierno provincial destaca tanto, con todas la luces de neón posibles, el pago en fecha de sueldos públicos, dado que alguna vez en la misma provincia, existió un gobierno que lleguó a adeudar meses enteros. En la cabeza del asalariado el dispositivo funciona perfecto, antes padeciste por esto que ahora yo te garantizo, no esperes, ni pidas más, porque podes perder lo que ya tenes (un poco es lo que también funciono a nivel nacional con la campaña presidencial del entonces candidato oficialista, el motononauta).

Pero entonces, el hombre de poder, que somete, o para llamarlo de otra manera, sugestiona o condiciona con el miedo,  con el temor reverencial, ¿a que le teme?

“Los hombres temen al pensamiento más que a cualquier otra cosa en la tierra, más que a la ruina, incluso más que a la muerte. El pensamiento es subversivo y revolucionario, destructivo y terrible; el pensamiento es despiadado con el privilegio, las instituciones establecidas y los hábitos confortables; el pensamiento es anárquico y sin ley, indiferente a la autoridad, despreocupado de la acreditada sabiduría de las edades. El pensamiento escuadriña el abismo del infierno y no teme. Ve al hombre, esa débil partícula, rodeado por insondables profundidades de silencio; sin embargo, procede arrogante, tan impertérrito como si fuera el señor del universo. El pensamiento es grande, y veloz y libre, la luz del mundo, y la principal gloria del hombre…Pero para que el pensamiento llegue a ser posesión de muchos, no privilegios de unos pocos, debemos eliminar el temor. Es el temor lo que contiene a los hombres, el temor de que sus acendradas creencias resulten engañosas, el temor de que las instituciones por las que viven resulten dañinas, el temor de que ellos mismos resulten menos dignos de respeto de lo que habían supuesto que era…Es mejor que los hombres sean estúpidos, lerdos y tiránicos y no que su pensamiento sea libre. En efecto si su pensamiento fuera libre, podrían no pensar como nosotros. Y este desastre debe evitarse a toda costa…” (Bertrand Russel, Principies of Social Reconstruction).

Que el poderoso ejerza temor reverencial, y que a su vez, tema el pensamiento, no debe entenderse como una disputa o una guerra hacia él, sino más que nada, como una necesidad fortuita y en cierto caso, irrefrenable, de la circulación de mayor libertad, de que se genere un espacio en donde el ser humano, pueda corresponderse con lo que es, con su autenticidad, de poder ser libre de expresar, lo que siente y piensa, por más que otros, desde el poder, no lo compartan o no.

Finalmente el mayor obstáculo político (quizá el mayor en su propia historia política) que atravesará el hombre con más poder en la provincia, es el de generarse un sucesor. Tiene como elemento a tener en cuenta, lo que le sucedió a su otrora rival, el Kirchnerismo. Es decir, sería más que saludable que entendiera que sí copia el camino de elegir un sucesor, al que nunca se lo respeto (por el abuso del ejercicio de ese temor reverencial) ni en sus propias filas, identificado en grado sumo con un proceso de años de desgaste, no lo quedará más que azuzar una campaña del medio, que a nivel nacional, no funcionó.

 Lo decimos claramente (incluso desde hace meses) en uso de nuestra libertad y más allá del temor reverencial reinante. El gobernador, deber aprovechar el cambio de reglas tácticas (es decir la inminente reforma electoral que se pregona desde la administración nacional de la que dice ser parte) para por intermedio de unas Internas abiertas provinciales, consagrar, es decir su frente o alianza política, un candidato, que no debe ser radical (por el cansancio, como le paso a Scioli y Massa en las elecciones nacionales del electorado ante otro gobernador del mismo signo, en Corrientes desde la intervención radical del `99 bajo el mismo signo polìtico) y que no haya sido arrasado por la falta de respeto político o por la aplicación desmedida del temor reverencial político. Nosotros, consideramos, e insistimos, más allá de ese  temor reverencial (que como es cultural, lo puede ejercer hasta usted, hacia nosotros, querido lector) que el único candidato que reúne estas condiciones, y que puede pelear en la arena electoral, la continuidad del proyecto político del gobernador, es el Presidente de la Cámara de Diputados de la Provincia.

 


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