Corrientes en Enero.
Así como la Neblina es Limeña el frío Siberiano o Patagónico, Enero debería ser Corrientes, no por el Gauchito Gil, el Chamamé y los Carnavales, sino porque no pocos desistirían de seguir caminando el derrotero de sus vidas, acompañados del calor sofocante, de una naturaleza irrestricta que ha desbarrancado brindando especímenes raros de una clase dirigente incalificable. La misma que irrefrenablemente culpa a los males naturales (como sí la humanidad hubiese retrocedido a 1755, en el terremoto de Lisboa, cuando los actores dirigenciales de aquel entonces, aprovecharon las explicaciones de la expresión de la naturaleza, para amalgamar la ideología imperante de que solos unos pocos pueden explicarnos el mundo, en tal entonces, concluyeron, sabiamente que habitamos el “Mejor de los mundos posibles”, Leibnitz) nos pide que imploremos a dios, a tupa, al gaucho, a San Baltazar, para que no llueva más, para que el dengue no replique su furia que se aprovecha de la desidia (como ocurrió en el Chaco, donde el actual gobernador fue uno de los afectados, ante el desmanejo de la entonces mujer del Gobernador, Sandra Mendoza) o para que directamente se responsabilice a los ciudadanos (como siempre bajo esa lógica perversa de aflojar para arribar y ajustar para abajo, la lógica del tornillo) de sacar la bolsita de basura ante el primer nubarrón.
“La transgresión difiere del retorno a la naturaleza, levanta la prohibición sin suprimirla…no habría erotismo si no hubiese en contrapartida el respeto a los valores de la prohibición (Georges Bataille L`Erotisme 1957). Partimos desde este desafío intelectual, o desde esta propuesta para comprender los ejes, de una de las piedras basales que sostienen nuestra correntinidad, nuestro estado de cosas, en el ámbito dirigencial, en el que intercambiamos miradas, visitas y ciertas interactuaciones mediante redes, sociales y de comunicación, dando vida con ello, a la clase política. Hablamos de la hipocresía, de ese sendero que nos construye, un camino que necesariamente lo sabemos no verídico, pero que a rajatablas lo sostenemos como el único posible.
Como decía Bataille, y de allí la cita, esa circularidad que nos mantiene enfrascados en una mentira indispensable, que cada tanto la debemos poner en crisis, o a crítica, no se asusten, no para eliminarla, sino para edulcorarla, para hacerla más agradable a gusto del paladar de los consumidores.
No debe faltar mucho, para que alguien proponga, independientemente de Constituciones y de leyes (visto desde la juridicidad actual sería imposible, pero las leyes se construyen desde el poder circunstancial) la factibilidad de que en estas tierras el voto se emita bajo un sistema de calificación en donde de acuerdo a determinados patrones, el hacendado habitante de calle Quevedo, cotice en urna como doscientos desempleados del Ponce, o que el Diputado, el dueño de edificios y de negocios, valga tanto como el sacerdote, el comunicador estrella, el cantante aclamado. Los loquitos, pobres e insurrectos deberán valer siempre uno, salvo que un gobernante, mediante decreto les haga cruzar el rubicón del valer tan poco en la elección.
Bien podrá ser una pueril aventura literaria lo hasta aquí exclamado, y hasta quizá pueda transformarse en una atractiva novela (exitosa no, porque también en el ámbito intelectual se precisan de entongues, aún más estúpidos y risibles que los necesarios en el político o social para obtener un valor por el valor mismo y no por circunstancias ajenas, por el prestigio social, a los que también quieren echar mano los amigos de, los pertenecientes a la élite de la amigocracia) en caso de continuar aventurándonos a ese futuro, probable.
Pero vayamos a lo grave, y lo grave, es que sí se nos ocurre, es porque existen las condiciones para que sea posible, y sí es posible es porque esas condiciones de las que hablamos están dadas desde hace tiempo.
Una vez más, recordar que el espacio de lo público en nuestra provincia, desde hace tiempo tiene dueños, que son pocos, que son los mismos y que actúan como una cofradía preservando sus intereses y principios rectores, no para ellos, sino para el conjunto.
Un conjunto, que no tendríamos que ser contabilizados como sus vacunos, productos, departamentos, partidos políticos, o medios de comunicación, pero aquí estamos, resistiendo básicamente porque aún no nos han comprado. Y eso también es grave, porque el ánimo de venta no está solo para tener bienes materiales, sino para no continuar siendo, un raro, un librepensador, un marginal defensor de causas perdidas y de gente en la perdición.
Nadie discute, ni tampoco se pretende discutir con los hermosos perritos falderos que dignamente se ganan sus huesos, atacando a mensajeros; de lo que aquí se trata es de quitar la propiedad privada en los espacios públicos, el monopolio que ejercen, en medios de comunicación, partidos políticos, en la cultura, en las creencias y en nuestras expectativas.
Una cosa es que nos hagamos los estúpidos para pasarla mejor, eso no significa que eternamente lo seamos o que compartamos las estupideces que dicen ciertos políticos, en los espacios públicos cooptados para precisamente decir tan solo estupideces.
El año tiene once meses más, que no se llaman precisamente enero, por más que Corrientes sea enero y las estupideces, que nos inoculan a diario, pretendan tapizar nuestra absurda alma guaraní.
Mientras cientos y miles de correntinos, la pasan muy mal, por falta de políticas públicas, de previsión y de prevención, unos pocos, coronarán los conchabos que trocará el gobierno nacional en los cargos jerárquicos, que como siempre se regirán por esa lógica maquiavélica entronizada por Lampedusa que reza como apotegma de validación y legitimidad política de que “todo cambie (los nombres en verdad) para que nada cambie”.
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