15 de diciembre de 2015

El peronismo debe trasladar su sujeto histórico; del trabajador al pobre.

Tras la reciente pérdida del poder nacional, el movimiento político fundado por el General Perón, con base conceptual (La Comunidad Organizada), normativa, y en el accionar, en el colectivo social de los trabajadores o quiénes pretendían serlo, tiene una inmejorable oportunidad, de una buena vez por todas, para reordenarse, reestructurarse, reorganizarse, bajo un imprescindible, rediseño, reevaluación o redefinición del sujeto histórico en el que debe hacer foco para erigirse en el principal faro representativo del mismo y de esta manera que su retorno al poder, sea legítimamente transformador y sustancioso, no sólo para sus representados, sino también para aquellos, que por diversas vicisitudes históricas, lo consideran un enemigo manifiesto de lo democrático y de la patria. Hacer eje, o barnizar la doctrina peronista, en la opción por el pobre, en su prioridad, o razón de ser de lo político, tal como filosóficamente, como también teológicamente, lo sustanciaron quiénes se dan en llamar latinoamericanistas, es probablemente el camino que más tenga que ver con su esencia, estará en los referentes políticos que dicen abrevar en el peronismo que puedan evidenciarlo y trabajar en tal consumación teórica-práctica.

Una de las tantas razones que explican el alejamiento del Peronismo en el poder (suponer que la vertiente que administro el país no era tan o más representativa del peronismo histórico es una discusión tan divertida como interminable, pero le guste a quién le guste o a quién no, la fuerza política que atesoro por doce años el manejo político, se asumió como tal y eso ya alcanza) es la que tiene que ver con la inacabada o incumplida tarea, tras la muerte de su fundador, de redefinir, de reconstruir, conceptualmente, al peronismo. El significante extenso, en el que se ha convertido, emborracho a los herederos de un movimiento político, que además de acendrarse en el trabajador como el sujeto rutilante de sus prioridades, se pretendió una tercera posición ante el mundo bipolar de los años de la guerra fría. Esta borrachera devino en crónica y enfermiza. Sus continuos atesoradores de esa monumental herencia política, cuál acervo de lo democrático, echaron mano de categorías ajenas, de derecha e izquierda, para un “aggiornamiento” (nunca tan bien utilizado este concepto eurocentrista) perentorio como efímero e insustancial.

Ante esta instancia política, que pone al peronismo lejos del poder central, quienes quieran conducir una nueva etapa en el mismo, deberán llevar a cabo, o al menos iniciarla, la titánica y colosal, como necesaria e imprescindible, tarea de redefinir, conceptual y sustancialmente al peronismo.

Desde este lugar, creemos haber encontrado un punto de partida que a continuación soslayamos. El Voto compensatorio. Por Francisco Tomás González Cabañas.

El sujeto histórico debe dejar de ser el individuo, para conveniencia de tal y para regenerar el concepto de lo colectivo. El sujeto histórico de nuestras democracias actuales debe ser la condición en la que este sumido el individuo. Independientemente de que estemos o no de acuerdo, desde hace un tiempo que el consumo (al punto de que ciertos intelectuales, definan al hombre actual como “El Homo Consumus”) y su marca, o registro, es la medida del hombre actual, como de su posicionamiento o razón de ser ante la sociedad en la que se desarrolla o habita. Somos lo que tenemos, lo que hemos logrado acumular, y no somos, mediante lo que nos falta, en esa voracidad teleológica o matemática de contar, todo, desde nuestro tiempo, a nuestra infelicidad. Arriesgaremos el concepto de una existencia estadística, en donde desde lo que percibimos, de acuerdo al tiempo que trabajamos, pasando por lo que dormimos, o invertimos para distraernos, hasta los números en una nota académica, en un acto deportivo, en una navegación por una red social para contar la cantidad de personas que expresan su satisfacción por lo exteriorizado, todo es número. Nos hemos transformado, en lo que desde el séptimo arte se nos venía advirtiendo desde hace tiempo en sus producciones de ficción. Somos un número, gozoso y pletórico de serlo. El resultado final de lo más simbólico de la democracia actual, también es un número (el que obtiene la mayoría de votos) sin que esto tenga que ser lo medular o lo radicalmente importante de lo democrático.

 

Aquí es donde planteamos la urgencia de modificar el sujeto histórico. Sabemos que el todo es más que la suma de las partes, desde lo metafísico, desde lo óntico, incluso desde lo psicológico. Pero hasta ahora no hemos aplicado tal principio en la arena de la filosofía política

 

Que el todo sea más que la suma de las partes, implica necesariamente que la democracia representativa actual deje de reposar, de estar acendrada en la expectativa que genera a todo y cada uno de los individuos, horadando la legitimidad de su razón de ser y amalgamando la cosmovisión y la cultura individualista.

 

La representatividad estadística que fuerza al juego ficticio de partidos políticos, que definen ideas o razonamientos políticos que establezcan respuestas a los problemas colectivos, ha pasado a ser ficción literaria, rémoras de  épocas que nunca más viviremos, salvo en la melancolía de corazones románticos.

 Acceda al texto completo:

https://www.marilia.unesp.br/Home/RevistasEletronicas/Kinesis/12_franciscogonzalezcabanas.pdf

 

 

 

   


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