15 de enero de 2016

Surrealismo experimental, el horizonte.

El pájaro rompe el cascaron. El cascaron es el mundo. El que quiera nacer tiene que romper el mundo. Hermann Hesse.

En la vigilia se hace insostenible acariciar el preludio de un agua viscosa, superior al barro de los elefantes. Al barro que cobija y guarece del frio que como el cirujano corta la piel con precisión  en una choza perdida en los confines de nuestra tierra bien conocida.

En vuelo zigzagueante el pájaro busca refugio del viento que zamarrea su intención de alimentarse, el rio en su correntada febril cual fuelle de una acordeón remolina los camalotes amputados de aquello que una vez fue isla.

El tiempo vulgar, el ahora, los ahora que fueron y los que vendrán, pues el tiempo es silencioso como el francotirador a punto de dar muerte a su blanco, llega y recruje en ramas añejas que reposan sobres el cableado eléctrico cual camilla de la morgue.

Mientras andamos por andar, que nos empuje la brisa o algún aroma estrambótico, esotérico, chamanico, humo de carne asada, mentira que vemos lo que miramos, pues conocemos de redondos que abundan el mundo y no del cirulo de la geometría. De la espuma del mar nació Afrodita, en el mismo mar ahogados los negros esclavos, apretujados en barcos genocidas en viaje a las costas de Bahía, Joseph Turner vio la noche del navío naufrago e inmortalizo cada detalle en su lienzo mágico, se apila el cadáver como los ladrillos para construir nichos.

Pero si más tarde el hombre, fuese por lo que fuere, intenta enmendarse al sentir que poco a poco van desapareciendo todas las razones para vivir, al ver que se ha convertido en un ser incapaz de estar a la altura de una situación excepcional, como la del amor, difícilmente logrará su propósito sostiene André Breton.

Amada imaginación, lo que más amo en vos es que jamás perdonas. Creando los posibles, sobrepasando lo que nos dicen que es y ya está, el horizonte y su incertidumbre nos invita al riesgo de ir como si fuera una meditación en infinito, experimentar nuevas formas, desatar el corsé que nos aprieta las tripas, que nos obliga a bajar la cabeza al monstruo macrocefálico que nos dice gobernar, es que el hombre en cuanto tal no lo gobierna nadie, somos uno en lo múltiple convirtiendo la propia unicidad en el todo, un gigante que espera ser liberado.

Epicuro nos dirá que el temor de los hombres crea a los dioses. Porqué temer al único acontecimiento seguro luego de nacer, temer a la muerte ¿Y si venimos de ella? A priori, una primera reflexión resuelve  que debemos ponernos en presencia del mundo tal como lo vivimos antes de la reflexión, a ello Husserl lo llama Lebenwelt.

Definitivamente los posibles mundos nacen como una botella con un mensaje arrojado al mar, en algún tiempo otro lo recogerá, ese otro se convertirá en otros  que se atreverán a cruzar el espejo. Si usted está leyendo esto vuelva al primer párrafo, con ello me despido.

 Por Carlos Coria García.

 

 


Comentarios »
Aun no hay comentarios, sé el primero en escribir uno!
Escribir un comentario »